Espacio narrativo. Segunda parte
Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 09-12-2023
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Continuamos analizando los lugares donde se desarrolla la acción del relato. En los ejemplos que vas a leer seguidamente, comprobarás que la descripción está hecha desde el modo subjetivo. El narrador muestra ese espacio tal y como lo ve el personaje, en función de su situación afectiva y personal.
Ejemplo 1: J.M. Merino, Cuentos del barrio del refugio
“Mientras intentaba resolver la confusa indecisión en que le había dejado el incidente, la noche disolvía con rapidez su negrura en la penumbra del atardecer. El débil alumbrado disimulaba las líneas desgastadas de las repisas y de los aleros, convirtiendo las balconadas en una larga sucesión de oquedades simétricas, ennoblecidas por aquella apariencia de uniformidad donde ya casi no era posible distinguir los bultos de las bombonas de gas de los trastos acumulados, de las plantas o de las colgaduras de los tendederos”.
En este pequeño fragmento nos damos cuenta de cómo el narrador omnisciente se vale de la confusa indecisión del personaje para describir el ambiente en el que se encuentra. El resultado es un espacio exterior descrito subjetivamente a partir de su estado anímico: su poca claridad de ideas se contagia al paisaje, que no nos permite distinguir los objetos de los balcones.
Ejemplo 2: Pío Baroja, La ciudad de la niebla
“Llegó octubre, y comenzó el mal tiempo. A medida que avanzaba el otoño, las lluvias y las nieblas producían un ambiente pesado y sofocante. En algunos días la niebla era negra, y daba la apariencia de la noche oscura a las primeras horas de la tarde; en otros tomaba un color amarillo de barro y se espesaba de tal modo, que no lo atravesaba la luz de los más poderosos reflectores. Los faroles se encendían en la calle a eso de las tres de la tarde, pero cuando se presentaban las nieblas densas y solemnes, comenzaba el alumbrado a brillar desde por la mañana. Entre la bruma espesa que parecía sólida, los focos eléctricos nadaban como una nebulosa y daban un resplandor azulado, mientras que los mecheros de gas producían una mancha roja, temblona como si fuese de sangre, en medio de la cortina amarillenta que empañaba la atmósfera. En la casa vivían el día entero con luz; a María le daba la impresión de estar dentro de un túnel.
A veces la niebla negra se cernía a la altura de un segundo piso, y la calle, con las luces encendidas, daba la impresión de la noche. Cuando ese cielo bajaba ya no se veía nada.
En las aceras se tropezaba con los transeúntes. Los coches y los caballos surgían de pronto en medio de la oscuridad, y los faroles de los ómnibus parecían pupilas inyectadas de monstruos moviéndose en las tinieblas; alguna que otra vez se veía pasar un coche con un policía de pie en el pescante, que agitaba una antorcha en el aire, lo que daba al espectáculo un aspecto fantástico”.
Aquí, con la ayuda del punto de vista omnisciente de nuevo, se nos ofrece una visión muy subjetiva del espacio exterior que sirve de marco a la acción de la historia que se cuenta. El narrador se dedica a ambientar la situación con un alto grado de subjetividad remarcado por las vagas imprecisiones: “…daba la apariencia de la noche oscura…”, “…a María le daba la impresión de estar dentro de un túnel.”. Toda esa descripción termina con un párrafo final absolutamente fantástico; la escena es casi fantasmagórica: con faroles como ojos monstruosos, rítmicos sonidos de trote de caballos y apariciones repentinas de antorchas al aire.