Lenguaje inclusivo y literatura
Categoría (El libro y la lectura, El oficio de escribir, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 26-04-2022
Tags : androcentrismo-lingüístico-hegemónico, desmantelar-carga-patriarcal-lenguaje, ideología-inclusiva-sin-marcas-sexistas, lenguaje-no-binario, traducción-compensatoria, urbanismo-perspectiva-de-genero
García Márquez, allá por 1997, en el Congreso Internacional de Lengua Española, soltó estas palabras: El español es una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos […].
Y al pie de la letra nos lo hemos tomado a raíz de la utilización del lenguaje inclusivo en nuestro día a día y en nuestros textos, incluso en los literarios, como ocurre en Ibaia (“El Río”) un cuento creado ex profeso para el proyecto Borradores del futuro, que está invitando a escritores a fabular, a crear narraciones que especulen en torno a una serie de alternativas o utopías; el objetivo es vislumbrar qué pasaría en un futuro, más o menos lejano, si esas alternativas llegaran a expandirse. Como se intuye, los relatos están dentro del marco de lo fantástico o de la ciencia ficción.
Ibaia es un relato de Uxue Alberdi en el que imagina el efecto transformador de un urbanismo con perspectiva de género y lo ambienta en Usurbil, un pueblo de la provincia de Gipuzkoa, que se ha propuesto incorporar la perspectiva feminista al Plan de Ordenación Urbana. Lo que se busca con esta idea es un cambio de punto de vista, una alternativa a la mirada masculina del mundo; mediante la adaptación de las calles, las casas, las plazas… se pretende transformar el espacio para que las conductas cambien también.
Todos estos detalles que hemos dado importan para entender lo que viene a continuación. El relato de Alberdi está escrito originalmente en euskera, una lengua que no tiene género gramatical, pero al traducirlo al castellano, que sí lo tiene, la traductora propuso a la escritora utilizar un lenguaje inclusivo, sin marcas —ni masculino, ni femenino—; expresiones como “les niñes”, “algunes del pueblo”, “les jóvenes”, “habilidades para pensar juntes”… corren por sus páginas con la consecuente sorpresa del lector, no acostumbrado todavía a esta fórmula.
Todo este asunto nos ha hecho reflexionar más de lo que quisiéramos, de forma que hemos indagado en el origen del lenguaje no binario, en la influencia de la traducción desde ese punto de vista y en sus consecuencias en los textos literarios.
Traducciones feministas
Entre 1980 y 1990, en Quebec, surgió un movimiento de traducción feminista anglo-francés que revolucionó el mundo del libro y que convirtió el oficio de traductor en una disciplina atenta a la nueva sensibilidad social con las cuestiones de género. Veían necesario «articular nuevas vías de expresión para desmantelar la carga patriarcal del lenguaje y de la sociedad». Para ello, se propusieron visibilizar de forma deliberada la presencia de la traductora en el texto y así asimilarlo a una ideología inclusiva y sin marcas sexistas.
Pues bien, esta reivindicación parece estar teniendo éxito porque cada vez hay más escritores y traductores que se distancian de lo que entienden como un androcentrismo lingüístico hegemónico y buscan otras fórmulas. La primera consecuencia evidente es la de la manipulación textual, aunque se defienden afirmando que la perspectiva de la traducción inclusiva no tiene un nivel de manipulación mayor que otras prácticas hegemónicas de traducción consideradas más objetivas.
Este movimiento no se queda solo en su definición, sino que, además, diferencia grados de intervención en el texto:
- La traducción compensatoria: busca el equilibrio entre las diferencias que pueda suponer la traducción de una lengua a otra de manera que se transmitan todos los significados del texto de origen. Exige la intervención directa de la traductora.
- La metatextualidad: la traductora incorpora prefacios y notas a pie de página para destacar el proceso llevado a cabo durante la traducción.
- El secuestro o apropiación de un texto de manera que se produce una consecuente feminización por medio de técnicas como el intercambio del genérico masculino por formas neutras que incluyan los géneros binarios, la creación de neologismos, de significaciones nuevas, etc.
Este último sería el caso del relato que nos ha traído hasta aquí, puesto que se sirve del morfema -e como marca de género no binario para narrar la historia.
El morfema -e
Mediante la utilización de este morfema se nombraría a aquellas personas que no se reconocen ni como hombres ni como mujeres y, también, a aquello cuyo género se desconoce.
Con este sentido nació en 2015 el término sueco Hen. La academia de Suecia lo introdujo en su diccionario oficial para que conviviera con han (“él”) y hon (“ella”); en castellano correspondería a elles. Como es habitual, los cambios vienen de abajo hacia arriba y así se introdujo, de manera paulatina, alrededor de 1960 y se extendió su uso: Hemos seguido la evolución de la palabra durante cinco años y no es ninguna flor de un día; ahora es una palabra normal que cumple una función, así que no hay ningún motivo para no añadirla«, afirmó el principal responsable del diccionario, Sven-Göran.
En inglés también ha habido cambios con respecto a este tema: se ha oficializado la forma They —plural que significa “ellos y ellas”— pero en singular para referirse a personas de género no binario.
Respecto al castellano, la -e cobró visibilidad en 2018 durante unas manifestaciones a favor del aborto en Argentina. Arrancó en las escuelas secundarias y se extendió —impulsado por los movimientos feministas y a favor de la diversidad sexual— con más fuerza que la que habían tenido anteriormente el asterisco, la x o la arroba. A falta de normativa, es el profesorado el que actúa según su criterio; en cualquier caso parece que es más habitual en el habla que en la escritura. Sin embargo, en las universidades argentinas sí que hay un posicionamiento más claro y varias aceptan las expresiones inclusivas en las producciones escritas y orales. Todavía más aceptado está en el dominio judicial, ya que incluso el Consejo de Magistratura propuso redactar un manual de uso del lenguaje no sexista.
En España la RAE, y en general todas las academias de la lengua española, desautorizan el lenguaje inclusivo y afirman en su Libro de estilo lanzado en 2018: No se considera válido el uso de la arroba, la e o la x para hacer referencia a los dos sexos: l@s niñ@s, les niñes, lxs niñxs. En esta afirmación comprobamos dos cosas: primera, que no se tiene en cuenta a las personas no binarias y segunda, que no prohíbe su uso. Esto es lógico si pensamos que la RAE no dicta cómo se debe hablar, sino que va recopilando usos y costumbres lingüísticas; constata cómo evolucionan, y si su uso se consolida y estabiliza, los incorpora.
Realidad ↔ Lenguaje
El castellano es un idioma que usa el género gramatical masculino como el género “no marcado”. El latín tenía tres: masculino, femenino y neutro, y en las lenguas romances existen dos géneros gramaticales, el femenino y el masculino (excepto en rumano que tiene una forma de neutro que todavía persiste). Lo que ocurrió fue que los neutros latinos —que incluían a ambos géneros o que no marcaban si era masculino o femenino— pasaron a ser masculinos. ¿Y por qué no femeninos? Pues, casi con seguridad, porque el mundo de aquella época era fundamentalmente masculino y el lenguaje no hizo más que reflejarlo.
Entonces, ¿quién influye sobre quién? Podríamos contestar que la realidad determina nuestro lenguaje —el mundo blanco de los esquimales les hace tener nombres para cada uno de los matices de ese color en función del estado de la nieve—, pero ahí están “zapear”, “bitcoin”, “geolocalizador”… para recordarnos que el lenguaje se ha visto obligado a acuñarlos para poder denominar la cantidad de avances tecnológicos que han ido surgiendo. Empate, por tanto.
De cualquier manera lo que está claro es que las lenguas se rigen por un principio de economía: utilizar el menor número de estructuras lingüísticas posibles para dar la mayor cantidad de información. Según esto, el género que más aglutine será el más adecuado y, en el caso del castellano, es el masculino; el problema viene cuando ya no cumple bien esta función porque la sociedad la siente como marca de discriminación.
Ahora mismo la realidad se está imponiendo al lenguaje y lo está haciendo incluso en los textos literarios, como en el ejemplo de Ibaia. Y a este punto es donde queríamos llegar, porque la ficción narrativa, el texto literario, también se rige por unas normas claras:
- La primera es la función poética o estética, que se consigue con el uso de elementos retóricos que provocan en el lector una emoción —no posee una función referencial como la de los textos no literarios.
- La segunda: no se limita a un tiempo y un espacio particular de la creación, sino que tiene la capacidad de estar por encima del tiempo y de lugares y épocas.
- La tercera: el mundo creado dentro del texto es un todo en sí mismo incluso si comunica algo sobre la realidad exterior —Realismo y Naturalismo Literarios—, y no está subordinado a ella.
- Y por último, se sirve de un narrador, una voz, una perspectiva narrativa que el escritor elige para contar su historia y que no coincide con su persona.
El conjunto de estas características viene a reafirmar un solo hecho: que todos los elementos que no se justifiquen dentro de ese mundo de ficción serán extra literarios, ajenos y con una función que no atañe a la obra literaria. La tentación de plasmar nuestro desacuerdo con un lenguaje, y por tanto, con una sociedad excluyente es muy fuerte, pero hay que hacerlo con las reglas que nos marca el formato que hemos elegido para transmitirlo. Máxime si hablamos de un género como el del cuento.
La utilización del lenguaje inclusivo en Ibaia es factible entendida dentro de un proyecto experimental, pero desde el punto de vista literario el relato de Alberdi sale perdiendo. La utilización de un lenguaje no binario en boca de alguno de los personajes de ese relato —o incluso de un narrador que fuera personaje de la historia— podría tener cabida, es más sería aceptable teniendo en cuenta el argumento; pero desde la perspectiva de un narrador omnisciente, externo a la historia, estaríamos confundiendo narrador y autor, y esto en Literatura es un error de bulto.
El lenguaje mal llamado inclusivo cuando se niega la identificación binaria para ser reemplazada por la «e», la «x» o la «@», no solo es un absurdo, sino que tampoco resuelve el problema de la identidad sexual del individuo, sino su identificación política, lo que en literatura no tiene nada que resolver debido a que nuestro idioma ya cuenta con artículo masculino, femenino y neutro. El verdadero lenguaje inclusivo es cuando se considera al ciego o al sordomudo. Todo lo demás es patraña que no va con nuestro idioma como sí podría serlo para el euskera. El problema de identificación de género no es del idioma, sino de la identidad del individuo que no se sienta representado en la sociedad en la que habita.
Tenemos un idioma, el español, tan rico, que no cabe discusión sobre las modificaciones caprichosas. No hay necesidad de un lenguaje inclusivo, es mi punto de vista y puedo decir que de otros mas de 1400 poetas que integran el foro Aires de Libertad. Gracias por la nota. Saludos
Para mí es insufrible unir creación artística y corrección política, el fin literario no ha de ser social o ejemplarizante a menos que el autor lo decida. Se me caería el libro de las manos.
No puedo estar más de acuerdo con los comentarios hechos hasta el momento. El señor Arcuri califica de «absurdo» el mal llamado lenguaje inclusivo. Y lo hace con gran delicadeza, porque semejante ocurrencia politiquera viene bien embadurnada de necia torpeza. Ni enriquece la lengua común ni resulta viable en la hipotética defensa social de ningún sector o colectivo. Ya tenemos un idioma sobradamente rico en extensión y raíces de hondura como para que ahora se dediquen cuatro sectarios a ponerse morados pintando a bolos el diccionario de todos. Dicho, eso sí, con todos mis respetos.
Un saludo cordial. Ricardo Serna [escritor].
Buen articulo y muy actual.
Para mí hay dos planos: el literario y el social. En el literario, está claro, que un personaje puede hablar en lenguaje inclusivo de la manera que quiera (como si lo hace en román paladino) pero el autor debe atenerse a las reglas linguísticas de la lengua en la que escribe y, de momento, el castellano no lo contempla.
Otra cosa es que con el tiempo, el lenguaje inclusivo sea de uso habitual en la sociedad y la academia adopte sus términos. Para ese supuesto (todavía lejano) no me parecen buenos candidatos ni las impronunciables variantes con «x» y con @ ni la manida por algunos políticos «los y las…». Ahora bien, he leído algo usando la variante «e» (les, unes, otres,…) y no me rechina tanto. Podría ser, ya digo que en un futuro todavía nada cercano, una opción.
Salud
Felicitarte por tu articulo. He encontrado muy interesante tus reflexiones sobre el lenguaje y los datos aportados sobre el nacimiento de esos terminos «inclusivos» . No queda otra que adaptarse a las nuevas realidades, y la manera en hablamos y como nos expresamos son una viva expresión de ello.
DE ACUERDO CON LA CONCLUSIÓN. Quien quiera utilizar lenguaje inclusivo que lo haga, pero, salvo para quienes valoren más el «gesto» que el buen hacer literario que nos hemos dado, el resultado perderá frescura, espontaneidad, cuando no lleve a confusión.
En el mar de la duda en que bogo, pienso que les jóvenes, cuanto más jóvenes más, surfearán las olas del mar no binario, a veces, con plena conciencia y otras por casualidad. Luego, se sumarán les persones adultes y les niñes.aprenderán de lo que oigan. Qué raro me suena lo escrito… ¿será que les viejes somos de piñón fijo?
Será una rosa o será un clavel, el mes de mayo… os lo diré.
Me ha parecido muy interesanyte el artículo sobre el lenguaje incusivo, muy bien explicado y argumentado sobre los problemas y dificultades que este lenguaje incorpora al texto. Os felicito por ello. Me hubiera gustado que hubierais incorporado un texto con estas carcterísticas tanto escrito como leído por ver como lo perciben la vista y el oído porque, una cosa es la teoría y otra la práctica.
Me parece un signo de vitalidad el que una lengua milenaria siga investigando y buscando infatigablemente nuevas vías de desarrollo y expresividad. Es que la lengua es un ser vivo. GRACIAS.
Me sumo a Sabino Gómez Artola para continuar navegando en el mar de dudas y con una única certeza: el futuro no está escrito. Quienes lo escriban y lo lean incorporarán a sus textos su forma de entender el mundo, que, esperemos, sea más igualitario que el actual.
Eskerrik asko, Ana, por invitarnos a la reflexión.
Hola, Ana y compañía. Respecto a este tema no tengo una opinión definida. Con 56 años reconozco que cualquier cambio de este tipo me da cierta pereza. Supongo que el hecho de ser hombre hace que pase por alto algunos aspectos que puedan resultar discriminatorios.
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Hace unos años me tocó ejercer de coordinador en mi colegio; una de mis tareas era escribir las comunicaciones para las familias (no «padres»); era la época de la arroba o de escribir ambos géneros (los/as alumnos/as). Era sencillamente insoportable, tardaba más tiempo en revisar las comunicaciones que en escribirlas. Hace poco tiempo participé en un taller de poesía donde la mayoría de mujeres era abrumadora. Ante esto, la profesora decidió que hablaríamos en femenino para referirnos a todo el grupo. Por mi parte ningún problema, no me sentí ni marginado ni excluido. Lo que no soporto es tener que utilizar continuamente los dos géneros (compañeros/as).
En cuanto al uso de «niñe» o «niñes» creo que es una cuestión de costumbre, ahora a mí me resulta chocante, pero es posible que dentro de 50 años sea algo absolutamente normal. Ahora bien, estoy seguro de que después aparecerá otro colectivo que se sentirá marginado y que propondrá otra alternativa diferente (asexuados, fluidos, pansexuales…)
En cuanto a su repercusión en la literatura, pienso que dependerá de la aceptación social que tenga esta propuesta; si se incorpora al habla habitual de la gente terminará por hacerse presente también en el lenguaje literario.
Por mi parte estoy abierto a aceptar cualquier propuesta, siempre que facilite el sagrado principio de economía informativa. Si no es molestia
Me pareció una nota excelente, y estoy de acuerdo, sobre todo, en el final. He leído los comentarios, todos atinados y certeros. A mí, el lenguaje inclusivo, tal como lo dice el señor Eduardo Jorge Arcuri, me parece un absoluto absurdo. El idioma español, o castellano es tan rico y tiene tantas acepciones para escribir un texto, que cambiarlo me parece además de innecesario, una pérdida de tiempo y dinero, ya que muchos hablan de cambiar los textos escolares, formularios de inscripciones, planillas de Obras Sociales, etc etc, que muchas personas mayores no comprenderán. No creo que la poesía se pueda adaptar a ese lenguaje, tal vez en el futuro se incorporará a novelas, ensayos, y escritos de todo tipo, pero por el momento, estoy convencida de que no es necesario. Saludos cordiales!