Espacio narrativo. Primera parte
Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 10-11-2023
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Los espacios donde sucede la acción pueden ser de muchas clases. Interiores, exteriores, imaginarios, mágicos… El elegir uno u otro dependerá del tema y del tipo de relato que se vaya a escribir, pero siempre habrá que intentar que el lector “sienta” y “vea” ese espacio como real. Así pues, sea como sea ese espacio, debe ser creíble, coherente, necesario, significativo y no tópico. Por esto es fundamental que la descripción sea precisa, para hacérsela ver y para que el lector se sitúe en el lugar donde están ocurriendo los hechos.
Ejemplo 1: J.L. Borges, La Biblioteca de Babel
“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación, en el medio, cercado por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera, y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos.
Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades fecales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto”.
Ejemplo 2: J.L. Borges, La muerte y la brújula
“El tren paró en una silenciosa estación de cargas. Lönnrot bajó. Era una de esas tardes desiertas que parecen amaneceres. El aire de la turbia llanura era húmedo y frío. Lönnrot echó a andar por el campo. Vio perros, vio un furgón en una vía muerta, vio el horizonte, vio un caballo plateado que bebía el agua crapulosa de un charco. Oscurecía cuando vio el mirador rectangular de la quinta de Triste-le-Roy, casi tan alto como los negros eucaliptos que lo rodeaban. Pensó que apenas un amanecer y un ocaso (un viejo resplandor en el oriente y otro en el occidente) lo separaban de la hora anhelada por los buscadores del Nombre. Una herrumbrada verja definía el perímetro irregular de la quinta. El portón principal estaba cerrado. Lönnrot, sin mucha esperanza de entrar, dio toda la vuelta. De nuevo ante el portón infranqueable, metió la mano entre los barrotes, casi maquinalmente, y dio con el pasador. El chirrido del hierro lo sorprendió. Con una pasividad laboriosa, el portón entero cedió.
Lönnrot avanzó entre los eucaliptos, pisando confundidas generaciones de rotas hojas rígidas”.
Los dos ejemplos están extraídos del libro Ficciones del escritor Jorge Luis Borges. El primero de ellos nos describe el interior de una biblioteca de forma minuciosa. Es un espacio ficticio, pero está descrito como si fuera real, mediante un narrador protagonista. Aunque este tipo de narrador tiende a la subjetividad en sus descripciones —según su estado de ánimo—, este fragmento se caracteriza por la objetividad. La razón puede ser que el narrador desee que el lector sienta como real un espacio infinito como este.
En el segundo, nos encontramos con la descripción de una casa y sus alrededores. El exterior y el interior son descritos por un narrador omnisciente a medida que el personaje se acerca a ella. El lector va “viendo” lo que el personaje mira. El tipo de descripción del exterior de la casa es más subjetivo que el del interior. Es un texto en el que no se ve de forma clara el predominio de un tipo de descripción u otro.
Fijemos la atención en la oración final del último texto: el autor juega con el sonido de las hojas al ser pisadas; para lograr escuchar ese crujido, el astuto de Borges se vale de una fantástica aliteración a base de la repetición de fonemas velares y vibrantes.