Del cuento y de la novela

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 05-04-2015

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Escribir es decir y callar. Narrar es contar y omitir; contar una parte y omitir el todo. Un cuento no es una historia grande que el autor resume o comprime hasta encerrarla en unas pocas páginas; ni es una especie de novelón en miniatura, sino todo lo contrario. Un cuento es el relato de un incidente mínimo, que muestra lo imprescindible y sugiere todo lo demás.

Una novela no es la transcripción pormenorizada de toda una vida a pesar de disponer de 300 páginas para mostrar la vida de sus personajes. Una novela, cuanto más extensa es, más posibilidades ofrece al escritor a la hora de desarrollar la trama. El cuento, sin embargo, por su pequeñez espacio-temporal, no sólo admite sino que exige precisión, armonía, exactitud. Lo principal en él es el suceso: suceso único y hermético.

Dice John Gardner que un cuento es como una máquina con numerosos engranajes; no debe contener uno que no haga girar algo. Desde sus orígenes, conserva sus dos características esenciales: su unilinealidad ―es decir, su espina dorsal única e indivisible― y su unidad de asunto. Son las dos primeras leyes estructurales que lo apartan y alejan de la novela.

Horacio Quiroga, el extraordinario cuentista uruguayo, en su artículo “Ante el tribunal”, alude con vehemencia a este rasgo primordial del relato: “Luché porque el cuento tuviera una sola línea, trazada por una mano sin temblor desde el principio al fin. Ningún obstáculo, ningún adorno, debía acudir a aflojar la tensión de su hilo. El cuento era, para el fin que le es intrínseco, una flecha que cuidadosamente apuntada, parte del arco para ir a dar directamente en el blanco”.

Otro aspecto importante del cuento es su unidad funcional. Ésta ayuda a canalizar el interés o la emoción del lector y, al mismo tiempo, a concentrar este interés hasta el final del suceso narrado.

Abundan novelas a las que se les puede desgajar fragmentos y diálogos, capítulos y hasta personajes. No pierden nada con ello; a veces, incluso, pueden llegar a ganar en belleza e interés. Esto es irrealizable en un cuento auténtico porque romperíamos su unidad funcional característica. En un buen relato, la primera idea o emoción del lector sigue funcionando y trascendiendo hasta después de leer la última línea.

No debemos olvidar que lo que aparece en un cuento es la selección de datos verdaderamente imprescindibles. Ya lo dijo Ernest Hemingway: Un cuento es como un iceberg del cual sólo se ve una mínima parte pero son los kilómetros de base los que lo hacen visible”

Y para acabar, las sabias palabras de otro maestro del cuento como es  Edgar A. Poe: El cuento se caracteriza por la unidad de impresión que produce en el lector; puede ser leído de una sola sentada; cada palabra contribuye al efecto que el escritor previamente se ha propuesto. Este efecto debe ya prepararse desde la primera fase y guardarse hasta el final. Cuando llega a su punto culminante, el cuento debe terminar y sólo deben aparecer personajes que sean esenciales para provocar el efecto deseado”.   

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