La cultura es un poco de todos
Categora (Derechos de autor, El libro y la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 04-03-2011
Tags : cometer desmanes, dominio publico, El libro y la lectura, escritor aficionado, herencia cultural, la cultura es de todos, legado intelectual, mataburros, morir-de-pie, ordoñana, publicar un libro, rincón literario, ser escritor, taller-literario
Un asiduo de este blog me ha enviado un correo para expresar su desacuerdo con el contenido del artículo “Derechos de autor” publicado el 11 de febrero de 2011. Opina que mi argumento de que “el creador no es propietario completo de su obra, ya que se ha inspirado en la creación de otros artistas que le precedieron y se ha aprovechado del conocimiento que subyace en el entorno en que se mueve, al que consideran de dominio público”, le resulta débil, lo considera un sofisma. Opina que los artistas incorporan a su obra parte de su yo, lo más profundo de su talento, a través de un ejercicio de reflexión profundo y lleno de dificultad, que eso sólo ya justifica el derecho a la propiedad moral e intelectual de lo ha creado y a ser retribuido merecidamente. Considera que admitir la piratería contribuiría a frenar la creatividad de los artistas y provocaría el advenimiento de una sociedad vulgar y falta de originalidad.
El lector tiene parte de razón… pero no toda. A mí también los argumentos que alegan esos colectivos para defender la descarga gratuita de contenidos me parecen insuficientes. Yo no dudo del derecho que tiene un autor a proteger su obra. Lo que digo es que ese derecho no le autoriza a cometer desmanes con ella o permitir que lo hagan los intermediarios en su nombre. El artista ha recibido un legado intelectual de sus antepasados que le ha servido para la creación de su obra. En ese sentido, no es propietario exclusivo de ella, sólo una parte. La otra es de dominio público. Por eso, entiendo que la cultura es un poco de todos. Por cierto, no sólo la cultura… algunos otros recursos, también.
Veamos un ejemplo: En 2009, terminé de escribir mi primera novela, una novela histórica que titulé “Árbol de sinople”. Es cierto que tardé tres años en escribirla y que me dejé en ella la piel. Sin duda, fue un esfuerzo importante merecedor de una gratificación. Pero ¿eso me concede el derecho a su completa propiedad?
La novela está basada en un hecho real sucedido en la provincia de Gipuzkoa a finales del siglo XVI. La historia la cuenta con lujo de detalles José Antonio Azpiazu en un magnífico libro titulado “Historia de un rapto”, del que yo obtuve abundante información. Lo mismo ocurrió con numerosos documentos encontrados en varios archivos que hacen referencia al caso, con los apoyos que me prestaron ciertas personas haciéndome recorrer los escenarios, hablándome con voz experta de los personajes, de las costumbres de la época y un sinfín de pequeños detalles que me sirvieron para dar a luz el engendro. ¿Qué decir de las dos “profas” que educaron mi saber literario, que corrigieron el texto y aportaron sugerencias de notable contenido? No; yo no considero que la obra me pertenece al 100%.