Sobre el oficio del cuentista

Categoría (Consejos para escritores, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 14-01-2022

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En abril de 2021, el escritor mexicano Carlos Martín Briceño (Mérida, Yucatán, 1966) publicó un artículo, en la revista digital La jornada semanal, en el que reflexiona sobre las cualidades que ha de tener un cuento para atraer la atención del lector. Y lo hace con la autoridad que le otorga su condición de cuentista consolidado, especialmente tras la publicación de su último libro Toda felicidad nos cuesta muertos (editorial Lectorum, 2020):

El cuento debe tener un arranque extraordinario que seduzca al lector desde el principio.

En este género, en especial, es válida la afirmación de que la buena literatura se funda en la lucha permanente del escritor contra el lector para no ser abandonado por este.

Quizás todos los cuentistas, cuando se lo proponen, son capaces de escribir una buena novela, pero no todos los novelistas tienen la habilidad de construir un buen libro de cuentos.

Ni el lector ni el protagonista deben salir ilesos al término de la historia. El primero debe sentir un resplandor en el cerebro que le impida olvidar el argumento. El segundo debe finalizar psicológicamente transformado en otro.

Un cuento sin tensión no es cuento. Podría ser un hermoso pasaje literario —un buen ejemplo de ese potingue que han dado en llamar prosa poética—, pero jamás merecerá figurar en el género.

El cuento tiene que vivirse a través de los cinco sentidos. Se debe escuchar, paladear, oler, tocar y mirar. Es tarea del escritor que esto suceda.

Los ambientes cerrados son escenarios idóneos para crear grandes cuentos. Cárceles, islas, casas de campo, pueblos alejados de la civilización, hoteles en medio de la nada, automóviles varados a media carretera y barcos a la deriva llevan a los personajes a situaciones límite.

Los cuentos surgen de instantes, de la morbosa mirada del escritor que descubre en las acciones de otros una historia oculta digna de ser narrada.

Cuentos memorables pueden tener su origen en historias reales aderezadas con los vuelos de la ficción.

El cuento, cuyas reglas básicas no han variado mucho con el tiempo, es un golpe de sol en los ojos, un paseo por las entrañas de la condición humana, y debe ofrecer a los lectores, como el Aleph de Borges, ángulos inadvertidos de la realidad.

Por último, un lugar común pero cierto: todo cuentista ha de ser un lector profuso, insaciable. La creatividad precisa ser alimentada.

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