Microrrelato. El perro que deseaba ser un ser humano

Nos encontramos ante un microrrelato escrito en el más puro estilo de la fábula: con una estructura clásica de presentación, nudo y desenlace; un narrador en tercera persona que en orden cronológico nos cuenta los hechos sucedidos y una única acción o anécdota.

En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.

Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna (Augusto Monterroso)

Nos encontramos ante un microrrelato escrito en el más puro estilo de la fábula: con una estructura clásica de presentación, nudo y desenlace; un narrador en tercera persona que en orden cronológico nos cuenta los hechos sucedidos y una única acción o anécdota. El estilo en que está contada es llano, sencillo y claro. Todo esto es lógico si atendemos a las características de dicho género literario.

Recordemos que la etimología de “fábula” proviene del latín fabŭla (relacionada con el verbo hablar): algo que inicialmente se contaba, se hablaba. Originalmente, desde la Antigua Grecia, eran textos destinados o rememorados entre un público joven o poco instruido. De ahí también su intención claramente didáctica y moralizante. Con el tiempo su significado evolucionó a “relato”, “obra teatral”, por eso hoy tenemos palabras como ‘fabuloso’ que usamos para decir que algo es tan bueno que parece sacado de una fábula.

Los personajes de este tipo de textos suelen ser animales u objetos humanizados que responden a arquetipos según los cuales a cada animal se le atribuye unos rasgos o características dominantes. Y siempre plantean temas vinculados a actitudes, comportamientos o defectos morales de la humanidad.

Pues bien, Monterroso se vale de este género para hablar de un perro cabezota que se ha empeñado en ser humano. Como vemos, está estructurado en dos párrafos: en el primero nos presenta al personaje principal en su contexto espacial y planteando el “problema”. En el segundo, tenemos ya el desarrollo y el desenlace en una sola frase marcada por una conjunción exceptiva que conduce al lector hacia el final del relato.

El empeño del perro casi le lleva a lograr lo que desea. La envidia por la vida que tiene su amo le incita a copiarle en todo sin darse cuenta de que la naturaleza de uno es la que es. Pero no solo es envidia, va más allá; es insatisfacción con su propia identidad. Quiere, desea, ser humano por pura inseguridad. Sentimiento muy humano, valga la redundancia, que refleja nuestra inquietud por la búsqueda de significado y pertenencia. El intento de convertirnos en lo que no somos solo nos desgasta y mina nuestro ánimo.

En definitiva, este micro nos está invitando a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza, sobre el hecho de que cada uno de nosotros tenemos una esencia y esa es la que nos hace únicos.

 

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