Bernard Pivot. Libros y televisión

Categoría (El libro y la lectura, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 27-07-2024

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De Bernard Pivot (1935-2024) es imprescindible elogiar su compromiso con los libros y lo que transmitió con ellos desde la televisión, hasta el punto de convertir en lector a toda una nación: Francia. Creó ese binomio exitoso, los libros y la televisión, y se lamentó de que no hubiera existido antes ese medio de difusión. Fue un periodista que supo transmitir y entretener, además de enseñar. Fue el alma de famosos programas en los que comentaban lecturas; un auténtico francés, cosmopolita, entusiasta también del vino y del fútbol.

“Nunca dejé que nadie abriera los paquetes de mis libros. Es un placer abrirlos, así con la mano, leer la carátula, mirar la dedicatoria, empezar a leerlo… es la sensualidad”.

Su relación con la televisión tiene una denominación: Apostrophes. Quince años, entre 1975 y 1990, se mantuvo en antena este programa en el que hablaban sobre libros; los colocó en el centro del debate público. Duraba setenta minutos, en horario estelar y en directo; y con un público —también en plató— entregado que podía alcanzar entre tres y seis millones de espectadores. Un espacio que hizo de la conversación en torno a la literatura un verdadero acontecimiento.

“En Apostrophes no hablamos de literatura, hablamos de libros”.

Cuando se lo presentó al director del principal canal de entonces, le dijo que quería producir “un magacín de ideas a partir de los libros”, así como reunir gente que, de otra manera, jamás coincidiría. Para ello se impuso varias normas:  las preguntas debían ser cortas; cualquier respuesta, incluso decepcionante, tendría más importancia que la pregunta; no podía olvidar que el telespectador también preguntaba y que él tenía que escuchar la respuesta.

Y así lo hizo:  Bernard Pivot en ocasiones no intervenía, sabía mantenerse a distancia; se autodefinía no como un crítico, sino como “un correo”, se comparaba con el que trae la información, los comentarios, el que recorre la ciudad, aunque en este caso él no se moviera del lugar. Trataba de ser claro y entretenido. Sin duda, lo logró. Se sirvió de su ingenio y de su socarronería para atrapar al espectador y, sobre todo, era hábil en el manejo de los egos presentes en el estudio, mediaba entre ellos y los espectadores.

Esos egos, con los que tenía que contar, se mostraban adheridos, por lo general y en distinta medida, a un escritor. Aunque sabía que los actores también los poseían, era más fácil hablar con los escritores, porque son artesanos y cuando se ponen a la tarea están solos consigo mismo.

“En cada programa parto de este postulado: el público no sabe nada, yo tampoco, y los intelectuales y escritores saben muchas cosas. Sin embargo, habiendo yo leído sus libros, sé lo suficiente como para ser el mediador entre la ignorancia de unos, que no piden otra cosa que aprender, y el conocimiento de los demás, que no piden otra cosa que transmitir su saber. Un programa de Apostrophes de éxito es aquel en el que los telespectadores salen mejor informados, más cultos, menos ignorantes de lo que eran antes del programa, sienten el deseo irresistible de saber más y, para ello, compran y leen los libros sobre los que hemos conversado”.

Su pasión y su esfuerzo eran notables. También su preparación. Él se pasaba el día leyendo, subrayando el libro, preparando. De ahí que los entrevistados, en general, concurrían con cierta inquietud, puesto que sabía sobre sus obras más que ellos mismos.

“Entonces, yo era un bulímico de la lectura. Yo leía entre diez y catorce horas diarias. De hecho, mi vida familiar se vio muy perturbada por mi compromiso”.

Defendió la literatura y el pensamiento crítico, los convirtió en accesibles y amenos para quienes, como él, crecieron sin libros en casa. Se ponía en el lugar del espectador y pensaba que lo que estaba diciendo el autor tenía que convertirlo en entendible para ese lector que siempre lo veía como un semejante.

Su intención era que el espectador se sintiera recompensado, no le podía hacer perder su tiempo; sus programas llegaban a ser espectáculos, pero nunca se convertían en shows, donde no se supiera cuál era el estilo del escritor, ni el espíritu del libro… Su máxima era estar al servicio de la literatura, del libro.

“Era un placer hacer un programa cada viernes diferente al programa anterior y distinto a su vez al siguiente”.

Tras cada emisión, aumentaba el número de ventas, por lo que lo llamaron “el primer librero de Francia”: un tercio de los libros que se vendían en librerías era porque habían hablado de ellos. Incluso obras que no se destinaban al público en general, como la del filósofo Vladimir Jankélévitch, se volvían un éxito de ventas después del paso por la emisión.

Sabía que no podía entrevistar a todos los invitados del mismo modo, que tenía que adecuarse al carácter de cada uno. En ocasiones le tocaba ayudar a los tímidos y clarificar las palabras de los confusos: con Patrick Modiano, conocido por no concluir sus frases y titubear a cada palabra, supo hacerlo; Pivot le permitió ser él mismo, desde el inicio reconoció su singularidad. Algo que le agradeció el escritor cuando recibió el premio Nobel al pedir su presencia durante la entrega.

A pesar de no ser un programa donde predominaban las entrevistas, algunas resultaron inolvidables, como la que mantuvo con Marguerite Duras, sobre todo por los largos silencios que dejó instalar entre sus respuestas. Sorprendente resultó su encuentro, en el domicilio del antropólogo, con Claude Lévi-Strauss. Asimismo, con Marguerite Yourcenar, dando respuestas tajantes y contundentes, sin ceder en nada a la complejidad de su pensamiento. Y emotiva fue su entrevista con Georges Simenon quien le puso la grabación de su hija que se había suicidado.

“La entrevista más emocionante, la que le hice a Marcel Jouhandeau, la hice un año antes de su muerte. Estaba casi ciego y él sentía que estaba cerca a su fin. Fue un escritor francés muy refinado y lleno de tormentos por estar casado y ser homosexual”.

Pivot fue igualmente un gran artífice de exclusivas:  el escritor disidente ruso Aleksandr Solzhenitsyn le permitió visitarlo en su exilio americano y grabar su vida cotidiana en familia. O la aparición de Nabokov ─un año antes de su muerte─, quien se oponía a ser entrevistado y aceptó la propuesta con condiciones: saber las preguntas con antelación y leer las respuestas ante la cámara junto a un vaso de whisky; sin embargo, como no quería ofender a los telespectadores, pidió que disimularan la bebida en una tetera.  Por el contrario, Bukowski bebió dos botellas de vino blanco en antena; años después indicó que había ido a la televisión francesa con la intención de crear un escándalo y agregó que estaba algo arrepentido.

“Toda la gente me decía que yo era el mismo en la vida y en la televisión. Era para mí el mejor de los elogios”.

Era tal su humildad y su entrega que se lamentaba de no haber podido entrevistar a muchos otros literatos y de que la televisión no se hubiera inventado con antelación para poder tener testimonios de Rousseau, Flaubert, Victor Hugo… Incluso un día soñó que entrevistaba a Voltaire.

Bernard Pivot siempre fue capaz de cuestionarse, de reinventarse sin abandonar su amor por los libros. A este exitoso programa le siguió Bouillon de culture (Sopa de cultura); estuvo en antena entre 1991 y 2001 y fue calificado como una nueva aventura televisiva que mezclaba literatura, cine y arte. También invitó a políticos, entre ellos Mitterrand, a quien el placer de hablar lo estimulaba enérgicamente.

“La crítica literaria nunca ha sido tan útil como ahora. Hay dos tipos de críticas: la periodística y la académica. Esta se dirige a los estudiantes e investigadores; la periodística, al público general. Yo pertenezco al ámbito de la crítica periodística, soy un periodista que a través de sus críticas incita a leer y a escribir”.

Fue una persona muy inteligente, incisiva, divertida, que recibía centenares de cartas de personas que gracias a él descubrieron la literatura. A su vez, demostró su adaptabilidad a los nuevos modos de comunicación: en las redes sociales también fue muy activo compartiendo sus pensamientos, gustos y placeres literarios con un amplio público; en 2018 era un agitador de internet (con cerca de un millón de seguidores).

“Nunca he sido un hombre de poder, sino de influencia. Mi profesión es despertar la curiosidad de los espectadores. Solo soy un alborotador de cabezas”.

La vida de Bernard Pivot comenzó en Lyon en una familia de pequeños comerciantes, de los que recibió una «estricta educación cristiana». Sus padres tenían una tienda, él fue educado por su madre y sus tías cuando a su padre lo detuvieron durante la ocupación nazi. El primer libro que leyó fue Fábulas de La Fontaine.

“Como yo de niño vivía en el campo y veía animales, esas fábulas les daban voz y sentimientos a esas vacas, pájaros, liebres, zorros, cuervos… Les insuflaban inteligencia, sentido, les hacían reflexionar. ¡Y yo estaba encantado!”.

Pasó la guerra en la región del Beaujolais, donde acabaría escribiendo un Diccionario del amante del vino (2007), su otra gran pasión.

Después de estudiar derecho en Lyon y periodismo en París, comenzó en Le Progrès antes de pasar, en 1958, a Le Figaro. En esta publicación primero trabajó en la sección de economía y después le cambiaron al suplemento literario, y fue ahí donde aprendió el oficio de lo que él llamaba “gacetillero” cultural. Con el tiempo, llegó a ser el jefe de la sección, hasta que la abandonó.

Posteriormente participó en la creación de la revista Lire y dio los primeros pasos en televisión con el programa Ouvrez les guillemets (Abrir comillas), que comenzó en 1973, en TF1: “Yo aprendí a querer la lectura, leyendo. No estaba destinado a hacer el periodismo literario, fue el azar el que me llevó y también fue casualidad que quince años más tarde me propusieran hacer el programa”.

Double J fue su última aventura televisiva entre los años 2002 y 2006. Tiempo después, en 2018, afirmó que lamentablemente se había reducido el espacio que ocupaba la literatura en prensa escrita y en radio si se comparaba con la situación de treinta o cuarenta años atrás. En cambio, reconocía que seguía ocupando un espacio honorable, porque tanto Le Monde como Le Figaro y Libération continuaban teniendo suplementos literarios importantes.

Desde su adolescencia fue un apasionado del fútbol; de joven fue su diversión, su placer. Muchos intelectuales franceses veían mal y no entendían que en una misma persona se diera esa fusión en sus gustos; que defendiera un deporte popular, vulgar, universal, ruidoso, que ellos veían tan opuesto a la literatura. Pero cuando el equipo francés ganó el mundial, opinaron de modo diferente.

Su pasión igualmente se extiende a su lengua materna, el francés, con todas las peculiaridades y las dificultades de su ortografía. Una ortografía que se esforzó en dar a conocer de forma amable a través de sus famosas competiciones desde 1985, que convirtieron los dictados en algo popular.

En 2004 Ingresó en la Academia Goncourt, la que entrega el más prestigioso de los premios literarios franceses. Diez años después se convirtió en su presidente, hasta fines de 2019; en aquel momento introdujo varias innovaciones, entre ellas la prohibición de que sus miembros trabajasen para una editorial.

“El palmarés del Goncourt en más de un siglo es a la vez caótico, sorprendente, excitante y en algunos casos decepcionante. (…) La academia busca en un libro que deslumbre, que aporte una visión nueva del mundo, una sensibilidad original, que dé la sensación de que resistirá el paso del tiempo. También el placer de la lectura y que te haga creer que centenares de lectores compartirán ese placer contigo”.

Hablando de galardones, en 2011, recogió en Madrid el premio Antonio de Sancha que conceden los editores de la capital española y se lo dedicó a su admirado escritor, además de amigo, Jorge Semprún.

“Un español que escribe en francés, un escritor comprometido que escribió novelas alimentadas por su experiencia como intelectual. Él es muy francés, porque es escritor e intelectual. Me gustan los escritores intelectuales”.

Su biografía literaria contiene dos novelas, una publicada en 1959 L’amour en vogue, su primera novela, que él mismo calificó como «un simpático error de juventud» y otra en 2012 Oui, mais quelle est la question?; en 1998,  sacó a la luz sus memorias, Remontrance à la ménagère de moins de 50 ans, con una portada que recorrió medio mundo: el presentador con anteojos de lente baja, un lápiz en la boca y un libro abierto entre los dedos; además de varios ensayos y crónicas.

“Acabo de publicar un libro que se titula Lire! (2018), escrito junto a su hija, Cécile Pivot. He pasado toda mi vida incitando a la gente para que lea, he sido un enlace entre los libros y los lectores. Me entristece ver que los jóvenes no leen. Tengo una nieta a la que quiero mucho pero lee poco, me gustaría que leyese más… No hay que ablandarse, hay que seguir emitiendo programas literarios en la televisión, los periódicos tienen que seguir hablando de literatura, los padres y los abuelos deben dar ejemplo y ser misioneros de la lectura”.

Tenía dos bibliotecas, una en su casa de campo y otra en París; una, personal, con los libros que le gustaban y la otra con los utilitarios, con los libros que necesitaba para su actividad periodística, llena de diccionarios, de memorias, de compendios técnicos. A lo largo de los años cambiaron sus gustos literarios; mantenía la lectura de novelas y poemarios, y sumó los diarios íntimos, las biografías… De siempre permaneció en él el gusto por la literatura panfletaria, de la que sí hay tradición en la literatura francesa.

La gente que lee tiene conocimientos del mundo que los demás no tienen porque al leer te acercas a ideas y a personas de las que no tenías ese conocimiento antes. Leer es sacar noticias de los demás, interesarse por los demás; leer es aumentar tu cultura general propia”.

Cerca de París, en 2007, el escritor chileno Cristián Warnken tuvo la fortuna de entrevistar al entrevistador en su programa Una belleza nueva.  Merece la pena verlo y apreciar cómo era, cómo le nacían de las entrañas las palabras, esa efusividad que transmitía. Y, a su vez, cómo uno y otro están a la altura y forman un dúo que resulta hipnótico y deleitoso. El que le entrevista finaliza preguntándole que si tuviera la oportunidad de interrogar a Dios qué le diría. Bernard sin dudarlo menciona que su primera pregunta sería: “Explíqueme, ¿por qué creo en usted?”

Este hombre que fue un ejemplo a seguir murió en mayo en Neuilly-sur-Seine, un día después de cumplir los 89 años: “Me gustaría morir mientras leo un libro de La Fontaine o de Giono. Leo y de pronto mi corazón se detiene. Sería magnífico”.

Microrrelatos. Tranvía

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 13-07-2024

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Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. “Amplia sonrisa, caderas anchas… una madre excelente para mis hijos”, pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna.
Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera lo conocía.
Dudó. Ella bajó.
Se sintió divorciado: “¿Y los niños, con quién van a quedarse?”.
Tranvía. Andrea Bocconi

Un encuentro en un tren siempre ha dado muy buenos resultados como disparador creativo: Un tranvía llamado deseo, la canción de Gabinete Caligari El último tranvía o la novela de Manuel Rico El lento adiós de los tranvías, por poner tres ejemplos de distintas áreas.  La posibilidad de que surjan encuentros y desencuentros; el viaje que simboliza, tanto físico, como interno, mental; la llegada a algún sitio entendida como el destino o el final del camino… son tres de las opciones que Bocconi ha exprimido.

Comencemos por el inicio in media res del cuento. Esa oración temporal, escueta y definitiva, “Por fin”, nos muestra un ansiado y secreto deseo del protagonista: la aparición de la chica de la historia, que diariamente “ilumina” su viaje en tren. Aunque coinciden en él y se saludan, ninguno sabe nada del otro. Por eso la imaginación comienza a hacer de las suyas creando la ilusión de un posible futuro juntos en la cabeza del protagonista. Con esto Bocconi acierta, ya que consigue aportar la dosis suficiente de humor a una historia que, si no, podría resultar ñoña. De cada una de las acciones de ella el protagonista saca una conclusión que le lleva a sentenciar el tipo de persona que es. Pero el acierto está en que nos ofrece dos perfiles porque también él se nos muestra ante los ojos.

De esta forma, una chica que sube a un tranvía saluda a los viajeros y se sienta con un libro a leer durante el trayecto se convierte en la inmejorable candidata a esposa en el primer párrafo ―simpática y físicamente muy adecuada para parir a sus hijos―; en una descarada ―saluda educadamente a cualquiera―, en el segundo y, en el tercer párrafo, en una persona con la que no se puede contar para nada porque desaparece de repente. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.

Si nos fijamos bien, lo que en realidad se narra es la historia de una relación sentimental que, por exigencias de guion, dura el trayecto de un corto viaje en tren; pero una relación que existe solo en la cabeza, soñadora y llena de prejuicios y estereotipos, del protagonista.

Aprender a leer para no fenecer

Categoría (Cultura y democracia, El libro y la lectura, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 05-07-2024

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Retirado en la paz de estos desiertos,
Con pocos, pero doctos libros juntos,
Vivo en conversación con los difuntos
Y escucho con mis ojos a los muertos.
Francisco de Quevedo

El porcentaje de personas mayores de catorce años que lee habitualmente en España (al menos una vez al trimestre) en su tiempo libre ha aumentado nueve puntos en los últimos diez años, hasta alcanzar el 64,1% de la población, según la encuesta “Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2023” realizada por la Federación de gremios de editores de España. Aunque ese porcentaje baja al 52% si se trata de lectores frecuentes (al menos una vez a la semana), es una buena noticia, sobre todo, porque ese crecimiento se debe en parte al empuje de la juventud, con un incremento de lectores cercano al 12% entre los adolescentes de quince a dieciocho años.

Sin embargo, la opinión que tiene la sociedad española sobre el estado de la cultura no es tan optimista. Muchos docentes se quejan de que sus alumnos tienen dificultades para entender enunciados largos, acostumbrados como están a leer textos cortos en Internet. Las faltas de ortografía son frecuentes, el léxico, deficiente, y la sintaxis, cuando menos, mejorable. Les faltan horas de lectura y comprensión del mundo que les rodea, aunque en eso los educadores no pueden ocultar su parte de culpa. Y tampoco los padres, por su falta de criterio ─e incluso, desidia─ a la hora de recomendar a sus hijos los libros que tendrían que leer. Read the rest of this entry »

Microrrelatos. Christmas

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 10-06-2024

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Cuenca, 25 (Agencias). ― El cuerpo momificado de un hombre fallecido hace 22 años fue encontrado la pasada Nochebuena en un piso de esta ciudad, como resultado de las pesquisas iniciadas tras la reclamación por parte de la Compañía Eléctrica Nacional de una factura que en el mes de diciembre del presente año ascendía a un total de 79.200 pesetas.

En el salón de la pequeña vivienda la Policía halló junto al cadáver, que reposaba en un sillón, una mesa camilla en la que aparecía dispuesta una bandeja con restos de dulces navideños variados, un televisor y un arbolito de Navidad del que pendía, entre guirnaldas y otros adornos, un pequeño Papá Noel iluminado en su interior por una bombillita roja, origen del gasto de energía acumulado a lo largo del periodo transcurrido entre el fallecimiento y el hallazgo del cuerpo.

Alberto Campos Vidal
(Círculo Cultural Faroni, 1993)

En este microrrelato destaca la estructura elegida: una noticia periodística. Está compuesta por dos párrafos repletos de datos, como debe ser si nos atenemos al objetivo de informar que toda noticia persigue. Este formato nos llama la atención porque no concuerda ni con el título de la historia ―no parece que la Navidad como tal sea noticia hoy en día― ni con el contenido ―en lugar de celebrar un nacimiento, hallamos un cadáver―.

Si analizamos la historia que se nos cuenta, nos resulta graciosa en un primer momento porque está planteada como una investigación policial a partir de una reclamación de la Compañía Eléctrica Nacional de un pago pendiente en una casa en la que no vive nadie, ya que el supuesto dueño es un cadáver momificado de hace 22 años y que ha generado un gasto que, prorrateado en ese tiempo, resulta ridículo. Y todo esto sucede en Nochebuena. Pura ironía.

En el segundo párrafo ya se nos amplia la historia con detalles que adornan la noticia de una manera luminosa. La sala de estar en la que está el cadáver cómodamente sentado en su sillón está planteada como si de una tumba egipcia se tratara. Le acompañan una bandeja con dulces navideños, un árbol de Navidad con sus guirnaldas y una luz dentro de una figurita de Papá Noel que es la que ha originado tan “considerable” gasto. Y este consumo de electricidad ― “el milagro” de mantenerse encendida― es el que ha dado la voz de alarma.

Lo terrible de todo esto es que nadie ha reclamado un cadáver en ese periodo de tiempo; nadie lo ha echado de menos. Si ya es triste constatar lo sola que estaba en el mundo esa persona, y más en esas fechas de reuniones familiares y encuentros con amigos, lo más ridículo es que se descubra por una denuncia de impago. Estas cosas también pasan en Navidad, de ahí el título.

Una relectura de Bartleby, el escribiente

Categoría (El libro y la lectura, El mundo del libro, Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 26-05-2024

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En algún lugar de un libro hay una frase
esperándonos para darle sentido a la
existencia.
(Miguel de Cervantes)

Preferiríamos no tener que hacerlo, pero debemos reivindicar la lectura de los clásicos y después su relectura. En esto vamos a muerte con Italo Calvino que afirmaba, entre otras cosas, que “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”.  En cualquier época en la que lo leas habla de ti y de tu mundo, aunque el autor en realidad lo haya escrito para explicar el suyo, por eso se suele decir de los clásicos que aguantan muy bien el paso del tiempo.

Pongamos por caso la primera lectura en la adolescencia y la segunda en plena madurez, y comparémoslas. Cuando, en el instituto, el profesor de filosofía te propone diversas lecturas, las disfrutas, pero de una forma distraída; la falta de vivencias, los divertimentos propios de la edad y el escaso número de lecturas con que compararlas no nos permite valorar el alcance total de las obras.  Sin embargo, con la relectura de la madurez, logramos apreciar los detalles y significados que se nos pasaron por alto y sentimos un placer extraordinario porque, aunque la obra sea la misma y no haya cambiado, nosotros sí lo hemos hecho por lo que el reencuentro con ella se convierte en un redescubrimiento.

Es lo que nos ha pasado con Bartleby, el escribiente, una novela corta escrita por Herman Melville, un novelista estadounidense cuya obra está construida sobre sus apasionantes vivencias: vivió como un gran aventurero, enrolándose en barcos y en balleneros ―Moby Dick sería su máxima obra sobre este tema―, conviviendo con una tribu de caníbales de los Mares del Sur ―su libro Taipi, así lo atestigua―, incluso escribió un largo poema épico, Clarel, inspirado en sus viajes por Europa y Tierra Santa pagados por su suegro para que se “curara” de los problemas literarios, sentimentales y de salud que le acuciaban. Read the rest of this entry »

Microrrelato. Ese viene a por ti

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 10-05-2024

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“Ése viene a por ti”, me avisó mi amiga con un codazo. Lo vi avanzar, cual Humphrey Bogart entre la niebla. Se paró en la baldosa negra, frente a mí, y aplastó el cigarro con la punta del zapato. No me importaba ser la última de su lista de conquistas, pero dijo: “Bailas”, no “¿bailas?”. Me puse de pie sobre la baldosa blanca. Él se movió dos baldosas negras atrás, para dejarme paso hasta el centro de la pista. Y allí lo dejé, con los brazos colgando a lo largo del cuerpo.
Lola Sanabria García (Relatos en cadena, Cadena SER)

Dos son las imágenes que se forman en nuestra retina después de leer este microrrelato tan poderoso desde el punto de vista de la visibilidad. Una, mediante los colores de la escena en clara alusión a las películas en blanco y negro, con un Bogart totalmente metido en el papel de ligón, y otra, mediante la descripción del suelo del espacio donde sucede la acción, que no es ni más ni menos que un damero. Read the rest of this entry »

Rafael Chirbes. Escritor genuino

Categoría (El libro y la lectura, El oficio de escribir, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 26-04-2024

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Este año hubiera cumplido 75 años —en 2015 un cáncer se lo llevó de su comunidad natal, Valencia— y representaría la figura, cada vez más inusual, del ducho en muchas materias que se ha nutrido de sus antepasados y que ha dejado huella en sus contemporáneos.

Rafael Chirbes escribió desde chiquitín. En su adultez empezó a publicar y lo siguió haciendo a lo largo de su vida. Una vida nómada, solitaria, independiente, lúcida en sus opiniones y coherente con sus ideas. Gran lector, conocedor de diferentes literaturas y excelente espectador de cine.

“Tengo solo una vida y hace años que elegí dedicarme a la literatura y no al comercio. Milito en el espacio de la escritura. Ahí me gano mis amigos y enemigos. Ahí les cuento las cosas a los demás al mismo tiempo que me las cuento a mí mismo”.

Es en la escritura de su vasta obra donde se ha exprimido, donde se ha dado a conocer, donde ha teorizado sobre la novela, donde ha sabido atrapar al lector, donde ha aprendido de lo que escribe al tiempo que lo escribe. Read the rest of this entry »

Microrrelato. Cómo se llamaba

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 10-04-2024

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―¿Cómo se llamaba?
―No es necesario que me hables de usted. Me llamo Mario.
―¿Y yo? ¿Cómo me llamaba?
―Te llamas. Todavía te llamas Isabel. Y eres mi mujer. Siéntate y come.
―¿Esto me gustaba? ¿Qué era?
―Sí. Te gustaba. Te gusta. Es sopa.
―¿Comía siempre ahí enfrente?
―¿Quién?
―Usted.
―Siempre, Isabel. Siempre como aquí enfrente. Delante, a tu lado. Siempre.
―¿Y me quería?
―¿Quién?
―Usted.
―Te quería sí. Te quería Isabel.
―¿No usas ahora el presente?

Gabriel de Biurrun Baquedano
(Relatos en cadena, La SER) Read the rest of this entry »

El canon literario

Categoría (El libro y la lectura, El mundo del libro, Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 25-03-2024

Se define el canon como “el conjunto de reglas, preceptos o principios que rigen una disciplina humana” y también como “el modelo que reúne las características perfectas en su género. El término proviene de una raíz semítica del griego antiguoΧανων─ y se puede traducir como “recto como una caña”. Lo utilizaban los albañiles como vara para medir tamaños y distancias. Más tarde, lo adoptaron los mercaderes en el Ágora creando un patrón de pesos y medidas esculpidos en piedra que les servía de referencia para sus transacciones comerciales.

Pero fueron los egipcios los primeros en fijar una norma que sirviera de pauta a las generaciones futuras y lo hicieron para representar el cuerpo humano, tomando como unidad de medida el puño ─definido como la anchura de una mano─, de forma que la altura del cuerpo era 18 veces el tamaño del puño, distribuido proporcionalmente en distintas partes del cuerpo (dos para el rostro, diez desde los hombros a las rodillas y seis desde éstas hasta los pies).

Más tarde, Polícleto (480-420 a.C.) escribió un tratado titulado Kanon, en el que fijaba las proporciones de la figura humana, conforme al ideal estilado por los escultores griegos de la época. De dicho tratado, solo se conservan algunos fragmentos, pero esas proporciones se pueden deducir del estudio del Dorífero ─su escultura más célebre─, suponiendo que las copias romanas existentes ─como la conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles─, hayan respetado la escala que tenía el original. Su intención era dejar plasmado su “canon”, es decir, un patrón de lo que él entendía que era la forma perfecta del cuerpo humano. Read the rest of this entry »

Microrrelatos. Bellísima

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 10-03-2024

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Mamá, muerta, estaba verdaderamente hermosa. En tiempos mejores le había prometido el más grande funeral. Ahora, la falta de efectivo no iba a cambiar esa promesa.
Limpié la sangre del cuchillo y salí rápidamente para asaltar la droguería de la esquina.
Edmundo Kulino

 Este microrrelato ganó el primer premio del certamen literario “Quince líneas” que organizó el Círculo Cultural Faroni en 1993. Y no nos extraña porque, en tan solo 6 líneas, ofrece la cantidad justa de información, para que el lector entienda la macabra historia, y de sentido del humor para sacarle la sonrisa.

Está estructurada en dos párrafos bien diferenciados por los tiempos verbales que rigen sus acciones. En el primero se describe la escena mediante el pretérito imperfecto (estaba, iba a). Con solo tres oraciones finiquita la presentación y el nudo del relato. La oración inicial nos ofrece dos datos importantes: nos sitúa en el momento desde el cual se cuenta la historia (mamá ahora está muerta) y lo hace uniendo dos conceptos que en principio resultan paradójicos: la muerte y la belleza. El nudo de la historia lo representan las dos oraciones siguientes: madre e hijo se hacen una promesa en algún momento de su vida al abordar el tema de la muerte y sus exequias y, como en la vida no hay nada previsible, de repente surge un pequeño problema que será el detonante de la acción expresada en el segundo párrafo. Read the rest of this entry »

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