Personalidad

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 06-10-2016

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En un texto artístico, la personalidad consiste en decir las cosas de un modo propio y novedoso para el lector. Se trata de conseguir una voz, un tono particular; de ofrecer una visión única a la hora de contar algo. Esto, en el género del relato breve por ejemplo, es fundamental. Porque ese modo de percepción particular hace que una realidad compleja sea resumida, sintetizada en una escena, un momento o un espacio concreto.

En esta labor de escribir queriendo dejar huella, es interesante lo siguiente:

Los tópicos y las frases hechas deben ser abandonados desde el momento en que uno se sienta a escribir ficción. También las metáforas manidas, conocidas por todos. Se debe intentar deslumbrar al lector con unas metáforas sencillas de entender, pero imaginativas, distintas a las utilizadas habitualmente.

―Es bueno divagar. En el momento de sentarse a escribir uno quisiera que fluyera lo inesperado y para ello qué mejor que decirse a sí mismo que escribir no es pensar. Escribir es dejar que las palabras fluyan. Por eso hay que escribir con aire divagatorio, sí, porque divagar es vivir.

Y si insistimos sobre todo esto es porque no creemos que esos textos sensatos, rutinarios e inertes que suelen caracterizar a los escritores que empiezan haya que achacarlos a una incurable falta de imaginación. La imaginación es la cosa mejor repartida del mundo, pero también se atasca. Y eso ocurrirá con seguridad si en el momento de comenzar a escribir nos ponemos a pensar con la cabeza.

Hay que lanzarse a escribir a borbotones, sin ningún cuidado; este “desvarío”, como estrategia de escritura, puede servir tanto para un argumento irónico o festivo, como para otros textos más serios y solemnes. Luego ya puliremos.

El escritor corrige con la cabeza,
en efecto, pero escribe con el corazón.
Escribe con su vida, sus viernes soleados,
sus besos, sus astillas, sus zozobras, sus huecos.
Escribe con las cosas más extrañas que podáis imaginar,
pero no con la cabez.
(Ángel Zapata).

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