20 reglas para escribir una novela de detectives

Categoría (Consejos para escritores, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 17-10-2017

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S. S. Van Dine es el pseudónimo de Willard Huntington Wright (1888-1939), crítico de arte y padre de la novela detectivesca. Creó la figura del detective Philo Vance, un neoyorquino rico y arrogante que, igual que su autor, es experto en arte y aficionado a la sicología, conocimientos que le sirven para resolver los crímenes más sofisticados. Murió a los 51 años, víctima de su afición al alcohol y a las drogas.

Van Dine se sintió obligado a compartir su saber literario y nos ha legado estas 20 reglas que fueron publicadas originalmente en la American Magazine (septiembre de 1928) y recogidas más tarde en un libro editado en 1936, bajo el título Philo Vance investiga, que incluye una selección de seis de sus mejores obras, además de las 20 pautas que ofrecemos a continuación:

1.- El lector y el detective deben estar en igualdad de condiciones para resolver el problema. Todas las pistas han de estar descritas de forma clara y precisa.

2.- El autor no podrá presentar al lector trucos o engaños deliberados distintos a los que utiliza el asesino para despistar al detective.

3.- Incluir una intriga amorosa en una novela de detectives no es conveniente, ya que eso perturbaría el mecanismo puramente intelectual del problema. El objetivo es llevar al criminal ante la justicia y no llevar a una pareja de enamorados al altar.

4.- El culpable nunca debe ser el mismo detective ni un miembro de la policía. Este es un recurso tan vulgar como querer pasar un centavo brillante por una moneda de oro de cinco dólares. Vana pretensión.

5.- El culpable debe ser descubierto a través de deducciones lógicas, no por casualidad, coincidencia o confesión que no venga dada por un motivo irrefutable. Resolver un crimen a través de uno de estos recursos es como sacar un as de debajo de la manga; no deja de ser una trampa.

6.- Toda novela policíaca debe tener un detective y un detective no se convierte en tal a menos que descubra hechos. Su misión consiste en reunir las pistas que le llevarán al descubrimiento del individuo que cometió la fechoría. Si el detective no llega a ninguna conclusión satisfactoria a través de un análisis de esas pistas, no habrá resuelto el problema.

7.- En una novela policiaca, tiene que haber un cadáver; y cuanto más muerto esté, mejor. Un delito menor a un asesinato no es suficiente para escribir una novela de trescientas páginas. Después de todo, la preocupación y la energía gastada por el lector han de estar recompensadas. Nosotros, los norteamericanos, somos esencialmente humanos; por eso un asesinato nos provoca un sentimiento de horror y el deseo de venganza.

8.- El misterio del crimen ha de ser resuelto por medios estrictamente naturales. Otros métodos como el tablero de la ouija, leer la mente, los médiums, la bola de cristal, etc. están prohibidos. Un lector avispado debe ser capaz de competir en ingenio con un detective racional, pero no si acude a lo irracional para descubrir al asesino.

9.- Lo acertado es que haya un detective, es decir, un solo protagonista que investigue el caso, sin recurrir a agentes externos que resuelvan el misterio fuera de la lógica de la novela. Tener a más de un detective investigando el mismo caso solo sirve para dispersar el interés del lector, puesto que le impide seguir el proceso deductivo que ha utilizado para resolver el caso.

10.- El asesino no debe ser un criado, un lacayo o un cocinero. Es una solución simple y manida. Es deseable que el culpable sea un personaje interesante, incluso cautivador, que normalmente no debería ser sospechoso. Un asesinato cometido por un sirviente no es motivo para escribir una novela policiaca.

11.- El asesino ha de ser un personaje que ha desempeñado un papel más o menos importante en la historia, es decir, un personaje con el que el lector esté familiarizado y que le resulte atractivo y que no parezca sospechoso. Descubrir en el último capítulo que el asesino es un personaje recién presentado revela la incapacidad del autor para competir intelectualmente con el lector.

12.- Debe haber un solo culpable, independientemente del número de asesinatos cometidos. El asesino, por supuesto, puede tener un ayudante o un cómplice, pero toda la responsabilidad debe recaer solamente en él, para que el lector concentre también en él toda su indignación.

13.- Las sociedades secretas, la camorra, la mafia… tampoco tienen cabida en una historia de detectives. Esto convertiría un asesinato fascinante en motivo para un relato de otra envergadura. Sin duda, el asesino ha de tener recursos y habilidades para cometer el delito, pero recurrir al apoyo de una sociedad secreta resulta exagerado. Ningún asesino que se precie admitiría un cómplice de este tipo.

14.- La manera en que se produce el asesinato y los medios que utiliza el detective para esclarecerlo deben ser racionales y científicos. La pseudo-ciencia, lo especulativo y lo puramente imaginativo no tienen cabida en una novela detectivesca. Si un autor se adentra en el reino de la fantasía, a la manera de Julio Verne, se habrá sumergido en el desconocido mundo de la aventura, fuera de los límites de la ficción detectivesca.

15.-A lo largo de toda la novela, el enigma ha de estar siempre presente, de forma que el lector vaya reflexionando sobre todas las pistas que el relato le va presentando y sea capaz de descubrirlo. Con esto, quiero decir que si, al llegar al último capítulo, el lector tiene que releer la novela porque no ha resuelto el misterio, será porque no es tan inteligente como el detective. Hasta me atrevo a añadir que, si la novela está bien construida, es imposible que un lector perspicaz no descubra la verdad antes de llegar al final. En esto reside el valor del juego.

16.- Una novela policíaca no debe contener pasajes descriptivos largos, ni episodios secundarios, ni preocupaciones atmosféricas. Estos asuntos no son esenciales en el relato de un crimen, retardan la acción, distraen al lector y solo aportan cosas irrelevantes para el objetivo principal: describir un problema, analizarlo y llegar a la solución. Por supuesto, hay descripciones que no se pueden evitar, sirven para situar a los personajes y para que el relato resulte verosímil. Sin embargo, creo que si el autor ha logrado expresar la realidad y definir a los personajes, no tiene necesidad de hacer más concesiones a la técnica puramente literaria. La novela detectivesca es un género bien definido; el lector no busca ni adornos literarios, ni virtuosismos de estilo, ni análisis demasiado profundos. Persigue la diversión excitando la mente, una actividad intelectual parecida a la que siente cuando asiste a un partido de fútbol o resuelve un crucigrama.

17.- Un profesional del crimen nunca debe ser el asesino en una historia de detectives. Los delitos cometidos por bandidos son competencia del departamento de policía, no de detectives aficionados. Un delito realmente fascinante podría ser el cometido por el líder de una comunidad religiosa o por una solterona conocida por sus obras de caridad.

18.- Lo que, en principio, parecía un crimen no puede terminar siendo un accidente o un suicidio. Finalizar la aventura con una solución de este tipo es engañar al lector y privarle del desenlace imprevisto que él espera.

19.- El motivo que induce al crimen debe ser de tipo personal. Conjuras internacionales y conspiraciones políticas no pertenecen a la novela de ficción, sino a la de espionaje, por ejemplo. La historia de un asesinato es un pequeño tesoro que contiene las experiencias cotidianas del lector y le sirve para dar salida a sus propios deseos y a ciertas emociones reprimidas.

20.- Y, con el fin de agregar un valor añadido a esta lista, voy a enumerar algunos de los ardides que interesa evitar a la hora de escribir una novela policiaca, ya que se han utilizado con frecuencia y son bien conocidos por los amantes del género. Usarlos es una confesión de ineptitud y falta de originalidad:

  • Descubrir la identidad del culpable a través de una colilla que se ha encontrado en el lugar de los hechos tras compararla con la marca de cigarrillos que fuma el sospechoso.
  • Servirse del espiritismo para asustar al culpable de manera que confiese el asesinato.
  • Falsificar las huellas dactilares.
  • Recurrir a un maniquí para crear una coartada.
  • Deducir que el intruso es conocido porque el perro no le ladró.
  • Introducir la figura de un hermano gemelo o de un pariente que se parezca al verdadero asesino.
  • Inyectar al sospechoso una droga para que “cante”.
  • Cometer el delito en una habitación cerrada después de que la policía haya estado en ella.
  • Valerse de un juego de palabras para descubrir al culpable.
  • Emplear un código secreto que el detective descifra al final de la novela.

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