El corrector de textos

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana el 04-04-2013

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Has terminado de escribir tu libro, lo has maquetado más o menos bien, y ahora te preguntas: ¿qué hago con él? ¿Lo presento a una editorial? ¿Me busco un agente literario? ¡Bah! No me merece la pena. Me decido por la autoedición, hacerlo todo yo, buscar una imprenta de confianza y que me impriman 500 ejemplares. Si vendo 200, me declaro satisfecho, igual recupero la inversión.

Pero antes tienes que hacer un par de cosas más: lo de componer el libro lo veremos en el próximo artículo, aquí vamos a tratar de un tema peliagudo: la corrección del texto, un trabajo complicado y difícil de evaluar. Los profesionales buenos cobran un dineral y siempre te queda la duda de si el dinero gastado ha merecido la pena. La verdad que es un oficio poco valorado, más bien denostado… los escritores tenemos mucho ego.

Corregir libros

Aun así, te recomiendo ─mucho más si eres debutante─ que te entregues a un buen corrector, que dediques un tiempo a encontrar un colaborador honesto, competente y no demasiado exigente. La tarifa que se aplica oscila entre 4-5 euros la página para una revisión a fondo, no sólo ortográfica; la broma te va a costar por lo menos 1.000 euros. Créeme, merece la pena si el resultado es de tu agrado. Pídele antes que te explique las cuestiones que va a mirar y el tiempo que va a emplear en cada una de ellas, así podrás valorar su competencia.

El lector se merece un respeto. Como mínimo, has de estar seguro de que la publicación no tenga faltas de ortografía, la puntuación sea correcta y la gramática responda a las normas de la RAE; la redacción ha de ser perfecta; el estilo, amable, equilibrado. Te sorprenderías la cantidad de errores que cometemos todos al escribir, errores que no somos capaces de descubrir, a pesar de nuestra erudición, pero que un entendido lo consigue si se aplica con afición.

Y luego que no canse. ¡Cuántas veces, no te has enfadado con una trama enrevesada, has cerrado el libro y lo has abandonado para siempre! Eso no tiene que suceder nunca, un espectador imparcial te advertirá siempre de esos pasajes, para que los corrijas y les des vida. No menosprecies la labor del corrector, piensa que tendrá que dedicar un montón de horas para cumplir su cometido, leer y releer cada párrafo ─cortos siempre que puedas─ hasta estar seguro de que es comprensible y no va a producir ese rechazo fatal.

Enmendar un texto exige un esfuerzo intelectual serio para descubrir palabras repetidas que afean la lectura, cacofonías, abusos de gerundios, adverbios terminados en –mente, diálogos imprecisos, episodios incoherentes y personajes poco creíbles.  Reformar un escrito es un ejercicio que implica una concentración profunda para destapar contradicciones y eliminar repeticiones, defectos ambos muy frecuentes, incluso en autores consagrados. Y qué decir del ritmo: un profesional detecta enseguida cuándo la acción disminuye y el relato pierde intensidad; será capaz de proponerte algún giro en el argumento para que la historia recobre la vida, alguna sorpresa para recuperar la atención del lector. ¿Sabías que, en algunos países, existe la carrera de corrector de textos?

Cuando iba por la mitad de mi última novela, pensé que sería prudente escuchar una opinión antes de proseguir. Yo que creía que había hecho una maravilla… ¡vaya vapuleo que me dieron! Lo comprendí enseguida: me había excedido en la redacción de episodios de guerra que a nadie interesaban. Me aconsejaron que los redujera a la mitad, que los hiciera más cortos y que introdujera más sentimiento, intercalando los pensamientos de la protagonista, una joven que investiga la muerte de su padre, fusilado al terminar la Guerra Civil Española. Sólo ese consejo ya vale los mil euros que pagué por la corrección.

Por cierto, no hace falta llegar hasta el último capítulo para que la examine un experto; a mitad de camino, o antes incluso, conviene que te hagan la primera criba. Y un consejo: vete preparado a recibir un varapalo, sé humilde y escucha sus consejos; no te enfrentes a él, no discutas su criterio ─sólo tímidamente─, te expones a que se relaje y sea tolerante, la peor actitud que puede adoptar un corrector. Escúchale y luego haces lo que te dé la gana; al final, tú eres el autor, tú eres el que tiene la última palabra… y la responsabilidad final de la calidad literaria. Pero ten en cuenta que, en la mayoría de los casos, tendrá razón, aunque sólo sea por la experiencia que acumula. Y si te dice que desistas, lo que has escrito no vale nada, hazle caso y no pierdas el tiempo.

Ya sé que los profesionales que se dedican a esto son caros y están muy ocupados. Una solución es buscar algún filólogo, si eres mujer (y viceversa), que se gane la vida impartiendo clases, dirigiendo talleres literarios o cosa parecida. Tienen experiencia, mucha paciencia, y sus honorarios suelen ser moderados. Si encuentras uno bueno, trátalo como oro en paño, es el complemento ideal que necesita tu talento para crear una obra de arte.

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