Derecho de autor frente a dominio público
Categoría (Derechos de autor, General) por Manu de Ordoñana el 22-05-2014
Tags : ciudadano-acceso-cultura, creaciones-literarias-anonimas, derechos-de-autor-carácter-temporal, enemigo-industria-editorial, estatuto-de-la-reina-ana, intermediario-escritor-lector, monopolio-editorial
Derecho de autor y dominio público son dos derechos contrapuestos que a menudo colisionan:
- El autor, a percibir una recompensa por el esfuerzo realizado para producir su obra, el tiempo utilizado, además del reconocimiento moral que le otorga el público que la disfruta.
- La sociedad, para acercar el conocimiento al mayor número posible de personas, fomentar el nacimiento de nuevos creadores y contribuir al desarrollo social de los países.
Este conflicto de intereses se complica todavía más cuando aparecen los intermediarios entre el escritor y el lector, que acaparan la producción y la comercialización del objeto creado, lo que les arrastra a destinar enormes cantidades de recursos en promoción y publicidad, para recuperar con rapidez la inversión y retribuir a sus propietarios. La lógica del beneficio pervierte el objetivo del saber y se convierte en el verdadero meollo de la cuestión. Antes, las cosas no iban por ahí.
En la Edad Media, la mayoría de las creaciones literarias eran anónimas, no sólo por la falta de documentos acreditativos, sino por el papel que se atribuía a los autores, sometidos a la voluntad de las clases privilegiadas que, como financiadores de la obra, preferían silenciar la autoría, por ser información irrelevante. Lo mismo ocurría con la música, por la fidelidad del trovador a su señor feudal y la mala imagen que tenían los juglares.
El Renacimiento alumbró una clase media que se enriqueció con la industria y el comercio, surgiendo así un consumo de bienes culturales que antes no existía. El mercado del libro adquirió volumen y la figura del autor tomó relieve. Las imprentas empezaron a protegerse de la competencia y la Iglesia ─con la venia de la monarquía de turno─ hizo todo lo posible para controlar la circulación de textos, propiciando la concentración de la producción editorial en torno al poder dominante.
Ese monopolio provocó la aparición de impresores aforados que se atrevieron a burlar la censura estatal y sufrir la hostilidad de los gremios privilegiados. Ubicaron su actividad en la periferia ─Escocia e Irlanda para el mercado inglés; Holanda y Suiza para el francés─ y, amparados por la lejanía, empezaron a publicar textos censurados y ediciones baratas de los bestsellers del momento.
Al principio, el Estado fue capaz de controlar esa competencia desleal, pero con el tiempo, las prácticas piratas terminaron por imponerse hasta que no tuvo más remedio que ceder y cambiar la legislación. El estatuto de la Reina Ana en Inglaterra (1710) fue el primer intento de legislar sobre derechos de autor, si bien su intención era proteger al editor más que al autor. A partir de ahí, los países de Occidente siguieron su ejemplo y adoptaron medidas más o menos estrictas para proteger la creación literaria.
Todos contentos… hasta que irrumpió la tecnología digital. Primero fue la música la que sufrió la dentellada de la piratería con la reproducción de copias ilegales fuera de todo control, luego le llegó el turno al sector audiovisual: películas y series televisivas se bajan de Internet sin obstáculo. Y finalmente es el libro el que ha entrado en ese tráfico clandestino, aunque no a los niveles que nos quieren hacer creer los medios de comunicación.
Pero las nuevas tecnologías no trajeron sólo la piratería, también impulsaron nuevas recetas de gestión empresarial que primero se aplicaron en la industria manufacturera, luego se extendieron a los servicios, y más tarde alcanzaron al mundo del libro. Así surgieron nuevos editores de ámbito multinacional, que ensayaron con éxito nuevas formas de producción para adecuar las tiradas a la demanda y reducir la cadena de distribución hasta el punto de llegar sin eslabones hasta el cliente final. Eso les ha permitido reducir los precios, ajustar las existencias y ofrecer un catálogo que difícilmente se encuentra en una librería.
Éste es el verdadero enemigo de la industria tradicional, no la piratería (que, al final, se limita al libro digital cuyas ventas en España son todavía reducidas), una competencia a la que inútilmente se le ponen trabas, con la débil excusa de proteger la producción nacional para salvar unos puestos de trabajo que tarde o temprano terminarán por desparecer, en lugar de encarar el problema y propiciar la modernización de aquellas empresas que tengan alguna viabilidad. Pero no, es más fácil echar la culpa al mercado, al extranjero, o a la madre que lo parió.
Mientras tanto, el Gobierno Español titubea y no sabe cómo guardar la cara. Ahora que el Consejo de Ministros ha presentado al Congreso el anteproyecto de reforma de la ley de Propiedad Intelectual, las críticas a su contenido han arreciado de todos los agentes implicados. Las entidades de gestión se quejan de que sus opiniones no han sido escuchadas y que el Gobierno sólo aspira a poner un parche para frenar la amenaza estadounidense de incluir a España en la llamada Lista 301, una relación de países acusados de permitir la piratería digital, aunque su lectura apunta a que el objetivo sigue siendo proteger la industria nacional.
Los partidarios del sistema garantista sostienen que, para estimular la producción literaria, es preciso premiar el esfuerzo creativo. Con ese argumento tan simple, han convencido al poder político para legislar en su beneficio, protegidos como están por contratos leoninos en los que el autor les ha cedido para un largo periodo de tiempo ─si no para siempre─ la exclusividad en la explotación de su obra.
Ha sido la industria la que se ha apoderado de los derechos de autor, a cambia de alguna migaja. Ella es la que hace el verdadero negocio, al amparo de una normativa que propicia el monopolio. Y al mismo tiempo, ha ido cercenando ese espacio casi olvidado en el que los ciudadanos comparten el conocimiento de manera solidaria, sin pagar royalties y que se llama dominio público. Pero esto no es nuevo… siempre ha sido así. Ya a principios del siglo pasado, Baroja se lamentaba en sus memorias de lo poco que ganaban los escritores y de lo bien que les iba a los artistas, sobre todo a los pintores.
Es verdad que, en los últimos tiempos, algunas estrellas que iluminan el firmamento literario se han convertido en figuras rutilantes de la vida pública, pero son excepciones. Aunque sea legítimo aspirar a la riqueza, no concibo el imaginario de un poeta viciado con propósitos utilitaristas. El escritor comprometido con la mejora de la condición humana ha de estar vacunado contra la codicia y ordenar su vida en torno a unos ingresos que le proporcionen un clima sosegado para ejercer su profesión, mas no dejarse llevar por el dinero y la gloria. La literatura ha de seguir siendo el adalid de la libertad y luchar contra el avance de un capitalismo contumaz que pretende instalarse en el poder y dominar la sociedad. Malo sería que llegara a contagiarse de esa dictadura del beneficio que pulula alrededor y perdiera su sagrada misión de defender la dignidad humana.
La legislación que se aplica hoy en Occidente es una aliada del sistema, ya que se asienta en el principio de preservar los intereses de la industria. Con el falso argumento de defender los derechos de autor y combatir la piratería, los grandes sellos editoriales están adquiriendo a un coste muy bajo la propiedad de la cultura, en menoscabo de los contenidos que corresponden al dominio público. Sería bueno que, al menos, el mundo intelectual se percatara de este hecho y dejara de tutelar la reforma de la ley que en este momento se discute en el Congreso.
No hay que olvidar que el derecho de autor es de carácter temporal y no de propiedad indefinida, ya que su objeto es asegurar el sustento del escritor y, una vez cumplida su función, prescribe, para convertirse en patrimonio cultural de la Humanidad. En la mayoría de los países, la protección se alarga hasta setenta años después de la muerte del creador, plazo que muchos consideran excesivo, habida cuenta de que su talento no es un bien infuso. El artista ha recibido un legado intelectual de sus antepasados que le ha servido para producir su obra. Las creaciones del ser humano no salen de la nada, incorporan, en mayor o menor medida, piezas preexistentes. En ese sentido, el dominio público impone unos límites a los derechos de autor. Éste no es propietario exclusivo de su obra, sólo una parte; la otra pertenece a la sociedad. Pero ¿en qué proporción? La polémica está servida. La respuesta, en torno al baricentro del triángulo formado por los tres vértices:
- El autor, que precisa el derecho a explotar en exclusiva su obra durante un tiempo limitado, el necesario para vivir con holgura y seguir creando.
- El usuario, al que se le reconoce un derecho de acceso al conocimiento a un precio razonable, si no gratuito, para reforzar el patrimonio colectivo y fomentar así el arribo de nuevos creadores.
- El intermediario, para operar en un terreno en el que se reconozca su labor como inversor que asume riesgos, invierte dinero y percibe un rendimiento.
He aquí lo que dijo Víctor Hugo en su discurso de apertura del Congreso Literario Internacional de 1878: “El libro, como libro, pertenece al autor, pero como pensamiento, pertenece al género humano. Todas las inteligencias tienen su derecho. Si uno de los dos derechos, el derecho del escritor y el derecho del espíritu humano, tendría que ser sacrificado, ciertamente, el derecho del escritor sería el sacrificado, ya que el interés público es nuestra preocupación única, y todos, yo declaro, tienen la prioridad antes que nosotros”.
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Muchas gracias por el interesante material. Siempre es un gusto leer sus escritos.
Saludos cordiales.
Muy interesante, amigo. Gracias por compartírnoslo.
Abrazo
… sólo quiero dejar lo siguiente: «tiene que haber vida para todos»; mis saludos. Orión
Hay demasiadas imprecisiones en tu artículo (e incluso algún error de bulto como que los derechos de autor de obra escrita no pueden cederse indefinidamente a ninguna editorial, salvo en contadas excepciones perfectamente reguladas y perfectamente lógicas, como por ejemplo que el autor sea un redactor a sueldo de una empresa). Para empezar hablas de un «intermediario» entre autor y lector, cuando (en el camino normal) hay hasta tres: editorial, distribuidor y librero. Para continuar hablas de que ese triple intermediario es quién se queda con la parte del león del PVP de una obra y le da las migajas al autor en forma de derechos de autor, omitiendo que quién asume los gastos y quién arriesga económicamente, es el editor que es quien paga por la producción (imprenta, maquetación, traducción si la hubiese, diseño, marketing…), gastos fijos que paga se venda uno o cien mil (evidentemente lo hace con intención de vender cien mil, pero si vende cien, no hay otra que asumir esas pérdidas). Vamos que no es que se lleve el dinero por poner una marca (que también arriesga) y ya.
«Los partidarios del sistema garantista sostienen que, para estimular la producción literaria, es preciso premiar el esfuerzo creativo». Los partidarios del sistema garantista y los partidarios del sistema capitalista en general (especialmente los trabajadores). Resulta, llámame excéntrico, que a todos nos gusta cobrar por nuestro trabajo y nos parece lícito hacerlo (amén de que siempre nos quejamos de lo mal pagados que estamos). Eso sí, lo de pagar por el trabajo de otros ya no nos parece también y en aras de proteger el derecho de acceso a la cultura, nos parece que todo debería ser gratis.
«Éste es el verdadero enemigo de la industria tradicional, no la piratería (que, al final, se limita al libro digital cuyas ventas en España son todavía reducidas), una competencia a la que inútilmente se le ponen trabas (…)», me gustaría que me explicases cuáles son esas trabas, porque yo no las veo. Por cierto, si hemos de cerrar para reconvertir todos los puestos de trabajo de empresas de acuerdo a su viabilidad futura y a la supuesta falta de competitividad, empecemos a cerrar todas las empresas de manufactura y fabricación en España, toda vez que en China y resto de países asiáticos, en Marruecos y otros tantos países africanos… están por la labor de ser más competitivos (léase cobrar menos) que los caros obreros españoles.
Harina de otro costal es el supuesto derecho de acceso a la cultura. Bastante más importante que el acceso a la cultura es el acceso a la educación, y desgraciadamente, sobre ese asunto la polémica y la movilización en las redes es sensiblemente inferior. Parece que nos interesa más ver la última película de Spielberg gratis que que nuestros hijos tengan garantías de una educación de calidad y gratuita (incluída la universidad). Dentro de ese acceso a la cultura tampoco leo muchos artículos denunciando que las bibliotecas carecen de presupuestos para adquirir nuevas obras (y sí, el acceso a la cultura gratuita y legal existe: se llama biblioteca), a la gente le preocupa que se cierren las páginas de enlaces no que no haya nuevos fondos en las bibliotecas.
En fin, que siento invadir tu blog pero de cuando en cuando me da por pelear en una batalla perdida de antemano y sobre la que hay mucha más tela que cortar que lo que normalmente se enseña por los dos lados (echándole la culpa de todo a la industria editorial, como muchas veces se echa la culpa desde la industria editorial a los internautas (sea lo que sea ese «ente») de todo lo malo).
Un saludo cordial.
Interesantes reflexiones, me parecen bien casi todas. Es difícil estar en desacuerdo con ellas, por eso ahorraré las molestias a otros: en la Edad Media, el medio creador era indiferente no porque a los privilegiados les interesase, sino porque la definición de artifex excluía completamente la gloria egoísta de la autoría. La mentalidad de la izquierda, obsesionada con lo público, al igual que la derecha, que lo está con lo privado, no concibe ni puede concebir la verdadera frugalidad: que el arte no sea un medio de engrandecer (¿siendo subjetivo y vulgar, como es hoy?) a la humanidad, sino permitir a sus integrantes desarrollarse espiritualmente sin concepciones sentimentales, políticas ni de ningún tipo metiéndose por medio. Para vivir se necesita dinero, y es la debilidad mental lo que hace al individuo propenso a pudrirse por tener más de la cuenta. El escritor medio actúa por ego, no por el bien público, sea como fuere; aunque la mayoría de intelectuales puedan insinuar afecto por la «sociedad», no escribirán por ella. Siempre hay nobles excepciones, extraños atisbos de coherencia en este mundo moderno en el que vivimos. Salud por ellos.
Derecho de autor y dominio público no son entidades naturalmente contrapuestas. La creación y el conocimiento son de dominio público y desde hace relativamente poco se creo la figura de propiedad intelectual, limitada en el tiempo, para establecer una suerte de paréntesis dentro del cual el artista o el científico goza de un pequeño privilegio para llevar acabo la obra o investigación. El dominio público es la regla; el derecho de autor es la excepción.
Aquí se explica con claridad meridiana:
https://www.youtube.com/watch?v=O7-DlOaCsjU
Siempre leo con agrado tus artículos, amigo Manu.
Este de los derechos de autor me ha parecido especialmente interesante pues has expuesto con profundidad y rigor un tema al que hay que enfrentarse sin demora
Agur bat
El artículo es buenísimo.
El lobby de las entidades de gestión se ha dedicado a acusar al usuario, su cliente final, de pirata, de la cultura del todo gratis… Y el problema lo tienen dentro, y ela concepción desfasada de la propiedad intelectual es el lastre del conocimiento. Intentar ponerle puertas al campo en lugar de integrarse en él.
El usuario paga si es bueno, el usuario/cliente está bien educado aunque nos digan que no, y lo hace encantado, antes se comparaban menos libros que ahora se distribuyen, por uno u otro canal, por lo tanto los destinatarios siguen siendo los mismos.
Rechazar fórmulas como el crowdfunding es pegarse un mal tiro en el pie, quien le tiene miedo es que igual le tiene miedo a ver que quizás su obra no interesa lo que esperaba, por más que eso duela.
Yo cada día veo más editoriales pequeñitas, con un comité de dirección de dos personas, que ellas se lo guisan y se lo comen, y funcionan.
En mi web he planteado varias veces los problemas de adaptación de la industria cultural.
Muy interesante artículo.
Esto de los derechos siempre ha sido algo muy discutido.
Andri Alba
Tal vez, como dices, los derechos de autor, tal como lo entienden los grandes sellos editoriales, sirven sobre todo a las multinacionales del libro y fomentan la idea de que lo único importante son los beneficios a corto plazo, de acuerdo con las directrices del capitalismo salvaje que nos domina. Pero no se me ocurre nada que pueda sustituir a los derechos de autor tal como se conciben actualmente aunque espero que se encuentren fórmulas eficaces que defiendan la creación dentro de las nuevas tecnologías.
teresa Maldonado: blog Palco de la Sèvignè
Lovemonker, me parecen muy interesantes tus precisiones al artículo de Manu. Por lo que respecta a las trabas que se ponen al libro digital, imagino que se refiere al IVA que es más elevado que el del libro en papel pues se considera un servicio, no algo cultural.
Un hermoso trabajo que nos implica. Gracias.
A niveles personales, vengo realizándolo de manera altruista por un lado, ya que los acceso a las obras son gratuitas mediante las web http://www.universalproyecto.org y http://www.escuelaabierta.es
Y el hecho de comenzar a imprimirlos mediante UNIVERSAL GLOBAL DE EDICIONES es un paralelismo que la misma persona me incita, cuando te hacen saber que quieren acceder a la obra, mediante el sistema del libro impreso.
Por ahora, los requisitos legales, por un lado; y pretender desarrollar un sistema propio de distribución para pretender ayudar a otras personas, son los mayores impedimentos; pero poco a poco se va haciendo camino.
Parece una contraposición: gratis mediante online, al tiempo que lo comercializas; pero es la opción que por el momento intento. También es intentar llevar a cabo el pensamiento de Víctor Hugo; “El libro, como libro, pertenece al autor, pero como pensamiento, pertenece al género humano’.
Por el momento, gracias Manu por ésta ventana, por la que nos podemos asomar y expresar.
Saludos Juan Galán
Muy interesante el tema «derechos de autor», pero, ¿cuál derecho, en México este derecho no existe, las leyes lo mencionan, pero no se ejecuta, la obra puede ser pirateada
completa aunque ésta este registrada, eso es por un lado, el
otro punto es que el editor publica textos que le van a remunerar más ganancias, porque las verdaderas obras literarias, según ellos no se venden igual.
Lo anterior es lamentable.
Interesante artículo sobre un tema siempre presente en los escritores pero que casi siempre queda en manos de terceros, es decir, el derecho del autor determinado por las compañías editoriales en el contrato. Saludos
La soledad de: Ser escritor.
Nadie más solitario que un escritor. Miles de horas encerrado en uno mismo, para dar a luz una secuencia de sensaciones, sentimientos y olvidados recuerdos de algo que podía haber sido y no fue… Y de repente, nuestro texto interesa a alguien, alguien que quiere apostar su dinero, su tiempo y dedicación, en dar a conocer los esfuerzos que poco a poco hemos ido desgranando en un folio en blanco.
Nuestro texto tiene otro dueño. Hemos firmado un contrato de edición y vemos como nuestros personajes que durante tanto tiempo nos acompañaron, nos hablaron desde la profunda blancura del papel, aparecen ante nosotros, como recién vestidos con trajes nuevos, repeinados y con brillantina en el pelo y vemos desolados que estos personajes entrañables, que desgranaban su alma ante nosotros, dejándonos ver sus más bajas pasiones, sus más puros o viles sentimientos, miran hacia otro lado. Miran sin recato hacia la guillotina del corrector, hacia los criterios del editor que solo ve en nuestro texto una mera forma de recuperar su dinero expuesto… y nuestros personajes nos dicen adiós, dejándonos solos con el vago recuerdo de quien pudieron ser y lo que parecen en los vidrios de las librerías y sin poder evitarlo nos preguntamos ¿Dónde está la fidelidad del personaje? ¿Dónde fue a parar esa amistad que nos unía al personaje? y que ahora al igual que hicimos con nuestros hijos, para que fueran mayores, nos vemos obligados a desumbilicarnos de ellos, quedándonos en la más absoluta soledad.
Pero la soledad continúa en nuestro día a día. De repente recibimos felicitaciones, aplausos, salimos en prensa y medios audiovisuales y aquellos que pasaban por nuestro lado ayer, haciendo caso omiso de nosotros, hoy quieren ser amigos nuestros, pero a distancia, pues apenas entienden esta simbiosis entre un personaje y su autor y ninguno de ellos; a pesar de haberlo deseado lo mismo que nosotros, jamás han sido capaces de escribir su novela. Dejan de vernos como al común de los mortales y nos emplazan en un estrato más alejado. Dejamos de ser el amiguete campechano que compartía conversaciones banales en la barra de un bar y nos sitúan en una posición de respeto y admiración que solo produce soledad. Te miran de la misma forma que nosotros hemos admirado a nuestros autores y escuchamos sus opiniones con respeto. Se protegen a si mismos con la chanza, con la broma fácil, con comentarios que solo nos alejan cada vez más de ellos. Otros esgrimen su mirada torva, para mirarnos desde la lejanía de la envidia.
Lo peor es que nosotros seguimos siendo los mismos de siempre, pero un poco más solos. Solo nos queda una cosa por hacer, buscar la compañía de otros personajes, el regocijo de nuevas historias, la profunda soledad de una página en blanco.
Lo peor de: Ser escritor, es serlo.
Un abrazo Manu
Fernando Baztan
Muchas gracias Manu por la investigación que comparte y que a mi juicio es muy interesante. Lo que yo siempre espero es que mis escritos lleguen a la mayor cantidad de lectores aun cuando el pago que reciba por “la satisfacción de escribir“ no sea el que me de una vida holgada.
Reciba un cordial saludo de
Kalóniko.
La opinión del eximio escritor francés respecto al pensamiento plasmado en una obra literaria, sin duda es lapidaria, en el sentido de ser deudores sociales a la hora de escribir; es decir, es producto de un conocimiento adquirido a lo largo de nuestra vida lectora y de aprendizaje general. Sin embargo, no parece ser nada justo la escasa o risible remuneración, como regalía, la que un autor recibe como contraprestación por su obra producto de un esfuerzo intelectual, descomunal a pesar de ser un placer exquisito producir algo en el que se destaca «nuestra propia voz»; es decir, nuestro estilo y de que, en consecuencia, las grandes editoriales se enjuguen los mayores beneficios por un periodo demasiado amplio en el tiempo, amparados por una ley que le otorga derechos en demasía luego de fenecido el derecho del autor respectivo. Ello implicaría, según lo planteado, otorgar al artista un aumento sustancial de sus regalías en la reforma de la ley en curso que ampara ese derecho. Quizá el ingenio plasmado en determinado tipo de obra merezca una regalía más esencial en numerario, avalado por la crítica posterior.
El uso personal de las obras con fines de estudio o investigación debiera ser libre pero…
Os ha faltado el derecho al trabajo y su remuneración.
Víctor Hugo con todo y su bonomía no tiene como ninguna persona en el mundo autoridad para esclavizar el pensamiento, la idea o la creatividad de cualquier individuo.
Hitler se logró imponer convenciendo a sus contemporáneos de que eliminar a los judíos era lo mejor para el bien común.
El camino del desarrollo cultural moderno no pasa por la expropiación del trabajo ajeno. Pasa por incentivar la investigación, la experimentación, y todo tipo de creación que aporte beneficios para la humanidad.
Quienes deseen trabajar gratuitamente tienen pleno derecho de hacerlo pero no les corresponde decidir quien debe o no trabajar gratis.
La esclavitud preexistente subyuga a los esclavistas pero no despierta interés en los trabajadores honestos
Muchas gracias por su información…Éxitos en su carrera.
Ser escritor… y morir en el intento.
Lo más terrible de ser escritor, es ser consciente que en este país, tan «solo» se publican más de cien mil obras cada año. Por lo cual si un escritor, tarda de media dos o tres años en terminar su obra; eso siendo experto, nuestra obra deberá abrirse paso a codazos entre casi cuatrocientas mil obras. Contando los setenta años de esperanza de vida de un ciudadano español, nos esperan para leer, siete millones de libros a cada uno de nosotros.
Esto puede parecer sorprendente para algunos, pero lo más terrible es que en todo el mundo y en la actualidad, hay más de ciento treinta millones de obras publicadas, que si multiplicamos por setenta años,bla,bla,bla
Lo terrible es también, creer que nuestro libro, ensayo, sainete o magna obra, nos va a encumbrar a la cima del mundo literario y darnos fama mundial.
Lo terrible de ser escritor…es creernoslo.
Por cierto y al hilo del comentario de Raúl F. Rodríguez. Adolfo hitler era escritor. Triste ¿no? ganó un millon y medio de marcos al publicar su obra Mi vida. Siempre se definió como tal. Mas triste aún.
Fernando Baztan
Perdón, quise decir fue el titulo del libro de Adolfo Hitler, del que vendio varios millones de libros
Mi lucha
Es muy interesante e instructivo el artículo,se desccriben facetas que imaginábamos, realidades como la invasión de libros de todas cualidades en librerías que explotan la parte comercial de la mano de editores, y la conclusión final de que escribir es un acto solitario en que la recomprensa es saber que alguien ha leído lo escrito, y aun sin saberlo con certeza basta con la satisfacción de haber hecho un modesto honor a las letras.
Un saludo cordial y gracias por tu blog, amigo.
Saludos cordiales.
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Un tema interesante el que propones del Dominio público…En su momento hicimos un borrador que no se si publicaremos sobre el dominio público y la propiedad intelectual en la antigüa unión Soviética.
La propiedad intelectual es claramente algo cultural, y el Creative Commons es una prueba palpable de lo que está por venir, ya que no es más que el principio…Hay licencias que son increiblemente mejores.
Los del contenido abandonado es un tema que me apasiona muchísimo…Igual no salia un buen artículo conjunto 😉 me estoy empezando a meter en el submundo oscuro de los plagios…
Tu blog es uno de mis favoritos. Un saludo
Increible el post que indicas sobre el Caso de Cela y el Plagio
https://serescritor.com/cela-acusado-de-plagio/ intentaré buscar la sentencia para ver las argumentaciones…Ciertamente es muy complicado demostrar un plagio si está bien hecho…pero al bago siempre se le pilla ya que deja fragmentos…hay algunos programas que te lo sacan bastante rápido ….Si lo que se copia es la idea…es más complejo , salvo que como en el caso que mencionas te lo encuentes de casualidad…
Finalmente, siempre que presenten alguna obra a un concurso…aunque sean nóveles, registrénla…
Por ver, he visto a profesores de universidad copiar trabajos de los alumnos, tener la desfachatez de ponerle una nota mediocre en el trabajo y ni siquiera citarlo 😉