El poder de la palabra. Segunda parte

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 05-07-2020

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Según su situación en el texto, las palabras se dividen en independientes o dependientes. Independientes son las que pueden usarse aisladas en el discurso, poseer más de un significado y construir familias de palabras. En este grupo estarían los sustantivos, que designan los sujetos y los objetos, y también los adjetivos, que expresan sus cualidades.

A la hora de escoger el material adecuado para escribir un texto que resulte exitoso, ten presentes estas recomendaciones:

  • Selecciona entre los diferentes sustantivos aquellos que te permitan delimitar con precisión la idea que quieres exponer.
  • Controla los sustantivos que componen el texto, la relación de ellos entre sí, el efecto que producen, la atmósfera que crean y su funcionalidad.
  • Cuando el sustantivo baste para expresar la idea, no le pongas un adjetivo.
  • Si empleas adjetivos, fíjate si son acordes con la idea expresada por el sustantivo.
  • Si utilizas varios adjetivos para el mismo sustantivo, ten en cuenta que el significado puede diluirse.
  • Hay adjetivos sin carga semántica específica como: estupendo, maravilloso, precioso, bonito, delicioso, único, inigualable, inconfundible. Mejor si no los usas.

Dentro de los independientes también está el verbo, que es la parte de la oración que se presenta bajo la forma de acción, de movimiento, de estado, de proceso. Cuando el sujeto realiza alguna actividad, hablamos de verbos de acción. Los de estado son verbos que no aportan un significado pleno, por lo que su función es unir el sujeto con el predicado. Según las necesidades de la historia, utilizaremos unos u otros y los tiempos verbales se adecuarán a la acción que en ese momento se desarrolle.

«Sin embargo, lo peor son las noches. Porque durante el día, por lo menos, siempre tenemos gente a nuestro alrededor. Enfermeras, médicos, el personal auxiliar, las visitas […]. Lentamente va oscureciendo[…]. Sólo de vez en cuando se oye alguna tos, algún suspiro […]. Yo permanezco quieto, con los ojos abiertos, mirando hacia el techo […]. He decidido que en cuanto salga del hospital, en cuanto me dende alta y pueda valerme por mí mismo, me compraré una furgoneta. Sí, una furgoneta Volkswagen. Y me dedicaré a viajar. Una temporada larga. Tal vez un año o dos. Iré de un lugar a otro, sin rumbo fijo». (Aves de paso, J.M. Riera de Leyva)

En este primer texto, por ejemplo, tenemos verbos de estado mientras el personaje explica su situación personal y de acción, a partir del momento en que empieza a hacer planes; entonces cambia el tiempo y utiliza el futuro.

«Contarás después cinco cuartos, y en el quinto te detendrás, porque quinto hijo de Sem fue Aram, padre de los pueblos que habitan esas tierras, y en cuya lengua —cuando era empleada desde el Éufrates hasta el Asia Menor, y desde la Palestina hasta Egipto— está escrita parte de la Ley, y nuestros nombres. En el quinto cuarto vivirás por espacio de siete días y de siete noches, durante los cuales guardarás ayuno y penitencia, rezando al Señor». (El laberinto de Sión. Marcos Ricardo Barnatán).

Aquí, sin embargo, predominan los verbos en futuro en la mayor parte del texto, porque lo que se narra tiene cierto sentido premonitorio, casi bíblico.

«Beatriz Samaritas tenía la consulta muy cerca de lo que en otro tiempo había sido mi barrio. Me recibió vestida con una larga y ancha túnica en la que ocasionalmente se dibujaban sus formas como los músculos bajo la piel del atleta. Creo que me enamoré de ella enseguida, ya lo estaba en realidad desde que vi sus piernas en la peluquería, desde que supe que el bigote de mi padre que llevaba yo era de su pelo» (Tonto, muerto, bastardo e invisible. J.J. Millás).

En este extracto se ve muy bien el cambio verbal que depende en este caso del tiempo de la narración. Ese presente “creo” indica el tiempo desde el que se narra la historia y de ahí salta al pasado para contarnos lo que sucedió y entender así el presente.

Por último, tenemos este fragmento en el que la mayoría de los verbos son de acción, de movimiento, porque la escena que se está narrando lo exige; el personaje va cabalgando por el altiplano, mostrando su poderío desde la silla del caballo. Se narra una única escena y por eso todos los verbos aparecen en el mismo tiempo.

«[…] Orgaz ascendió al galope las faldas de Loreto, destrozando en sus pedregales de basalto, los cascos de su caballo. Desde la altiplanicie que tendía ante su vista un inmenso país, vio todo el sector del cielo, desde el este al sur, hinchado de agua azul, y el bosque, ahogado de lluvia, diluido tras la blanca humareda de vapores. No había ya sol, y una imperceptible brisa se infiltraba por momentos en la calma asfixiante. Se sentía el contacto del agua, el diluvio subsiguiente a las grandes sequías. Y Orgaz pasó al galope por Santa Ana, y llegó a Candelarias». (Los desterrados, Horacio Quiroga).

A la hora de reescribir, hay que fijarse siempre en:

  • Cuántos y qué tipo de verbos constituyen tu relato.
  • Evita los verbos-comodín como: ser, haber, hacer, tener, estar, dar, poner: sirven para todo y no expresan algo específico. Su empleo hace que se pierda la exactitud de lo escrito, porque llevan a la imprecisión.
  • Fundamenta los cambios de tiempo verbal. No empieces narrando en pasado, por ejemplo, y pases al presente o viceversa en el mismo párrafo o en párrafos sucesivos si todo lo que se cuenta ocurre en un mismo momento.

Como ya hemos indicado cuáles son las palabras independientes, únicamente queda por mencionar las dependientes. Éstas tienen una función muy específica que no es otra que la de permitir vincular a las independientes entre sí. Por ese motivo son imprescindibles en cualquier texto. Y son: pronombres, adverbios, preposiciones, artículos y conjunciones.

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