Literatura infantil
Categoría (El libro y la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 27-11-2015
Tags : Creación-libros-infantiles, lectura-interactiva-niños, libros-en-varios-idiomas, literatura-cosa-de-todos, pedagogía-moralidad-folklore
¿Existe la literatura infantil? Algunos autores opinan que la edad del lector no es un criterio para diferenciar la obra literaria, que sólo se debe calificar por su nivel de calidad: buena o mala literatura. Marisa Bortolussi la define como «la obra estética destinada a un público infantil«. Literatura infantil sería pues la adaptación del relato a la capacidad limitada del niño y, dentro de ese género, habrá también buenos y malos escritores, en contra de algunas posturas extremas que tienden a identificar la literatura infantil con la mediocridad.
Aun así resulta complicado regalar un libro a un niño, debido a la amplia variedad de oferta que existe. Teniendo en cuenta la política de mercado, se puede encontrar un libro para cada año que cumple. La creación de libros infantiles siempre se ha hecho en función de la edad de los lectores, que si antes se acotaba al periodo que va desde los 4 a los 12 años, ahora se ha ampliado a edades más tempranas. A partir de los 13 y hasta los 18 ya se considera literatura juvenil y por tanto la abordaremos en un próximo artículo.
El recorrido ha sido el mismo que el de la literatura para adultos, de ahí que la modernización haya aparecido también en este sector y se ofrezca en formato electrónico. Pero las novedades son inimaginables: libros que sirven para pintar y repintar sin necesidad de usar ningún lápiz, libros que hablan en varios idiomas, libros que se mueven como dibujos animados… Nos preguntamos si los podemos considerar realmente libros; lo decimos por la cantidad de esos otros estímulos que aportan, como el visual, el auditivo… Y si no los son ¿de qué estamos hablando?, ¿de otro tipo de juego o actividad en formato digital? Es una buena forma de engancharles, más divertida y con más efectos y actividades educativas; sin embargo algunos piensan que, de esa forma, la literatura saldrá perdiendo.
Hablamos de literatura infantil en el momento en que se define a sus receptores y, por tanto, se les considera como seres con entidad propia. Es entonces cuando podemos concretar su nacimiento unido a la pedagogía, a la moralidad y al folklore. Saturnino Calleja (1853-1915) fue uno de los escritores que ayudó a crear este tipo de literatura, pues editó los cuentos de hadas de los alemanes hermanos Grimm, del danés Hans Cristian Andersen y los clásicos infantiles del francés Charles Perrault… con una cuidada ilustración en un formato muy económico y muy manejable, lo que ayudó a su inmensa difusión.
También en el siglo XIX, el italiano Edmundo de Amicis (1846-1908) cultivó el género. Su obra más conocida es Corazón, publicada en 1886, que contiene varios cuentos, algunos de los cuales se han hecho muy famosos, como El pequeño vigía lombardo, El pequeño escribiente florentino y Marco, de los Apeninos a los Andes. Éste último se hizo muy popular en España hacia 1980 a través de una serie televisiva en forma de dibujos animados que marcó a toda una generación. Narra la odisea de Marco, un niño de trece años, que convence a su padre para que le permita viajar a Argentina, en busca de su madre, que dos años antes había tenido que emigrar para mejorar las condiciones económicas de su familia. El relato aporta una cruda visión de la emigración italiana que tuvo lugar durante el siglo XIX, teniendo que dejar el país para instalarse en el continente americano.
Posteriormente, en la década de los veinte, imperó en los libros la moral, la religión y el sexo del lector: había libros para niños y libros para niñas. Poco a poco fue cambiando y la renovación educativa trajo un nuevo enfoque en la literatura infantil. En 1945 la literatura europea adoptó los valores de libertad, solidaridad y autonomía del niño. Y España se uniría a este camino en los años 60/70. En este momento se permite publicar en lenguas no oficiales (vasco y catalán) y se accede a la producción exterior; esta situación dignifica el género y lo fortalece.
Existen en nuestro país infinidad de autores dedicados a esta rama. Alberto Martín Tapia (Salamanca, 1979) busca en sus lecturas “una buena historia, sorprendente, divertida y capaz de emocionar. En realidad le exijo lo mismo a un libro infantil que a uno para adultos. La única diferencia es que en el infantil, si las ilustraciones son buenas, las sensaciones se multiplican de forma exponencial.” Los niños saben lo que les gusta fuera de cualquier convencionalismo, y son sinceros. Les encanta releer y volver a escuchar las historias que les han cautivado. Incluso disfrutan más cuando ya saben lo que va a ocurrir, porque eso les permite participar de toda la narración.
La escritora madrileña Paloma Muiña (1970) afirma que siempre ha sentido amor por la literatura infantil. “Hay una edad en la que se supone que abandonas los libros infantiles y ya no vuelves a interesarte por ellos hasta mucho más adelante, cuando te toca leérselos a tus hijos. Yo no pasé por esa fase, y ni siquiera llegué a plantearme que esto fuera extraño. Lo primero que me gusta pensar cuando escribo un libro es que va a hacer lectores. Es decir, que cuando terminen de leerlo van a querer abrir otro libro y luego otro más”.
Otra autora más cercana, Mariasun Landa (Rentería, 1949), asegura que desde el punto de vista estilístico y literario la infancia es un tema de sumo interés, porque le obliga a contar las emociones y los sentimientos con pocos recursos lingüísticos, de un modo muy simple. “Estilísticamente, conseguir esa simplicidad es muy difícil, y la forma adquiere mucha importancia. Es todo un reto literario. La infancia se puede tratar desde dos ángulos: o bien mediante una literatura dirigida a los adultos, o bien a través de libros y cuentos dirigidos a los niños, que es lo que yo llevo haciendo años y años”. Además cree que a través de la literatura se puede tratar cualquier tema. Y pone como ejemplo un libro suyo Txan fantasma donde trató el problema del autismo a través de un pequeño fantasma. “Los niños sienten amor, sienten odio, cualquier cosa, pero el drama de la infancia es que no pueden hablar sobre sus sentimientos. Ése es el reto de la literatura infantil: tratar temas serios con una forma estilística elaborada”.
En el caso de Nuria Barrios (Madrid, 1962), busca que la literatura infantil le devuelva el asombro y la perplejidad de cuando era niña, busca el placer de entonces. “Historias sin moraleja ni moralina ni intenciones didácticas, que me lleven a contemplar las cosas desde puntos de vista inusuales, a cuestionar lo cotidiano. Libros que hablan de lo más complejo de la forma más inteligente, que es siempre la más sencilla. La literatura infantil y juvenil ha demostrado ser la más resistente dentro de la castigada industria del libro”.
Para terminar no podemos olvidarnos del italiano, Gianni Rodari (1920―1980), quien en la década de los 60 comenzó a recorrer las escuelas italianas donde, a través del contacto directo y la interacción con los niños mientras leía sus cuentos, tomaba notas para tratar de averiguar la técnica correcta a la hora de crear buenas historias. De estas anotaciones y de dicha experiencia nació Gramática de la fantasía: introducción al arte de inventar historias (1973), una obra que ha servido de modelo y herramienta de trabajo para muchos educadores y profesores.
Todos los escritores de literatura infantil son conscientes de a quién va dirigida su obra y, por eso, se exigen a sí mismos para llegar a la mente y al corazón de los niños. Y es que en todos ellos encontramos un firme compromiso pedagógico, no solo destinado a ellos, sino también a educadores y padres. Al final el futuro de la literatura infantil es una cosa de todos.
Esta frase plantea la cuestión sobre una base endeble: «Literatura infantil sería pues la adaptación del relato a la capacidad limitada del niño». Las capacidades del niño pueden ser, en las primeras edades, limitadas en términos de comprensión de la complejidad psicológica de los personajes, referencias culturales, longitud del texto o aparato tropológico. Pero a medida que crece estas capacidades no son para nada limitadas; son simplemente diferentes de las del adulto. Su intuición le permite comprender mucho más de lo que puede expresar con palabras (orales o escritas) y su sensibilidad estética varía de un niño a otro. La literatura infantil no está «limitada» por la capacidad del niño, sino condicionada por sus capacidades. Me asombra que usted cite autores mediocres como Saturnino Calleja o Edmundo de Amicis y pase por alto a inmensos talentos como Lewis Carroll y Robert Louis Stevenson cuyas obras más famosas (Alicia en el País de las Maravillas, La Isla del Tesoro) fueron explícita e incuestionablemente escritas para niños, Mark Twain o Julio Verne (con gran parte de su obra también destinada a los chicos) sin renunciar en un ápice a la complejidad; sin hablar de autores no menos talentosos que escribieron implícitamente para los chicos o que fueron apropiados por éstos (gracias a su «limitada» capacidad) como Gulliver, Robinson y tantos otros.
MANU:
Literatura infantil, esta se entenderá como aquella destinada a estar desprovista de tipos de argumentos o situaciones de hechos que se llevan a la ficción para recrear al adulto respecto de crímenes horrendos, asaltos con violencia, pero dentro de un relato que siendo interesante distingue entre el sonido de una bala realmente disparada y el sonido de una bala en el cine. Así, un cuento o una novela que no toque asuntos de violencia, dependerá de la pluma del escritor que su obra pueda ser leída por el niño, como por los padres. Hoy eso no es tarea fácil.
Saludos cordiales.
¿Existe la literatura infantil? Por supuesto que sí. Que cada uno quiera definirla de acuerdo con su punto de vista, eso es otra cosa; buena o mala, pero existe. Y tal vez los más capacitados para identificarla sean los mismos infantes, por encima de los escritores encumbrados, aunque éstos no siempre tengan la razón.
Póngase al alcance de un niño una amplia colección de obras de todo género, pidiéndole que la lea. Los que resulten de su interés, serán sin duda los que deban considerarse como literatura infantil, Serán, por otra parte, un buen ejercicio de iniciación a la literatura juvenil y adulta, que en su momento, también habrá de acometer.
Magnífico artículo, Manu, como siempre. Yo, como autor, jamás he abordado esas edades, y he aprendido mucho leyéndote. No creo, vaya por delante, en los subgéneros literarios; creo simplemente en lo bien trabado con la palabra y en aquella literatura que fabrica cómplices, sean de la añada que sean.
Con respecto a esos libros que recurren a lo audiovisual, me permito, redundando en lo que apuntas en el escrito, cierta prevención, porque pueden forjar en el niño una inclinación a abandonar ese necesario mano a mano «vocal» entre los dos lados de la página: el del que crea y el del que cree. Al niño, según mi opinión, además de divertirle (verbo bonito , pero peligroso, por lo que conlleva de «sacar de cauce»), hay que ayudarle a componer un discurso propio en el que la palabra -verdadera caldera de la inteligencia y la emoción, se diga lo que se diga- no ceda nunca su protagonismo.
Reitero, Manu, mi gusto en leerte.
Un abrazo.
Los escritores de literatura infantil son verdaderos creadores de la palabra, decir lo que no se puede explicar, buscar la dicotomía del lenguaje asincrónico y sincrónico buscar los paradigmas, para brindarnos moralidad ya es bastante , me sorprende la literatura infantil, una metáfora insólita atrapa la belleza. CREO EN LA LITERATURA INFANTIL COMO EJEMPLO DE VIDA…. SINO PREGÚNTELE A CAPERUSITA ROJA. QUE NO QUIERE VOLVER A SER ENGAÑADA POR EL LOBO
Siempre leo con agrado tus artículos, querido Manu, me interesan y siempre aprendo algo
Por tanto, recibe mi felicitación y mi ánimo para que sigas en esa línea
Maravilloso artículo de ser escritor infantil, muy instructivo, se aprende mucho con tu lectura. Gracias
Manu, Ana y Ane, recurro a los tres, puesto que trabajáis en equipo, para que solucionéis (con que lo haga uno de los tres me daré por satisfecho) el problema por el que, de un tiempo a esta parte, no recibo en mi eMail el link de vuestras aportaciones.
En cuanto al artículo…
Según avanzaba en la lectura de ¿Existe la literatura infantil? Mi subconsciente se ha puesto a carburar y me ha recordado una película de León de Aranoa, «Princesas». En la misma, la madre de la protagonista corrige un dicho conocido que queda en «Existimos porque alguien piensa en nosotros». Según esto, no hay duda de que existe la Literatura Infantil.
Aunque las reflexiones no son mi fuerte, al parecer el de mi subconsciente lo pretende y me llega el aviso de que «Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad». Este dicho no aguanta un análisis riguroso, pero es posible que con un ligero retoque… «Los niños y los borrachos hacen, siempre que no se les coarte físicamente, lo que les apetece» (libre de Derechos de Autor, por ahora). Concluyo antes de meterme en un charco: Existe literatura infantil, existen los niños y existen los padres (y educadores). Los libros son los que son y es cuestión de adquirirlos. Si lo elige el propio niño, ese es el mejor libro de los posibles para él (pero que elija uno detrás de otro, que no le ocurra como a mí que…no tuvieron tiempo de despertarme el interés por la lectura y de aquellos polvos estos lodos); si lo han de elegir los padres, yo les recomiendo que sigan a Manu, Ana y Ane.y es muy posible que atinen. En cualquier caso, que nadie piense en libros que alienten sexismo, xenófobia, violencia y alguna lindeza más.
Gracias por acordarse de mí, leo el escrito con detenimiento y atención. no tengo idea de cómo escribirle a un nino o niña, Gracias Tayde