La RAE, una gran tortuga laboriosa
Categoría (Cultura y democracia, General, Las lenguas) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 24-08-2016
Tags : acracia-lingüística, lengua-perpetua-metamorfosis, léxico-gramatica-ortografia, política-lingüística-comun, pueblo-dueño-lengua, unidad-lingüística-hispanohablante, vocación-panhispanica
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, Dislate significa “disparate” y Arcaísmo, “elemento lingüístico cuya forma o significado, o ambos a la vez, resultan anticuados en relación con un momento determinado”. De dislates, arcaísmos y torpes definiciones está el DRAE lleno, en opinión del escritor mejicano Juan Domingo Argüelles. Si sus más de 600 académicos (contando las veintidós corporaciones que forman parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española) se dedicaran a revisar el diccionario, que en su edición compacta tiene 2349 páginas, no tocaría a más de cuatro páginas por académico. No parece ardua esta tarea si tenemos en cuenta el lema que acuñaron allá por 1715: limpiar, fijar y dar esplendor.
Hagamos un poco de historia. La Real Academia Española, RAE, fundada en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, marqués de Villena, tuvo como precedente y modelo a la Academia Francesa, fundada por el cardenal Richelieu en 1635. El objetivo, desde sus inicios, fue la elaboración del diccionario “más copioso que pudiera hacerse” de la lengua castellana. Ese propósito se hizo realidad con la publicación del Diccionario de Autoridades, editado en seis volúmenes, entre 1726 y 1739.
Después, con la redacción de sus actuales estatutos, se reafirmaron en aquel propósito y lo ampliaron, de forma que en su primer artículo se pusieron como objetivo “velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”. Esos cambios y esas necesidades se dan hoy en día con más rapidez que en otros tiempos. Y es esta dinámica la que ha marcado el comportamiento de los académicos con respecto a su trabajo: antes registraban palabras de forma torpe y perezosa y hoy en día, sin embargo, impaciente y poco cuidadosa. El objetivo se ha cumplido: ya tienen el diccionario más copioso que pueda darse aunque, en nuestra opinión, menos riguroso que el que debieran exigirse.
La Asociación de Academias de la Lengua Española ―ASALE―, antes mencionada, se creó en 1951, bajo el auspicio de la RAE. En ella participan las veintitrés academias de España, América, Filipinas y Guinea Ecuatorial, con el fin de “trabajar asiduamente en la defensa, la unidad y la integridad del idioma común…”. Esta loable iniciativa de compartir la responsabilidad de la unidad lingüística de la lengua castellana ha sido bastante criticada en América Latina por no ser más que “una entidad ficticia, que funciona bajo la batuta de su artífice y rectora”.
A aquel primer diccionario le han seguido otros trabajos relacionados con el estudio de la gramática y la preparación de normas gramaticales. Es el complemento imprescindible del diccionario porque en éste se definen las palabras y en la gramática se explica la forma en que los elementos de la lengua se enlazan para formar textos y se analizan los significados de estas combinaciones. Pero han tenido que pasar casi 80 años para que aparezca una gramática nueva, la primera vio la luz en 1931. Y es en 1973 cuando se publica un Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, que se quedó en eso porque el avance de una nueva obra nunca se completó. Hasta que llegó 1999 y apareció la Gramática descriptiva de la lengua española, dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte, que se creó fuera del ámbito de la Academia aunque auspiciada por ésta. Después vino la Nueva gramática de la lengua española (2009-2011) nacida del consenso de todas las academias de la lengua y dirigida por el mismo codirector de la anterior, Bosque, quien con su sabia intervención ha sorteado uno de los escollos que se encuentran en el camino de una obra científica sobre la lengua: la «multitud de opiniones y de disputas que reynan entre los Gramáticos», como ya decía la Academia en 1771.
A las obras ya citadas podemos añadir: Diccionario de la Lengua Española (2001 y 2014), Diccionario panhispánico de dudas (2005) y Nueva Ortografía de la Lengua Española (2010).
Respecto a la última edición del diccionario (la 23ª, tras aquella primera de 1726) contiene más de 93.111 entradas, frente a las 88.431 de la edición anterior, publicada en 2001. Se ha perseguido la depuración del sexismo y la eliminación de adjetivos malsonantes o despectivos y se ha reforzado la vocación panhispánica con la incorporación de muchas voces de origen americano, que ya alcanzan las 19.000 acepciones (casi el 10% del total). El nuevo diccionario ha retirado 1350 términos antiguos que ya no se usan, pero ha admitido 5.000 nuevos, muchos de ellos procedentes del inglés.
Como ocurre siempre que aparece un tratado que pretende poner orden en la selva del lenguaje, la polémica se ha desatado entre los que se aferran a la tradición y los que defienden la innovación. Uno de los focos de la controversia es esa invasión de neologismos que está experimentando el diccionario en los últimos diez años. Los anglicismos se han apoderado de la jerga que utilizan los profesionales y su influencia ha logrado hacerlos habituales en el habla popular. Primero fue el deporte, luego la tecnología, más tarde las redes sociales y ahora, hasta la publicidad. Los puristas de la lengua están inquietos y claman por tanto desatino.
Pero la RAE sigue con su labor y no conforme con establecer significados y poner reglas a la lengua, ha decidido desarrollar una actividad docente y, por eso, el 12 de julio de 2001 da el pistoletazo de salida a un nuevo proyecto: la Escuela de Lexicografía Hispánica (ELH). Y desde el curso académico 2012-2013, además, en colaboración con la Universidad de León ofrece un máster en Lexicografía Hispánica. Un título de posgrado que pretende formar a los alumnos en todos los procesos y fases de la elaboración de diccionarios desde sus primeras tareas hasta su redacción, edición y publicación en distintos soportes de diccionarios de todo tipo.
Si nos atenemos a lo dicho aquí comprobamos que el trabajo de la Academia Española de la Lengua, a lo largo de la historia, ha sido arduo y muy lento. El estudio de las palabras, su origen y evolución a través del tiempo es una responsabilidad que la RAE se ha adjudicado pero que antes es nuestra, de quienes la usamos. La lengua nos ayuda a expresarnos, a comunicarnos con el prójimo y a significarnos como prueba de que existimos, de que estamos en el mundo. Por eso es bueno que las academias sigan desarrollando sus tareas, tal y como lo vienen haciendo hasta ahora, aun a sabiendas de que persistirán las críticas de los eternos descontentos. Sobre la gramática y la ortografía, nadie pone en duda la unicidad, aunque se cuestione su contenido. Sobre el vocabulario, la cosa no está tan clara. Las academias no quieren imponer, tan solo dar orientaciones del tipo normativo, algo que, en principio, parece razonable. Como dijo Miguel Delibes: “El pueblo es el verdadero dueño de la lengua”. Pero uno se pregunta si no tendrían que ir un poco más lejos y zanjar determinadas cuestiones acerca del uso y abuso de expresiones por parte del mundo mediático.
Absolutamente de acuerdo. Un cordial saludo
Pienso a veces, que la propia Institución se encuentra compuesta por una serie de señores y señoras que se aburren en demasía; de ahí ciertas incongruencias en ‘mejoras’ de la lengua que nos ocupa.
Como en todo, las cuestiones del ciudadano soberano, no debieran continuarse dejándolas en manos de tan ilustres expertos, que ‘sin querer’ dan los pasos, en muchas ocasiones, opuestas incluso a la voluntad de ese populacho…
Buen trabajo Manu;
Saludos como siempre desde http://www.escuelaabierta.es
Como verdadero dueño de la lengua, celebro el artículo y proclamo la profunda amargustia que PROpende la RAE.
«Ser escritor es un castigo divino, cuya penitencia celestial, al que lo es, a veces debe aceptarlo con algo de masoquísmo». El artículo, con magistral clase de historia incluida y sobre todo a lo referente a la RAE, me confirma la frase con la que inicie la opinión. Mis respetos y saludos: Escritor Modesto Reyes Canto.
Magnífico artículo, como siempre.
Y, al hilo de la reflexión que lo remata, opino ciertamente que las diversas Academias del Castellano deberían implicarse más en la salvaguarda de nuestro riquísimo idioma, acentuando su auspicio en los ámbitos periodístico y publicitario. No se trataría de imponer, sino de aconsejar, mediante «comisiones idiomáticas» en los principales corporaciones de tales ramos.
Se echa en falta esa «autoridad» referencial.
Para reflexionar y aprender un poco de historia.
Interesante.
Muy Bueno el artículo. Gracias por enviarme este material tan valioso.
Muy instructivo su artículo. Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz. Gracias por su laborioso trabajo en la conservación de la lengua Española. Veo necesaria la penetración de otros idioma en la lengua Española. Los idiomas, a mi juicio enriquecen nuestro idioma. Cada día se habla menos del lenguaje universal.
El artículo es muy interesante y lo comparto. Pero, en un mundo con el inglés como lingua franca, es inevitable su influencia en todos los idiomas. No quiero ni pensar como será el futuro del idioma español, bajo la influencia de los washaps. Ánimo, Manu. Esperamos más opiniones. Un abrazo.
Muchas gracias Manu por sus envíos, siempre aprendo algo de
ellos y eso me gusta: aprender.
Saludos
creen a pesar de su falsa erudiccion que lo saben todo, y no es asi, ni siquiera les interesa saber lo que realmente es el significado de las palabras originales, se lo inventan a su manera, a su prejuicio, a su imaginación kaliyuguera, asi que creo que no es importante la rae, en el sentido de la esencia, solo en la simple orientación y nama.
Recordados amigos del mundo literario,mil gracias por este articulo que cultiva en mi espiritu la conciencia de un lenguaje con el que nacemos al mundo de la maravilla y la prospera potencialidad de llevarlo a otros para ser felices,sabiendo aprendiendo y comparitendo,siempre con limpio corazon por que delo que escribe la mano de ello se cosecha bien o mal,por eso este su apoyo me ayuda mucho.
Nunca se tendrá un diccionario totalmente acabado y que satisfaga a todos. No solo por la exclusión e inclusión de términos sino porque el significado de estos cambia de país en país, de región en región, incluso de un barrio a otro. Cada país debería tener su capítulo, no solo como academias nacionales, en el DRAE.
«Como dijo Miguel Delibes: “El pueblo es el verdadero dueño de la lengua”. Pero uno se pregunta si no tendrían que ir un poco más lejos y zanjar determinadas cuestiones acerca del uso y abuso de expresiones por parte del mundo mediático.»
Totalmente de acuerdo. Felicitaciones y Gracias
Amo este idioma y pondero los esfuerzos de los académicos que propenden por su defensa y conservación, a la par que por hacerla actual sin hacer concesiones a las modas, adaptaciones y préstamos no acordes con sus estructuras y esplendor provenientes de otros idiomas de culturas dominantes, de manera que este artículo de afectuosa reconvención resulta muy saludable en estos momentos en que parece haberse pasado de una visión demasiado ortodoxa a otra quizás demasiado laxa, y en ocasiones hasta incomprensible, y les recuerda a ellos, que son los pueblos con su riqueza verbal e intuición de la lengua quienes son originalmente sus depositarios.
La pirámide del uso del idioma castellano estándar oficial tiende, cada vez más, a quedar invertida. Con la gente mejor letrada -que no necesariamente más culta- encima de la amasetada amplia cumbre y el vértice del supuesto «populacho» sintiéndose aplastado por las asficiantes normativas estandarizadoras, sobre todo de la globalización anglosajona.
Ese proceso es mortal para la supervivencia de cualquier idioma, al debilitar las raíces del árbol de donde se nutre el histórico bien lingüístico. Seguramente la Academia lo sabe de sobras, pero no actúa en consecuencia; porque está inmersa en la tendencia general de la globalización, no puede actuar, no quiere, no le conviene, o supone que ya no hay remedio.
No obstante, siempre resta esa gran minoría de hablantes que seguramente logrará navegar contracorriente, mantenerse a flote y no precipitarse contra el fondo de la tumultuosa catarata globalizante.
Bien por el artículo de referencia.
Un error en este artículo:
reinar
la “multitud de opiniones y de disputas que reynan entre los Gramáticos”, como ya decía la Academia en 1771.
verbo intransitivo
1.
Gobernar o tener el cargo y las funciones de jefe de Estado [un rey, una reina, un príncipe o una princesa].
2.
Existir [algo] en un lugar o en un tiempo con cierta continuidad o persistencia.
«reinaba ya un silencio de una hora cuando se aventuró a sacar la cabeza; en esa casa reinaba el desorden y el desvarío; entre los propios filósofos reinaba una gran confusión en torno a un concepto tan abstracto»
Saludos,
Alejandro
Creo que la importancia en el desarrollo de un idioma, es directamente proporcional al desarrolo de la cultura, el comercio, las ciencias y las tecnologías de los pueblos que hablan esa lengua. El hecho de que se haya internacionalizado el idioma inglés, es consecuencia de que han sido precisamente los pueblos anglosajones, los que promovieronr esos dearrollos. Echarle la culpa a la RAE, sobre el sometimiento de nuestro idioma, es ver solo una parte del problema.
Seremos entonces, los trabajadores del arte literario en español, quienes podremos aportar nuestros esfuerzos para justificar que, junto al desarrollo tecnológico y comercial de las naciones hispanohablantes, podamos imponer nuestra lengua como el rico factor de comunicación internacional.
Mientras tanto, contentémonos con aprender a pronunciar palabras como whattsapp, chip, facebook, iphone, internet, transistor, wifi, sketch, business, sitecom, notebook, CEO y miles de palabras que debimos incorporar a nuestra lengua, solo por tener que reconocer que no fuimos capaces de desarrollar esas modernidades, las que nos huieran permitido imponer mundialmente nuestro idioma.
Construyamos lo que el mundo necesita consumir y pongámesle nuestro propio nombre en español para que el mundo nos pronuncie. Si no somos capaces, no tendremos más remedio que aprender el idioma del amo, porque quien no lo sepa, tampoco sabrá pedir comida.
Pienso que los integrantes de la RAE deben analizar bien, cuáles son las palabras de uso que ameriten formar parte de un diccionario. No porque el pueblo las use, éstas deben formar parte de dicho diccionario, aunque lo haya dicho Miguel Delibes.
Saludos: el tema realmente da para mucho, tendríamos que comenzar criticando a los periodista y a algunos escritores que se adjudican el derecho de colocar palabras inventadas y hasta mal escritas en sus artículos, como bien lo dice » El pueblo es el verdadero dueño de la lengua», no por esto tenemos que copiar cuanto barbaridad escuchemos. Critico firmemente a esos periodistas que en su afán de dar a una noticia mayor color dramático como «Escalofriantesco» en vez de escalofriante, y eso sólo por mencionar una aberración. ¿Se imaginan entonces que escribieran los libros de lectura o de cuentos con la exactitud con la que habla el populacho? Ya es bastante tener que lidiar con la horrenda forma de escribir y hablar gracias a la modernidad que da los mensajes por los teléfonos móviles. Debemos crear la cultura de la buena lectura para que existan buenos. hablantes.
Interesante enfoque sobre los cimientos en que se erige la lengua de Castilla…Pero, Qué tal, si logran darnos un enfoque auténtico, directo y merecido sobre un actualizado diccionario, en el cual se incorporen nuevas formas gramaticales, nombres y expresiones idiomáticas, que estoy seguro, muchos lo aprobaran, como una valiosa y enriquecidora contribución hecha al Español. El mismo, lo hablan millones de personas, en este cosmos exhuberante, denominado malamente» LatinoAmérica».
saludos cordiales