Cómo iniciar una historia

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 09-04-2016

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Comenzar a leer una historia puede ser para el lector como entrar a una casa. Unas casas acogen y otras rechazan. El autor de un relato tiene algo de amigo que nos invita a casa. Y al igual que el amigo, conviene que el relato ofrezca, como una atención hacia los lectores, ciertas reglas de hospitalidad con el fin de que se sienta a gusto y permanezca un rato en ella.

Puesto que el cuentista tiene que resolver este ejercicio de seducción en unas pocas líneas, es imprescindible que todo esto sea tenido en cuenta.

Existen varias formas de iniciar una historia. Una puede ser mediante una oración circunstancial. El narrador nos muestra una situación como si fuera conocida. Así parecerá que el lector ya está en antecedentes de la historia que se va a contar, lo que le hará sentirse bien en ella.

El condicional es otro inicio óptimo para el relato, porque abre siempre —y desde el principio— las posibilidades de la trama.

Otra opción es el comienzo dialogado, que da mucha vivacidad a una historia. Conviene que el diálogo sea rápido, construido con frases cortas. El lector, apenas entra en la acción, se ubica dentro de la escena, asiste a un intercambio de pareceres y toma postura por un personaje u otro.

El iniciar un relato con una frase hecha es otro recurso muy efectivo. El que lee se siente familiarizado con algo que conoce. Y si, además, se usa de forma irónica, inusual, sorprendente… mucho mejor, porque seguirá atento hasta que se lo aclaren.

Otra posibilidad puede ser el uso de paradojas, es decir, una frase donde predomine lo contradictorio. Desde el momento en que el texto enfrenta al lector a una situación contradictoria, el deseo de una explicación se impone por sí solo.

También el estilo lacónico puede servirnos de cebo. Denota, por parte del narrador, una actitud de querer/no querer contar, como también un cierto escamoteo de información, lo que crea expectación sobre la importancia del asunto.

Exagerar algo —un detalle, un hecho, una actitud…— es una de las formas más frecuentes de captar la atención en la vida cotidiana. Por eso también resulta eficaz como inicio de un relato, pero no hay que olvidar que el tino del autor es fundamental aquí a la hora de evitar lo enfático, lo banal, lo consabido, lo artificioso…

En definitiva, el arranque es decisivo. En las primeras frases de un relato se saborea el ritmo y la temperatura de la ficción. Aquí han aparecido unas formas, existen muchísimas más. Lo fundamental es que esa entrada sea acogedora y, por qué no, demoledora como opina Francisco Umbral para la columna, un género vecino del cuento: “El arranque es decisivo. […] Hay que entrar en tromba en la cuartilla. La Literatura tiene las mismas leyes que la poesía. Todo texto quedará siempre regido por su arranque […]. Los comienzos son importantes. Dan el tono y crean el ritmo.”.

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