El espacio narrativo

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 05-09-2015

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El espacio es uno de los componentes esenciales de cualquier relato. Debe ser creíble, coherente con el resto de los elementos, necesario, significativo y no tópico. Por ello, a la hora de describirlo, hay que tener en cuenta dónde se desarrolla la acción, en qué época se sitúa y qué personajes forman parte de ella.

Describir con eficacia equivale a describir todo aquello que el lector necesita para comprender la historia y para situarse en ella. Es decir, si se habla de un mundo especial en el que todo es diferente, y no se describe lo especial ni lo diferente, el relato carecerá de fuerza. Pero si se describe indiscriminada y minuciosamente aquello que no modifica los hechos, lo prescindible, se desvía la atención del centro principal, en lugar de potenciarlo.

Los espacios pueden ser de muchas clases: interiores, exteriores, imaginarios, mágicos… El elegir uno u otro dependerá del tema y del tipo de relato que se vaya a escribir.

En general, estos lugares donde se desarrolla la acción pueden ser tratados de forma objetiva o de forma subjetiva. Con esto, conseguiremos siempre que el lector “sienta” y “vea” ese espacio como real. Pero un espacio no real (imaginario) también puede ser descrito como real, si lo hacemos desde el punto de vista objetivo.

Por otro lado, describir subjetivamente un espacio es presentarlo tal y como lo ve el personaje, en función de su situación afectiva y personal. Si el protagonista es un enfermizo, propenso a dejarse influir por toda clase de elementos, observador, intimista…, parece que el espacio subjetivo se adecuaría a su forma de ser; o lo contrario con un tipo de carácter opuesto.

En  novelas de tipo irracional o filosófico, encontramos espacios no de la realidad, sino de la mente y el inconsciente: espacios circulares que expresan la idea de confinamiento, de encierro; la isla, con valores similares; el sótano, en el que el hombre puede evocar los pozos más profundos de sí mismo… O tal vez la búsqueda de espacios abiertos como reflejo síquico de una acuciante claustrofobia…

Para terminar, dos datos para no olvidar:

Primero. Si un espacio tiene que resultar verosímil es imprescindible que su descripción sea tan eficaz que “haga ver” al lector un objeto, un paisaje… y que le “haga sentir” una experiencia, una emoción, un sentimiento de quien describe.

Segundo. Hay que ser conscientes de que una descripción hace más lenta la acción en los relatos literarios, lo cual disgusta a los lectores interesados en la acción. Y, sin embargo, es al describir cuando el escritor se esfuerza más en el estilo.

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