Estilo rico, estilo pobre
Categoría (El libro y la lectura, El oficio de escribir, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 29-06-2016
Tags : combinaciones-estereotipadas, desconfiar-diccionarios, estilo-presencia-sonoridad, Identificar-lo-imprescindible, lengua-instrumento-literatura, polisemia-forzada
Este es el título de un libro que ha sido todo un hallazgo. Nos ha abierto los ojos y nos ha hecho estar alerta ante lo que leemos y escuchamos. Cada vez que nos ponemos a redactar un artículo, ¡miedo nos da! escribir cualquier frase. Ojalá todas nuestras palabras sean las adecuadas para hacer un pequeño resumen de lo que contiene. Está dirigido a esas personas que realmente se preocupan por la forma de expresión, por escribir sin muletillas, con las palabras exactas y necesarias.
El español no es la lengua materna de Luis Magrinyá (Palma de Mallorca, 1960) y esa distancia que mantiene de observador y aprendiz le ha valido para darse cuenta de todos los errores que se cometen. Filólogo, traductor, trabajó en la RAE y es escritor de varios libros de cuentos y de una novela.
El contenido de este libro rompe varios estigmas: por un lado, desconfiar, en la justa medida, de los diccionarios, ya que no siempre dan fe de las condiciones de vida de las palabras, de su construcción, de sus relaciones…, ya que no siempre son del todo iluminadores y tampoco recogen todas las variantes de la lengua que, como todo ser vivo, cambia constantemente. Y por el otro, ratificar que la lengua es el instrumento de la literatura, lo que a veces no es tan obvio. En todas las artes y oficios se exigen conocimiento y dominio del medio con que se trabaja, de ahí que pensar la lengua es la primera condición del escritor.
En el estilo rico, la riqueza, la variedad, la belleza, la funcionalidad, la intensidad… serán los nobles objetivos a alcanzar, pero no siempre se acierta con ellos. En el estilo pobre, el tema principal es la falta de atención, de reflexión. La polisemia, las palabras comodín… habrá que evitarlas. Todo esto se da por el desconocimiento de las posibilidades de la lengua.
El trabajo de documentación realizado por el autor es inmenso, amplio y muy diverso, aparecen múltiples ejemplos extraídos de novelistas, políticos, periodistas, incluso de la telebasura. Resultan inesperados los ejemplos de muchas plumas autóctonas y de muchos laureados literatos.
Cuando indica la mala utilización de un verbo o de una expresión, alude a su procedencia. Y cuando ésta es el inglés reafirma su gran influencia y lo perjudicial que ha sido, aunque no se le puede culpar de todo. Si para decir que uno es “honesto” en vez de “honrado” o “sincero” no hace falta saber inglés (honest), para sufrir un “trauma” no hace falta tampoco tener ni la más remota idea de quién era Freud.
Vamos a ver varios aspectos que se comentan en el libro y que a nuestro juicio ilustran muy bien el trabajo del autor:
En ocasiones para evitar la repetición se utilizan palabras nada acertadas para lo que se quiere decir y, otras veces, las palabras repetidas no tienen el mismo significado. A los que aspiran a tener un “buen estilo” les han inculcado que la repetición deriva en una prosa pobre y cansina. Pero no todos los sinónimos valen como sustitutos; aunque tengan el mismo significado, no siempre se corresponden en el plano material de las palabras. Por ejemplo, tener miedo, no es intercambiable por poseer miedo. Aquí vemos claramente que hay ciertas expresiones fijas que no se pueden alterar, pero que por no repetir se alteran y el resultado resulta ambiguo y poco adecuado. No olvidemos que uno de los requisitos de un buen estilo es el uso de combinaciones estereotipadas.
Todos los sinónimos no siempre son equivalentes, su significado varía en función del contexto. Además, es conveniente ser selectivos, moderados y precisos, para no caer en desaciertos como: Haz que le siga uno de tus hombres de confianza, aseveró contundente; Bastante tiempo ha vivido usted gratis, rebuznó el administrador. Se tiende a confundir la disponibilidad con la sinonimia. Se ha sustituido el verbo decir creyendo que el estilo será más “rico” y “expresivo”; en cambio, el resultado es que se antepone la profusión a la exactitud.
Algunos verbos se convierten en comodínes porque se ponen de moda, usurpan el lugar a los otros y se termina por abusar de ellos. El uso repetido de verbos como “provocar” y “usar” revela una actitud muy desagradecida ante las posibilidades de la lengua, que se ven así tan pobremente aplanadas como desperdiciadas.
En cuanto al léxico penal, se tiende a vincular las metáforas a los delitos y casi nadie se da cuenta de ello. Así, por ejemplo, cuando no aparece “cometer” suplantado vulgarmente por el omnipresente “realizar”, nos sentimos autorizados a reclamar su presencia: …incluida la capacidad para realizar asesinatos. Asimismo, para el DRAE, “perpetrar” sigue siendo solo “cometer, consumar un delito o culpa grave”, pero para muchos escritores se perpetran obras artísticas: Sin embargo, ¿qué necesidad tenía de perpetrar una novela?, El destino (…) no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo.
Hay cierta teoría que define el lenguaje literario como el que más se aparta de la norma y relaciona el estilo con presencia y sonoridad. Mucha gente aplicada en “escribir bien” se lo ha creído: si algo suena raro, complicado, si no es lo que uno diría todos los días entonces es que tiene que ser “literario”. Que una palabra sea de uso frecuente no significa que sea un coloquialismo ni una vulgaridad. Parece que se rigen por esta máxima: para qué va uno a tener estilo si no se va a notar.
Fijémonos en que a veces, “todo” sobra y alguna vez falta. Todo lo que sabía era que quería matar a alguien, ¿y si se omite la palabra “todo”? El hombre explota al hombre y eso es todo. También podríamos omitir esta muletilla porque no aporta nada al sentido de la frase.
Las preposiciones son elementos de unión a tener en cuenta en el estilo. No siempre se utilizan de forma adecuada conforme a su significado. Podrá presentar cierto interés hacia las artes en general, lo normal es que “interés” se asocie, en este caso, con “por”.
Los fenómenos de sintaxis léxica, es decir, la relación que establecen unas palabras concretas al combinarse o no con otras, son algo enrevesados. A veces, sí que se puede elegir entre dos o tres preposiciones, actitud con, ante o frente a, pero otras veces esas combinaciones no son las propias: su lealtad era para con su familia, no hacia Sadam. En este ejemplo vemos lo que no hay que hacer, pues la palabra “lealtad” está asociada únicamente a la preposición “a”. El periodista recogió los documentos (…) y fue a meterlos bajo el sofá. ¿Seguro que no los meterá “debajo del sofá”? Rochelle estaba ante el ordenador. No, realmente estaría “delante del ordenador”.
Los hiperónimos (palabras de significado muy amplio, genéricos) no se pueden usar en todos los contextos. Cuando es necesario concretar, hagámoslo; normalmente se lee en la biblioteca, no leemos en el lugar. “Lugar”, “mueble”… serían hiperónimos. El camino del estilista está plagado de obstáculos. Las escenas de las novelas suelen ocurrir en alguna parte y esa parte hay que nombrarla. Evitemos: Llevaba una ropa con un escote pronunciado. Una descripción detallada no puede contener un genérico.
A la hora de traducir, se hace muy visible la diferencia fundamental que existe entre lo que es propio de una lengua y de sus mecanismos convencionales y lo que es propio de un tipo de estilo literario o de un autor en concreto. Cuando, en español, decimos de alguien que tiene el pelo «color caoba» no hacemos más que repetir, a pesar de la exquisitez cromática de tal combinación, un uso lingüístico; si dijéramos, en cambio, qué sé yo, que el pelo es de «color marta cibelina», se trataría de una aportación estilística personal. Este ejemplo es evidente y, al mismo tiempo, didáctico. Los apuros empiezan cuando los límites no están tan claros, o cuando creemos que podemos hacer usos estilísticos de meros usos lingüísticos.
En definitiva, este libro alude al gusto por la escritura. Merece la pena acudir a él, recapacitar antes de escribir, dedicar tiempo a pensar la lengua. Es importante saber elegir y atreverse a romper con lo esperable. Una máxima a tener en cuenta es que el estilo consiste precisamente en la identificación de lo prescindible.
Hay que tener presente que la lengua ofrece un repertorio estupendo de posibilidades y el estilo posiblemente consiste en conocerlas, distinguir las reales de las imaginadas o supuestas y hacer, después, una elección. No hablamos de que haya que hacer filigranas, sino, simplemente, de explorar la variedad sin perder la naturalidad.
Interesante y práctico, es bueno recordar lo aprendido
FELICITACIONES, SU ARTÍCULO ES EXTRAORDINARIO Y DE GRAN UTILIDAD PARA TODO CIUDADANO ILUSTRADO AUNQUE NO SEA ESCRITOR.
Muy interesante e instructivo, tomaré en cuenta varios de los consejos mencionados.
Atte.
Mario Daniel Vicente
Escribir es dibujar con palabras un argumento y si no se domina una buena y rica cantidad de vocablos, frases, etc., entonces el trabajo de redactar será más difícil, sin embargo, más le vale al escritor sin mayor dominio, aceptar que su obra será con los recursos que tiene. Insistir en mejorar tendrá un límite, pero no se acercará al ideal que podrá perseguir. En otras palabras, luchar con lo recursos que se posee es mejor, salvo que se prefiera esperar a tener una mayor capacitación.
Muy interesante este artículo, ¿pero alguien podría decirme como cambiar la expresión jajaja, que denota risa y cuando en el escrito se requiere de escenas que causen gracia? Esta pregunta se la hice a un escritor de renombre, me dijo que eran expresiones coloquiales y que uno las podía emplear las veces que quisiera, pero a veces veo un escrito feo cuando tiene esta expresión.
Muy buen artículo. Soy autor de «Secretos para escribir novelas y relatos», publicado en Amazon.
Excelente artículo, gracias por compartir sus experiencias.
Muy buenos comentarios y, en mi caso, utiles justo en el momento de correcciones de mi próximo libro sobre Filipinas. Cordialmente, Ramon Vilaró
ME ENCANTARÍA SABER COMO SE PUEDE ACCEDER AL LIBRO-
Muy educativo su articulo, eso nos enseña o nos guía a ses mas prácticos a la hora de escribir lo que más se quiere comunicar.
tendré en cuenta su publicación…muy útil
El conocimiento de la sintaxis y del lenguaje, es la base para cualquier escritor, . Un texto claro, desarrollado de manera natural, teniendo bien cimentado el tema, encausado inteligentemente adonde desee llegar el escritor, hace que la lectura sea amena.
Estimados lectores:
Manu de Ordoñana es un escritor que vive en San Sebastián, España, y tiene un blog por el cual comparte generosamente sus vivencias y su producción literaria. No lo conozco personalmente, pero lo siento como un amigo con el cual se puede conversar las cosas de la literatura que nos interesan con la seguridad de entendernos y aprender algo más.
Les envío su último artículo.
Cordialmente
Jorge Rendón Vásquez
https://serescritor.com/estilo-rico-estilo-pobre/?utm_campaign=articulo-321&utm_medium=email&utm_source=acumbamail
Muy, pero muy interesante esta aportación a quienes pretendemos hacer de la lengua una herramienta para escribir con propiedad.
Gracias, slaudos,
Alejandro Franco
Interesante la temática del libro y por supuesto el extracto que se publica.
Me gustaría enormemente disponer de un conocimiento elevado de cómo manejar el idioma a la hora de escribir.
Gracias.
Interesante abordaje a un tema que a veces complica , aunque existen otros recursos para sortear el mismo.
El artículo me pareció un poco confuso. Pero, cpincido que escribir claro y simple es lo mejor para el relato y para el lector.
Como siempre —algo muy habitual en ustedes—, este artículo me parece interesantísimo. Desgraciadamente, no todos tenemos grandes conocimientos (por decirlo de alguna manera) en Literatura, pero sin embargo hay escritores que tienen una buena historia que contar y aunque no tengan dicha sabiduría, consiguen llegar a los lectores y hacerlos vibrar con dicha historia o con otros relatos. En mi modesta opinión, es importante tener estilo, y otros recursos literarios, pero también es importante, qué contar o relatar. Por poner un ejemplo, Joseph Conrad que era capitán de la marina mercante, consiguió ser un gran escritor y sin embargo no era un gran literato, y no por ello sus libros desmerecen, si los comparamos con escritores que si tenían más estilo. He puesto este ejemplo, como podría poner infinidad de ellos. Hay escritores que aunque no tengan un estilo elegante, nos conmueven, nos divierten, nos hacen sufrir, y nos transmiten todo aquello que relatan en una gran variedad de emociones. Pero, está claro que si además de contar una buena historia, novela, u otro género literario, se dominan recursos, siempre será más fácil para el escritor llegar a más lectores.
A veces ocurre, que hay quien pretende ser elegante, y no lo consigue, y llega un momento que tienes que dejar de leer un libro porque te aburre tanto que no lo vuelves a abrir en la vida.
De todas maneras me encanta aprender de los maestros, hace años leí «El dardo en la palabra» de Fernando Lázaro Carreter y aprendí mucho de las barbaridades que a veces se leen en periódicos y que en teoría no deberían producirse.
Gracias de nuevo por sus interesantísimos artículos.
Desde Sevilla, os envío un cordial y afectuoso saludo a ustedes y a todos los que compartimos este entrañable e interesantísimo foro.
Acertados comentarios de los que aprendo.
Gracias por compartirlos.