De qué habla Murakami
Categoría (El oficio de escribir, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 27-11-2017
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De la originalidad, de los lectores, de sus traducciones, de sus inicios, del béisbol, del jazz… En su ensayo De qué hablo cuando hablo de escribir (Tusquets, 2017) el escritor y traductor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) repasa su periplo literario con la intención de dar a conocer cómo una persona humilde, honesta consigo misma y con los demás, llega a ser lo que es en el universo literario.
Pocos datos asoman de su vida personal: se casó y se vio en la necesidad de trabajar; abrió un bar donde organizaba conciertos de jazz. Posteriormente acabó sus estudios universitarios de Artes Escénicas. No le gustaba estudiar, por lo que nunca se esforzó demasiado (siete años le costó terminar la carrera). Se crio en una tranquila zona residencial, en el seno de una familia pequeño burguesa de asalariados. Leer fue su gran escuela. Si no hubiera leído tantos libros, mi vida habría sido más gris, apática, deprimente, incluso. En ellos aprendió muchas cosas importantes de la vida y no halló ni competitividad, ni reglas absurdas, ni juicios de valor.
En los años ochenta sintió la necesidad de irse de su país; le resultaba difícil escribir en una sociedad que se regía únicamente por el dinero y que se entrometía en su vida personal.
Su incursión en la escritura resulta curiosa: en un partido de béisbol, tras una jugada asombrosa, sintió que él también podía realizar algo increíble como escribir una novela. Sin tener ninguna idea, lo hizo. Al releerla, fue consciente de que lo que había escrito no dejaba ningún poso en el corazón. Entonces analizó el otro aspecto: el idioma. Con su lengua materna, el japonés, cuando intentaba construir frases para expresar un sentimiento, las palabras se le amontonaban. Por eso comenzó a escribir en inglés y, cuando tradujo el primer capítulo, se dio cuenta de que había aflorado una forma de narrar propia de él.
Ese partir de cero, ese No tengo nada que escribir inicial lo transformó en motivación y sobre esa base avanzó en la escritura. Para inventarse un estilo propio, se sirvió de la música, en especial del jazz, así como de frases cortas con una estructura gramatical más bien simple. Quizá no escriba con la cabeza, sino con cierto sentido corporal, como si fijase el ritmo con unos buenos acordes y me dejase llevar después por el poder de la improvisación.
De esta manera, Escucha la canción del viento (1979), su primera novela, ganó el Premio de Literatura Gunzou para escritores noveles, concedido por una revista literaria. Fue su inclusión en el ámbito profesional.
El premio le introdujo en la fama, pero no duda en afirmar que hay cosas mucho más importantes para un escritor que los premios. Lo que permanece en el tiempo para las generaciones futuras son las obras, no los premios. Por eso, solo en dos ocasiones más optó a otro premio, en este caso, el Premio Akutagawa. No le preocupó no ganarlo, es más opina que hubiera sido un inconveniente llamar la atención al trabajar en su bar. Sin embargo, los demás convencidos de que lo ganaría se sintieron obligados a consolarle. Incluso un día se topó con un libro publicado sobre el tema.
Es una persona que necesita mucho tiempo para cambiar el método que tiene de hacer las cosas. Por eso, comenzó escribiendo en primera persona del singular masculino y se mantuvo así durante un largo tiempo. Con sus primeros personajes le ocurrió lo mismo, al principio, era incapaz de ponerles nombre. A la hora de crearlos, no suele partir de una persona real, sino que prefiere fijarse en la apariencia, en la forma de expresarse, de actuar de muchas personas.
Le gusta reescribir, lo define como la actitud de un escritor frente a un trabajo que decide mejorar. Uno puede convencerse de haber escrito algo casi perfecto, pero siempre es mejorable. Por eso en esa fase de reescribir intento apartar mi orgullo y mi presunción. Después llega la primera lectora de sus escritos antes de la editorial: su mujer; discute con ella, pero admite que por lo general tiene razón y nuevamente lo reescribe.
Pocos escritores afirman tajantemente como él que nunca ha sufrido un periodo de sequía creativa. Y es que cuando no se siente con ganas de escribir, traduce del inglés al japonés. La traducción es un trabajo técnico por lo que no interfiere en la necesidad de expresar algo y es un excelente ejercicio de escritura.
La figura del lector no cobró existencia en él hasta que ganó el premio. No es de los que se prodiga en actos públicos, únicamente da conferencias en el extranjero una vez al año o participa en lecturas públicas con firma de libros incluida. Le satisface que sus obras interesen a distintas generaciones.
Lo negativo de esta su profesión está en la crítica que nunca le ha apoyado —incluso calificaron de “contrariedad” el que un escritor se dedicara a la traducción— y puede que todo se entienda porque en Japón, quien hace algo distinto a los demás aviva una reacción de rechazo. Y en la soledad del escritor. Para él es como estar sentado en lo más profundo de una cueva.
A lo largo del libro reitera sin cesar dos números: el treinta, que alude a la edad en la que se convirtió en escritor y el treinta y cinco, los años que lleva escribiendo. Y es que él mismo se sorprende de llevar tanto tiempo haciendo lo mismo. De ese primer día mantiene la misma sensación a la hora de escribir, como si tocara música, la misma premisa de divertirse y la misma libertad para crear algo original. Soy un individualista nato, decidí hacer lo que quería y como quería.
De lo que no habla este libro es de sus gustos literarios, aunque es obvio el guiño a Carver: De qué hablamos cuando hablamos de amor (1987).
INTERESANTE, OMAR LARA DICE: «QUE SE AMA CUANDO SE AMA», AGREGARÍA: ¿A QUIEN ESCRIBES, CUANDO ESCRIBES?…EN EL AFAN DE LA CONTINUIDAD VITAL UNIVERSAL, CREO QUE ANTES QUE NADA ESCRIBIMOS EN CON LA ESPERANZA DE ESA PROYECCIÓN,
JUAN ZUCHEL MATAMALA. CONCEPCIÓN, CHILE.
¡Qué coincidencia tan curiosa! Leí este estupendo libro hace menos de mes y medio. Disfruté mucho. Gracias por tu interesante reseña. Saludos cordiales y de paso, feliz año 2018.
Excelente artículo, Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz. Útil, instructivo y bien escrito; ¿qué más puede pedirse. Solo cabe agradeceros.
Un cordial saludo,
Liliana Costa Staksrud.
Madrid, Noviembre 2017.
LA MODESTIA Y LA SENCILLEZ: VIRTUDES EXCLUIDAS HOY DE LA ACADEMIA
Por. Efraín Alzate S
“La ciencia no es comunicable desde la arrogancia. Exige no perder de vista el principio de la empatía, de conexión con el otro, de saber qué comunicamos cuando nos leen, escuchan o ven. Si renunciamos a esta perspectiva, por descuido o por ensimismamiento, nuestro mensaje no será atractivo, ni tampoco aceptado. Habremos activado las resistencias de nuestros destinatarios, que se habrán inhibido contra nosotros porque nosotros nos hemos inoculado con el falso gen de la autosuficiencia. La comunicación científica, como toda, no se consuma hasta que no se consume. Y debe ser consumida para, en lugar de dormir sobre anaqueles polvorientos, despertar a la conciencia de los demás”. Perrujo S Francisco. El investigador en su laberinto Comunicación social ediciones y publicaciones, 2009
He sido insistente en cuanto a que los títulos cartones y pergaminos no hacen al profesional, a lo sumo lo avalan legalmente para ocupar un espacio en el mundo de la academia. En nuestro medio es común ver a los acartonados en una trinchera, con tapabocas y desinfectantes para no contagiarse del común de la sociedad. Tremendo absurdo la contradicción que se instaura entre humildad, sencillez y el mundo de los investigadores, académicos e intelectuales. Bastaría con recordar a aquellos maestros que con sabiduría y sencillez fueron artífices de lo que hoy somos muchos de los que hemos trasegado hace rato en el mundo académico. Cercanos, pertinentes, prudentes y consecuentes .Un maestro a diferencia de los acartonados, poco retiene para sí. Se dijera que permanece solitario. Ni siquiera guarda en su haber la satisfacción justa de ser reconocido, porque conoce las medidas de la sencillez y la humildad. No se molesta porque se le diga maestro, omitiendo otros honorables títulos que puede tener: Magister PhD etc., porque el derecho de llamarlo así pertenece a otros. Pero no se engríe.
Ser humilde incluso luego de recibir singulares elogios, constituye un signo de madurez y profesionalidad. A esa prudencia valdría añadir que ser humilde, no significa menospreciarse, sino aceptar que se es bueno (a) para ciertas cosas y recibir cortésmente un cumplido. En cualquier contexto, el reconocimiento espontáneo, reconforta. El mismo Sócrates admitió que no puede haber sabiduría sin humildad. En este sentido la humildad consiste en callar las virtudes propias y permitir a los demás descubrirlas. A una persona que habla demasiado, interrumpe a todos y presume de lo que tiene, puede aplicársele el viejo proverbio: «Cuanto más vacía viene la carreta, mayor es el ruido que hace». Nadie está más vacío que aquel que se encuentra lleno del «yo mismo».
Todo premio humano resulta mezquino, cuando se da a partir del exceso de halagos. Los laureles y logros personales deben ser presentados en el instante adecuado y de manera muy breve, pero solo cuando la situación se preste para ello. Es común en las pasarelas de la academia escuchar el autoelogio en los encopetados académicos e investigadores; muy pocos permiten desde la sencillez que sean los demás quienes le consideren una persona modelo o ejemplar en su desempeño. Los intelectuales, académicos e investigadores en su mayoría, salen de sus academias ignaros de la realidad social que les circunda, por ello es frecuente el fracaso de muchos que se dedicaron a acartonar la vida olvidándose de la sociedad a la que pertenece. Muchos de ellos y de ellas terminan de taxistas, amas de casa, de vendedores ambulantes, etc. es posible que en estos escenarios a los que llegaron obligadamente, logren entender el mundo a partir de sus propias necesidades y no desde sus cartones y títulos.
Pero existe un tipo de investigador que posa como intelectual y académico con asombrosa capacidad de mimetización y los escuchamos haciendo presentación de sus propuestas y pergaminos hablando al suelo fingiendo modestia, sencillez y humildad. Algunos desprevenidos dirán ¡como se vio de sencillo el Doctor o la Doctora! En el mundo de la academia de nuestro tiempo estamos atiborrados de impostores encholados en importantes cargos a los que llegaron después de haber mostrado una máscara que no corresponde a la propia personalidad. Ese fingimiento por lo general lo pagan caro cuando salen de los cargos sin pena ni gloria. Un docente investigador y académico consagrado, poco esfuerzo hace por auto- plantarse laureles en su figura, o lo hace cuando requiere plantear algún experiencia; en este sentido no malgasta el tiempo contando lo que es, y más bien aprovecha para enunciar con tranquilidad los alcances de su saber. El peligro de la arrogancia de los que dicen llamarse investigadores y académicos se da cuando por creerse superiores arropan sus discursos con lenguajes rebuscados. La verdad es que en los auditorios están presentes personas que buscan solución a inquietudes y no solucionarle problemas a nadie. La sencillez y la humildad han de ser ese puente que une a un auténtico investigador con la gente. La sabiduría campesina nos dice: “La espiga vacía se mantiene recta, pero la llena de frutos se inclina humildemente”.
Esa falsa modestia latente en los investigadores y académicos que se pasean hoy por la academia, no es más que una forma disfrazada de excesivo orgullo. Es necesario desconfiar de todo aquel que en los auditorios se esfuerza por dejar notar modestia en lo que dice, porque sin lugar a dudas su soberbia está oculta cual veneno letal en el alma. Esa excesiva confianza de los presumidos académicos y docentes investigadores, les lleva con frecuencia a sentirse superiores cuando empiezan a pontificar sobre un tema en una conferencia porque tienen la plena seguridad de ser los que más saben de determinado asunto, y esto muchas veces lleva al fracaso, porque en el auditorio pueden existir personas que pueden saber también sobre lo expuesto.
“La manera más primitiva de acaparar el conocimiento es negarse a compartirlo, tapiar las puertas y ventanas por donde la gente común puede asomarse a los hallazgos de la secta privilegiada. Muchos intelectuales creen que la alta cultura, por su propia naturaleza, siempre será un club de acceso muy restringido y en consecuencia, no vale la pena empeñarse en divulgar lo que la masa jamás comprenderá. Saben, sin embargo, que algunos intrusos pueden meter las narices en las disciplinas bajo su custodia, y para mantenerlos a prudente distancia, procuran oscurecer más aún su lenguaje cifrado, con el secreto afán de que ningún lego ose profanarlo”. Genealogía de la soberbia intelectual, de Enrique Serna
Bastaría responder con este etxto
esa postura libre del escritor japones: Murakami
Todo un mérito y ejemplo de perseverancia. Al parecer su vida , en sí, ya es un argumento de novela. Lo más plausible , para mi es que escribir a pasado a ser parte de su existencia. Muchos saludos y éxitos al escritor Haruki Murakami.
Alberto Tokunaga
Todo un mérito y ejemplo de perseverancia. Al parecer su vida , en sí, ya es un argumento de novela. Lo más plausible , para mi es que escribir ha pasado a ser parte de su existencia. Desde Perú, Muchos saludos y éxitos al escritor Haruki Murakami.
Alberto Tokunaga
Grata nota de el perfil de una gran experiencia literaria a partir de un escritor distinto y de superlativa importancia puesto que es un comprometido comprometido con el arte de escribir.
Gracias Manu.
Aunque probablemente merece su éxito,afortunado Murakami..Tal vez hay que marcharse del país donde uno vive para tener una mínima repercusión. Más todavía si se pretende crear una obra personal.
Solo llevo metido en esto de las letras 7 años y ya he escrito sin publicar mas de 50 textos, antes fuí deportista en varias disciplinas: Ciclismo, Atletismo, Tiro con arco, Tenis, caminante extremo y empecé yendo a un taller de literatura en donde me dijeron que fuera y que si no me gustaba no volviera y eso hice y me cambió la vida, ya me presento en escenarios donde soy muy aplaudido por mis escritos donde habla mi corazón, nunca escribo y creo que no lo haré si no siento el deseo de expresarme, Haruki Murakami hizo mas o menos lo mismo oyendo jazz y desahogándose, me gustó su forma de narrar su vida. Escribo mucho a periódicos y revistas donde no pagan nada pero despacio despacio se llegará lejos y seguro. Soy de Medellín Colombia y soy alumno de La Magia del Verso.
Me ha encantado vuestro escrito sobre Murakami del que soy una gran admiradora.
Un bonito paso a través de su vida y su obra, estando en él entretejidas. La una no se entiende sin la otra.
Cuando leo alguna obra suya siempre me sorprende su mente. Como deambula por los distintos pasajes de la de sus personajes y en cada momento te sorprende, te atrae, te cautiva, te inquieta. No puedes leerle y permanecer indiferente.
Hay una característica en él que a mi me atrae especialmente y es como trata de conseguir el ritmo, sobre todo a través del deporte, que una vez instaurado en su cuerpo le permita trascender lo que está haciendo y entrar en otro mundo que es la conexión con la vida, su yo, su espíritu para que de ahí puede surgir lo mejor de él mismo.
Murakami una persona muy atrayente e interesante.
Maravilloso. Lo guardaré para releerlo de vez en cuando. Mi profunda admiración .
Sayonara.