Hemingway. Insinuar más que explicar

Categoría (Consejos para escritores, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 15-11-2018

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En 1925, Ernest Hemingway (1899-1961) escribió En nuestro tiempo, un libro de cuentos que renovó la tradición narrativa del género. En abril de 2018, la editorial Lumen sacó a la luz el libro, con un prólogo que compuso Ricardo Piglia (1941-2017) cuatro meses antes de morir, en el cual el escritor argentino revela el impacto que su lectura le produjo y desvela los secretos que lo provocaron. El pasado 15 de octubre ─primer aniversario de la muerte de su autor─, el diario El Mundo publicó un artículo, con un compendio de dicho prólogo, del cual hemos extraído una serie de conceptos que sirven para descifrar el peculiar estilo literario del premio Nobel norteamericano:

El uso de repeticiones, reiteraciones —ya de palabras, asonancias o consonancias y yuxtaposiciones─, unido al uso de la elipsis, define el estilo inconfundible de Hemingway.

La lógica de una escena no depende de la acción que se desarrolla ahí, sino de las reacciones fragmentarias y entrecortadas de una realidad en crisis. Hemingway sustituye la lógica de la acción con la presencia de un narrador que no quiere decirse a sí mismo lo que ya sabe.

No hay que copiar la capacidad verbal del Ulises de Joyce; hay que empezar de nuevo, con un inglés coloquial, de palabras concretas, de pocas sílabas y frases cortas.

Hemingway trabajaba con los restos del lenguaje, buscaba una prosa conceptual que insinuara sin explicar, elaborando así una escritura experimental, muy conectada con las vanguardias de su época. No describía lo que veía, sino que se describía a sí mismo en el acto de ver. Sus relatos trascienden el nivel meramente descriptivo para desembocar en un estilo que bordea el idiolecto, avanzando desde lo concreto y particular hacia la emoción.

Hemingway quería escribir historias mínimas, tratando de narrar los hechos y transmitir la experiencia, pero no su sentido. La simplicidad de la estructura de las frases y de la dicción ─la de alguien fisurado emocionalmente─ se ve reforzada por el uso restringido de adjetivos y adverbios.

En su prosa, no hay metáforas, ni comparaciones ni oraciones subordinadas. Hemingway evita las técnicas tradicionales y puede ser leído como una versión personal, consiguiendo así la renovación de la literatura moderna.

Es posible omitir cualquier parte de una historia ─incluso su final─ si se sabe qué omitir. Y es más, la parte omitida incluso refuerza la historia, hasta hacerle sentir al lector algo más de lo que ha comprendido.

La relación que el narrador mantiene con la historia que cuenta es el fundamento del arte de narrar. Se trata de transmitir la emoción a la prosa a través de los detalles inadvertidos que provocan una reacción emocional. Todo se da por sabido, las conversaciones son lacónicas y tienden a un hermetismo luminoso que genera un efecto de extrañeza y agudiza la intensidad del relato.

Roland Barthes (1915-1980) señala la influencia que el escritor norteamericano tuvo en la escritura de El extranjero, de Camus: «Cuando Hemingway escribe sus frases cortas e inconexas obedece a su temperamento, pero cuando Camus utiliza la técnica de Hemingway lo hace consciente y deliberadamente, porque considera que es la mejor manera de expresar su experiencia filosófica del absurdo del mundo».

En el relato que cierra el libro, El gran río de dos corazones, Hemingway narra, de un modo sutil y detallado, una excursión de pesca. No pasa nada, pero el cuento acumula tensión, el estilo muestra que el protagonista padece una crisis que trata desesperadamente de controlar sin decirlo nunca. La prosa ha atomizado la acción y el pensamiento hasta reducirlos a sus componentes más simples y los mantiene ahí sin vacilar. El estilo medio esquizo de la narración solo deja entrever la extrema tensión del personaje.

Hemingway postula una teoría de lo imaginario como base del relato, en oposición a la versión de la experiencia vivida, que es el cliché más extendido sobre él, de que primero se vive y luego se escribe. Hemingway es más drástico y establece una hipótesis que funda la prosa en la invención y no en lo que se ha vivido. La única literatura buena es la que uno inventa, la que uno imagina. Eso hace que todo sea real. Todo lo bueno que él escribió lo había inventado; nada había sucedido.

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