La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la cierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al león tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora.
De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza ¿volverá y se comerá a mis hijos? Precisamente el león está pensando: ¿para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías?
Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por una coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas colgadas en el cielo, todo ser animado que habita sobre la Tierra duda sin atinar a hacer un movimiento.
Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida.
Raúl Brasca
Este microrrelato lo incluyó en su antología personal de minificciones, dentro del apartado “Uno y el universo” ―homenaje a un ensayo de Sábato―, en el que se integran relatos que ofrecen insólitas respuestas a las grandes preguntas del universo.
En esta historia, estructurada en cuatro párrafos, tenemos la organización clásica de presentación, nudo y desenlace; en ella Brasca nos cuenta un instante en el tiempo, un momento puntual en el que el mundo se para.
Es un segundo de perplejidad que seguro algunos habrán podido comprobar en primera persona si han tenido la mala suerte de atropellar involuntariamente a un corzo, por ejemplo, en pleno salto de un borde de la carretera a otro. En ese instante fugaz de silencio su mirada y la nuestra coincide. Después viene el choque y el ruido.
Pues bien, en el primer párrafo nos muestra a los personajes que entran en acción: cierva y león, por un lado, y cazador por otro, sin olvidarnos de la mirada del narrador que de forma omnisciente nos explica el suceso. Cada personaje está ejerciendo el papel que le toca en la historia: mientras la cierva satisface sus deseos de comer, el león hace lo propio con ella como sustento que llevarse a sus fauces. El cazador, por su parte, también busca el alimento, pero solo después de vanagloriarse de la pieza conseguida. Frente a la necesidad de aquellos, está el ocio y capricho de este.
Paralelo a la presentación de los personajes se nos ofrece su pensamiento de forma lineal y explícita, utilizando el verbo pensar en tercera persona, directamente. Hay un segundo en que cada uno piensa en el otro. Este tiempo es el que une a los tres personajes y que da sentido a la historia y al título. Es ese momento en el que los tres coinciden ante una decisión que tienen que tomar; todo se para, los animales, las plantas… Es el universo entero el que se ha detenido. Hasta que en el último párrafo el cazador dispara y se reanuda el movimiento y, por tanto, el círculo o el ciclo de la vida.
Qué bien expresa Brasca esa paradoja de pensamiento; cuánto poder en las manos del cazador; cuánta capacidad de intervención humana en este hecho.