El cuento policiaco. Segunda parte
Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 05-01-2019
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Cuando se trata de construir un relato de este tipo, el modo narrativo por excelencia será el modo de la intriga, que se caracteriza porque en él gran parte de la información se pospone hasta casi el final del relato, precisamente ese lugar que las preceptivas llamaban clímax.
Quién lo va a contar. Lo más corriente en el cuento policiaco es que lo narre el detective u otro personaje secundario (habitualmente muy allegado a él), en primera persona.
Estructura. Existen muchas posibilidades:
- Empezar por el final y volver poco a poco hasta el principio de los hechos.
- Empezar por el centro de la acción, por un momento de tensión, e ir alternando capítulos en los que se explica cómo se llegó a ese momento y cómo se evoluciona a partir de ahí.
- Partir de varios personajes sucesivamente que van confluyendo en torno a un hecho importante y central en la novela, desde donde se sigue la narración.
El detective. Es el auténtico protagonista del cuento policiaco. Por lo general, la descripción del detective al comienzo del relato suele ser parcial, indirecta, porque mezcla diferentes características de su personalidad: el físico, sus aficiones, temperamento…
Existen tres tipos: el lógico, el aventurero y el mixto.
- Sherlock Holmes es quizá el prototipo del primero. Su trabajo es fundamentalmente deductivo. Su capacidad lógica y sus dotes de observación le llevan a la solución de sus casos. Puede ser un personaje débil pero astuto y observador. También suele ser el caso de los detectives de las novelas de A. Christie.
- El detective que llamamos aventurero es el que se ve continuamente envuelto en peleas, amenazas, enfrentamientos con bandas… Ha de ser un hombre de recursos físicos. Muy propio de las series de televisión.
- Cuando se dan en dosis similares acción y lógica, nos hallamos con detectives como Marlowe, de Raymond Chandler. En este autor la lógica y la acción se unen a un personaje interesante y a un estilo vigoroso que gusta al lector. Este detective ha de unir una inteligencia analítica a una buena preparación física.
Delitos, motivaciones, indicios. El delito es el punto de partida del cuento policiaco. El motor de arranque. Lo que justifica la presencia del detective. Puede ser algo consumado (robo, crimen, rapto…) o algo que se sospecha. El esquema más clásico suele partir de la consumación del delito. Después se contrata al detective. La función de éste es reunir los indicios y huellas dejados por el delincuente; así como encontrar sus motivos para el delito. Para todo ello suele basarse en informes de testigos y conocidos y en observaciones personales. Las primeras suelen apuntar a soluciones y personas que luego no resultan culpables, pero que lo parecen. Las observaciones del detective entran normalmente en contradicción con los testimonios y llevan al final a la solución definitiva.
Conviene idear dos tipos de indicios:
- Los falsos: bastante claros y convincentes y que apuntan en una dirección concreta y obvia. El detective ha de seguirlos y comprobarlos.
- Los verdaderos: más ocultos, contradictorios y relacionados con las motivaciones del delito. Normalmente no se aclaran hasta el final. Son los que llevan al detective a la solución.
Los sospechosos. Suele haber un personaje que parece el culpable; todo le señala y todos los indicios se concentran en él. Pero casi siempre ocurre que ese culpable, que nos meten por los ojos, normalmente no lo es. Esta ambigüedad y duda continua sobre los personajes que aparecen es un elemento de tensión e incertidumbre que mantiene el suspense de la lectura. Al crear a los personajes, el verdadero culpable tiene que estar entre ellos. Eso de sacárselo de la manga al final del relato es algo que decepciona al lector.
La trampa final. Hacia el final del cuento, el detective se ha formado una idea de los hechos, más o menos fundada, aunque casi siempre indemostrable a primera vista. El final suele coincidir con la confirmación de esa hipótesis. Confirmación que se produce mediante una “trampa” en la que el culpable cae irremediablemente. Ello confirma y demuestra la tesis del detective. La trampa ha de ser sutil y bien pensada. De lo contrario, demostraría menos inteligencia que la mantenida durante el relato, lo cual sería contradictorio.
En el cuento policiaco la lucha fundamental es de inteligencias. La del delincuente, para realizar impunemente su delito, contra la del detective, que lucha por establecer el equilibrio y la justicia rotos.
Por lo que respecta al detective: Trilogía («En el portal», «En el rellano» y «Entre la espada y la pared») con dos detectives contratados por dos partes interesadas en descubrir al criminal. La primera novela con el lógico como protagonista principal; la segunda con el aventurero como protagonista principal y la tercera y definitiva con ambos detectives confluyendo en el cincuenta por ciento de las dotes de cada uno. Escrita mi gansada, voy con la parte seria: agradezco el artículo, que no tiene desperdicio. y, aunque no podrá ser para este año el escribir con lo aprendido, cuestión de mis limitaciones, anotaré en mi «nube»mejora de mi escasa capacidad a los Reyes Magos para el 2020. Y, ahora, a releer el artículo para grabar su contenido y, de paso, poner en aprietos al serrín que campea a sus anchas en mi cerebro.