El tiempo narrativo

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 06-10-2015

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Un relato se puede plantear como una serie de hechos que ocurren a lo largo de la vida de dos o tres generaciones de personas o bien como historias que suceden en unos días o en unas horas. Suponiendo que en ambos casos la extensión sea aproximadamente  la misma, habrá gran desproporción entre el tiempo que pasa y las páginas que dedicas a narrarlo.

Sabemos que existe el tiempo objetivo, pero escribimos según el tiempo subjetivo, el que exige el relato. El tiempo objetivo o tiempo cronológico es el que marcan el reloj y los calendarios. El tiempo subjetivo, por el contrario, se define como la percepción que de ese tiempo tienen los personajes (horas que se hacen  eternas o días que pasan como un soplo). Por lo tanto, existe un tiempo lógico, pero el escritor, de acuerdo a las necesidades del relato, lo fragmenta, lo tergiversa, lo transforma.

En la narración del XIX, para expresar este tiempo subjetivo, se utilizaban fórmulas como: “el minuto de espera se me hizo un siglo”. En la narración actual se amontonan en un periodo muy corto una serie de vivencias,  recuerdos, deseos…; realmente parece que pasa un siglo respecto a lo que va a ocurrir a continuación. Esto se consigue con la técnica del monólogo interior; a través de la superposición de planos temporales el autor habla —sin casi distinguirlos— de recuerdos del pasado, de sucesos presentes que se entienden gracias a hechos pasados…

A la hora de escoger uno u otro tiempo, no se puede dejar la elección al azar, sino que depende del punto de vista y de la estructura escogidos. Por ejemplo: no tiene sentido una visión objetiva del tiempo en un monólogo interior. Ni es compatible una estructura totalmente lineal con la visión subjetiva. Es decir, si hay un narrador omnisciente y una estructura lineal, el tiempo tenderá a ser objetivo.

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