Cuando la bella durmiente despertó…

Categoría (El libro y la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 26-10-2022

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  …su príncipe ¿azul?, todavía (¡horror!), seguía ahí.

Con este guiño a Augusto Monterroso queremos tratar un tema que nos llama la atención: la cantidad de versiones de ese cuento de hadas que se han escrito y por qué precisamente de ese y no de otros, también muy conocidos. ¡Pero cuánto juego ha dado La bella durmiente, si hay hasta una enfermedad con ese nombre! (Síndrome de Kleine-Levin).

Estoy hasta el gorro de que todos cuenten la historia de mi vida, tan cansada que me echaría a dormir durante unos cientos de años más si no fuera porque antes quiero escribir este libro para aclarar ciertos aspectos y cobrar, si es posible, derechos de autor. Con esta retranca, comienza la versión tan actual de Lola Moral y Sergio García. Ana María Matute también quiso aportar su granito de arena y en El verdadero final de la Bella Durmiente nos deja claro el tono de su narración: “La Princesa nunca más sería tan cándida, ni el Príncipe tan Azul, ni los niños tan ignorantes e indefensos”. En otras ocasiones, podemos encontrar puntos de vista a partir del cual seguir la historia: ¿qué habría pasado si la Bella no se hubiera despertado?, ¿sería posible evitar que se cumpliera la tradición?...

Pero empecemos por el principio.

El origen de este cuento parece estar en la India: “Surya Bai”. La protagonista se clava una uña envenenada y cae muerta hasta que un rajá la despierta y la lleva a su mansión donde su primera esposa la matará por celos; su cuerpo sufrirá varias transformaciones en distintos elementos, y el rajá, tras descubrirla en uno de ellos, la convertirá en su verdadera esposa.

En el medievo europeo tenemos dos versiones del siglo XIV. Una escrita en occitano, en su variante aranesa —Frayre de Jou e Sor de Plaser—, que no mantiene ligazón con respecto al tema de la rivalidad femenina, pero sí con la importancia de la intervención masculina. La otra —Roman de Perceforest— es una novela francesa desarrollada en seis tomos en los que aparecen numerosos relatos; el titulado Troilo y Zellandine es el que nos interesa. La trama se desarrolla en torno a Zellandine, una niña a cuyo nacimiento asisten tres diosas, una de las cuales lanzará la maldición por la que luego morirá; tras ser depositado su cuerpo en una torre, llegará su descubridor que la violará; más tarde engendrará un hijo que, en un momento dado, le succionará un dedo, y esto será lo que la devuelva a la vida.

Por otro lado, están los tres cuentos clásicos: Sol, Luna y Talía, escrita por Basile en 1634. En esta ocasión Talía cae muerta por una arista de lino, un rey se prenda de su belleza y en lugar de besarla abusa de ella y la viola; queda embarazada de Sol y Luna quienes, nada más nacer, en su afán de amamantarse, succionan la espina de lino, y esto será lo que la salve. La versión de Charles PerraultLa Bella Durmiente del bosque—, escrita en 1967, desarrolla la historia de Talía, pero insertando a un apuesto príncipe que despertará a la princesa, se casará con ella y tendrán dos hijas. Por último, tenemos la también archiconocida de los hermanos Grimm, que lleva por título La pequeña Briar Rose (1885), quien optó por dormir a la bella solo durante un siglo.

Estos cuentos y muchos más de la tradición oral han sido estudiados en distintas ocasiones, pero ningún estudio más relevante, por su repercusión posterior, que el de Vladimir Propp (1895—1970), un antropólogo y lingüista ruso de origen alemán, que se propuso analizar las leyes que rigen la estructura de los cuentos maravillosos rusos.

Vladimir Propp

Los trabajos que se habían hecho hasta la fecha no le satisfacían, por lo que se puso manos a la obra para crear una Morfología del cuento (1928), que consistía básicamente en describir los cuentos según sus partes constitutivas más elementales y las relaciones de estas partes entre ellas y con el conjunto.

Este estudio —publicado en ruso en 1928 y desconocido en occidente hasta que se tradujo al inglés en 1958— tuvo un alcance espectacular en todas las posteriores investigaciones, como demostraron el antropólogo Claude Lévi-Strauss y el semiólogo Roland Barthes. Su Morfología ayudó a establecer una relación entre todos los cuentos de hadas del folclore occidental.

El modo de trabajar de Propp, de forma muy resumida, consistió en fragmentar el texto de los cuentos creando frases cortas —sujeto-verbo-complemento—. Después ordenaba las acciones sucesivas, lo que le permitía comparar los relatos por su estructura y no por su argumento. Posteriormente, tras comprobar que lo cambiante eran los personajes y sus atributos y lo que permanecía invariable eran sus acciones, estudió los cuentos populares a partir de las funciones de los personajes (qué es lo que hacen). Se dio cuenta de que esas funciones son limitadas, se repiten en los cuentos y conforman las partes fundamentales del texto y por tanto las que hay que estudiar para analizar la estructura de los relatos. Propp llegó a aislar treinta y una funciones más seis, que son las que se pueden repetir.

Este trabajo vino a corroborar que los mitos y las fábulas son los que nutren gran parte de estas manifestaciones artísticas y de paso a hacernos comprender que un texto siempre responde al momento histórico en que se crea, lo que además explica sus características y las razones por las que fue escrito.

Selección de versiones que nos han parecido interesantes

El avión de la bella durmiente de Gabriel García Márquez es el tercer relato de su libro Doce cuentos peregrinos (1992). Aquí no nos encontramos con el cuento narrado al modo tradicional que plantea Propp, sino como una visión adyacente de la historia. El protagonista narra en primera persona el encuentro con “la mujer más bella del mundo” en un aeropuerto mientras espera a coger su vuelo París-Nueva York. El avión se retrasa debido a un temporal de nieve y durante las ocho largas horas de espera en el aeropuerto no la ve, hasta que ya sentados en los asientos del avión se da cuenta de que la tiene como compañera de viaje. Ella se toma una pastilla para dormir, sin imaginar que el hombre que tiene al lado sueña con conversar con ella. Finalmente, el avión aterriza y la bella se despierta y se va. Este es el delicioso inicio del cuento, que llena de detalles la retina del lector visualmente y le acaricia el oído rítmicamente:

Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes.

Al contrario que el castillo medieval o la casa alejada del pueblo, y muy diferente al padre rey que pasa el testigo al príncipe para controlar a la princesa, la acción sucede en un espacio moderno, un avión, donde solo hay un hombre cuyo papel en la tradición acaba de desparecer, pues es la bella la que en un acto totalmente controlado decide dormir y también despertarse, generando así un vacío en el hombre tanto de conocimiento como de poder. Y si nos fijamos bien podríamos hablar también de una inversión de roles puesto que el narrador parece “dormir mientras sueña” pensando en lo que sería su vida con ella, vida relatada mediante la técnica del monólogo interior.

La bella durmiente de Rosario Ferré comienza así:   

Mayo 21 de 1973
Estimado Don Felisberto:
Se sorprenderá al recibir mi carta. Aunque no lo conozco personalmente lo único decente que puedo hacer al ver lo que le está sucediendo es prevenirlo. En verdad parece que su señora no aprecia lo que usted vale, un hombre bueno y guapo, y para colmo, inmensamente rico. Es para hacer feliz a la más exigente.

María de los Ángeles pertenece a una familia aburguesada —hija de un alcalde— y sueña con ser bailarina. Asiste a un colegio religioso cuya madre superiora intenta llevarla por el camino de la religión. Cuando esta ve, en la crónica social, a la protagonista vestida de bailarina, le informa al padre de lo inapropiado de eso y este decide prohibirle bailar. Al ver que tanto la autoridad patriarcal —su padre quiere casarla para que le proporcione el hijo varón que pueda hacerse cargo de los negocios—, como la eclesiástica pretenden “guiarla”, María de los Ángeles cae enferma en una especie de coma durante días, del cual no despierta hasta que aparece Felisberto Ortiz. Este le pide matrimonio a la vez que le promete que podrá seguir bailando. María de los Ángeles visualiza la posible ayuda y accede. La promesa no se cumple puesto que, ante la negativa de darle un hijo, él la fuerza para tener relaciones. Como se queda embarazada, no puede seguir bailando y decide vengarse.

Ferré hace todo esto de una forma muy curiosa: utilizando el estilo epistolar y el monólogo interior. Mediante las cartas entre los personajes, se nos ofrece un entrecruzamiento de realidades externas e internas que representan el testimonio de la situación de la protagonista. Y gracias al monólogo, Ferré nos ofrece el desdoblamiento de la protagonista: una refleja sus angustias reales por el momento que está viviendo y otra deja volar su imaginación mostrándonos sus anhelos.

Todo acaba de forma violenta, pero perfectamente disculpada por el padre y por la iglesia debido a los roles tradicionales implantados para el hombre y la mujer. La muerte de la protagonista es una decisión suya y por tanto liberadora para ella. Tal como lo ha planteado Ferré, María de los Ángeles se rebela contra sus opresores, afianzándose como individuo esencial y diferente.

La bella durmiente: una historia económica es la versión de Iban Zaldua. Pertenece al libro de relatos: Etorkizuna (Porvenir), con el que recibió el premio Euskadi de literatura en 2006. El escritor donostiarra ha optado por contarnos las graves consecuencias económicas que trajo la maldición del hada, puesto que el padre rey decidió evitar riesgos y publicó un edicto que ordenaba la destrucción de todas las ruecas del reino —un reino conocido en el mundo por su pañería—. Para que no supusiera ningún problema decidió premiar a los que entregaran sus ruecas voluntariamente, pero esto conllevó el declive económico del país. Viendo que la salvación podía estar en la explotación de la bella durmiente como atracción turística, decidieron construir un parque temático a su alrededor. Ni por esas; ni el país se recuperó ni la bella despertó, y ahí sigue dormida esperando a un príncipe azul que quiera venir a levantar un país en decadencia como ese.

Pero no solo nos encontramos la historia de la Bella en prosa, sino también en verso. La Bella durmiente de Miriam Reyes es un libro de poemas escrito con desparpajo y descaro, pero también con profundidad, ironía y hasta cierta amargura, a veces. Divide el libro en cuatro partes —Parto, Criatura, Jaula, Bella durmiente— que recorren diferentes momentos de la vida del personaje poético: una mujer que se busca y que se extravía en el camino, se encuentra y ama y se desmorona y se siente una perra o un trozo de tierra. Esta es una estrofa:

Despierta de una vez
estúpida muchachita
aquí no se viene a dormir.
En París a los sapos se los comen las ratas.
Vete con alguno que te dé casa comida y sexo
si la taquilla funciona
la función continúa.

La última versión que vamos a comentar es La Bella durmiente de Quim Monzó: un relato que pertenece a El porqué de las cosas (1994). Con mucho humor e ironía, se ahonda en la idea del absurdo de muchas situaciones del mundo actual y en los lugares comunes de los sentimientos amorosos.

Mediante una estructura circular y, en tan solo dos breves párrafos, nos narra este clásico cuento y su versión del mismo. Con un uso muy particular de los paréntesis —busca exagerar lo que está fuera de ellos—, el tono del texto — ácido e irónico a partes iguales—y su capacidad para moldear las palabras, nos presenta a un príncipe que hace lo que tiene que hacer: “Consciente de su papel en la historia, el caballero la besa con dulzura”; “El caballero no lamenta nada tener que casarse con ella, como estipula la tradición”. Hasta que aparece la escena final: entonces nos ofrece el perfil donjuanesco de un príncipe voraz que no quiere despertar solo a una bella, sino a todas las que se encuentre en el camino.

La intención de Monzó está clara: parodiar. Con su forma de contar historias —las cuestiona y las analiza a la vez— aparte de divertirse escribiendo, pone en tela de juicio el papel de la tradición, el del caballero, el papel de la dama y, de paso, se ríe también de los finales felices.

En nuestro afán por buscar un porqué al planteamiento inicial de este artículo, nosotros nos agarramos a la justificación de Bonnie Lynne Smith, quien afirma que de los cuatro cuentos de hadas más famosos: La Cenicienta, Blanca Nieves y los siete enanitos, Caperucita roja y el de La bella durmiente, es este el que presenta la víctima más completa, porque nunca se le ofrece la opción de decidir y cuando lo hace, su castigo es quedar dormida durante años hasta que la rescata un príncipe.

En definitiva, los diferentes intertextos buscan criticar los arquetipos patriarcales —la pasividad de la protagonista femenina, el culto a la virginidad y a la belleza, el matrimonio como solución y final feliz…— y desmantelarlos. Esto en el fondo no es más que una prueba de la existencia, hoy en día, de un nuevo contexto de recepción; contexto que conlleva un sistema propio de valores y convenciones sociales y estéticas. Si a esto añadimos la irrupción de un gran número de escritoras en el panorama literario desde mediados del XX, que aportan una perspectiva feminista, y también el auge de ensayos relacionados con el tema del género, entendemos ese afán por reescribir los cuentos de hadas.

En cualquier caso, se demuestra una vez más que la percepción de un cuento no es única y que puede ser múltiple en cuanto a enfoques, valores que transmite y opciones de final.

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