La autobiografía. Tercera parte

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 05-09-2021

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A la hora de escribir una autobiografía, si nos fijamos cómo lo han hecho diferentes escritores, veremos que varios organizan la narración a partir de una estructura lineal y cronológica y, después, improvisan. En este caso, el punto de partida puede ser la infancia: una vez la historia comienza por ahí, luego continúan escribiendo sin un plan previo. Otros prefieren plantearse una estructura completa de toda la historia, es decir, planificarla, aunque después estén abiertos a posibles modificaciones durante su desarrollo.

Es vital saber desde qué punto queremos arrancar nuestro relato. Tenemos tres opciones y hay que preguntarse cuál será nuestro punto de partida: por el principio, por un hecho determinante o por el momento presente.

El principio

Esta es una forma fácil de comenzar a escribir. El principio, obviamente, es la primera etapa de la vida, la infancia. Multitud de veces en ella está el germen de nuestra forma de ser.

Así, convencido de que en la infancia está el nudo de la personalidad, mi obra retrata aquellos días y su relación con su aldea natal a la que regresaba, desde Lisboa, la ciudad a la que emigré con mis padres” (Las pequeñas memorias, José Saramago).

Por su parte el cantante Sting, en el comienzo de sus memorias Broken Music, señala:

Es un libro que habla de la primera parte de mi vida, que recorre mi infancia y adolescencia, hasta las vísperas de mi éxito con Police. Narra una historia que muy poca gente conoce. No tenía interés en escribir un relato autobiográfico tradicional de cuanto me ha sucedido, sino que sentí el impulso de explorar momentos específicos, determinadas personas y relaciones, ciertos sucesos concretos que todavía resuenan poderosamente cuando trato de entender el niño que fui y el hombre en el que me convertí.”

Camilo José Cela comienza La Rosa ―primera parte de sus memorias― de esta forma:

Mi padre se llama como yo, y yo me llamo como mi hijo. Mi abuelo se llamó como se llama mi padre, y mi nieto, cuando lo tenga, se llamará, probablemente, como nos llamamos todos.”

Sin embargo, no todas las infancias guardan momentos entrañables. El revolucionario ruso León Trotsky empieza así la narración de su vida:

Se tiene la infancia por la época más feliz de la vida. ¿Lo es realmente? Solamente para algunos, muy pocos.”

Como hemos visto, ninguno de estos personajes sigue el típico esquema de “Nací un soleado día de 1935 y mis padres se llamaban Paco y Juana”, lo cual da un mayor dinamismo a la narración y contribuye a que el lector se enganche al relato. Algunos, aunque utilizan esta fórmula, lo hacen de forma más creativa e incluso añadiendo un toque de humor.

Doblegado ante la autoridad y la tradición de mis mayores por una ciega credulidad habitual en mí y aceptando supersticiosamente una historia que no pude verificar en su momento mediante experimento ni juicio personal, estoy firmemente convencido de que nací el 29 de mayo de 1874, en Campden Hill, Kensington, y de que me bautizaron según el rito de la iglesia anglicana en la pequeña iglesia de St. George” (G. K. Chesterton).

El arranque de nuestros recuerdos infantiles puede estar provocado por una anécdota, un sonido o una imagen, quizás una palabra; es el caso de Pablo Neruda en sus memorias Confieso que he vivido:

Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera.”

Un hecho determinante

Hay momentos que marcan nuestra vida, que la cambian y que dejan en nosotros una impronta permanente. Y esto es lo que muchos autores eligen para arrancar su autobiografía. Esta forma de narrar consigue atrapar al lector.

Es el caso de la obra de Marcos Ana, Decidme cómo es un árbol, que parte del día de su puesta en libertad tras veintitrés años en la cárcel:

Fue el 17 de noviembre de 1961. No recuerdo la sensación de calor o frío, de oscuridad o luz que tuve al salir de la prisión. Iba en una nube, inadaptado y feliz.”

El futbolista Michel Platini, en su autobiografía, Mi vida como un partido, elige un comienzo realmente dramático:

Morí el 17 de mayo de 1987, a la edad de treinta y dos años, día en el que me retiré del fútbol.”

También podemos dar comienzo a nuestra autobiografía por el momento histórico de la narración que mejor nos parezca e interpretar los hechos según nos convenga. Sergiusz Piasecki, en su obra El enamorado de la Osa Mayor, parte con la narración al comienzo de su vida madura cuando entra en el mundo de los contrabandistas. Con frases cortas y contundentes nos involucra desde un primer instante en su nueva etapa:

Fue mi primera ruta. Éramos doce; yo, nueve contrabandistas más, el maquinista Jósef Trifida, un guía viejo y fogueado que iba a la cabeza de la cuadrilla, y un judío, Lowa Cylinder, que tenía a su cargo la mercancía. Las porteadoras no pesaban mucho, treinta libras cada una, pero hacían bulto. Matuteábamos mercancía cara: medias, bufandas, guantes, corbatas, peines, tirantes…”

El momento actual

Otra posibilidad es comenzar tu obra narrando desde el presente. Lo vemos en el ejemplo del filósofo Bertrand Russell:

Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia del amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación”.

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