Narrador externo observador
Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 05-02-2023
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Ejemplo 1:
“El ascensor de un gran edificio dedicado a locales de negocios sube y baja toda la mañana. Hay un muchacho que lo maneja hábilmente y detiene la caja en los diversos pisos, según los deseos de los viajeros. A primera hora, ha entrado en el ascensor un caballero de elevada estatura. Viene de la calle con paso precipitado. Lleva una gran cartera de cuero, aparentemente llena de importantes documentos.
Hay todavía poca gente en el ascensor. Éste va deteniéndose frente a diversos pisos y varias personas entran o salen de la caja.
Mientras estos señores entran o salen, el importante caballero permanece impasible e inmóvil con su sombrero colocado.
Al llegar a lo más alto del edificio, en el interior de la cabina, se encuentran únicamente el ascensorista y el caballero.
─¡Último piso!- anuncia el muchacho.
Pero el caballero, con un signo condescendiente de su cabeza, le indica su propósito de permanecer en el interior del ascensor.
El ascensorista acciona la palanca de mano y comienza el silencioso descenso.”
Apólogos, Luis Martín Santos
El narrador de este texto es el que se conoce con el nombre de narrador observador. En este fragmento se aprecia esa figura que nos describe una escena en la que se relatan los hechos de forma objetiva. Luis Martín Santos ha utilizado este narrador para presentarnos al personaje actuando. Así, somos nosotros, los lectores, quienes extraemos nuestras propias conclusiones acerca del comportamiento del personaje. No sabemos qué papeles lleva, a qué acude, por qué no sale del ascensor en ningún momento… Asistimos a un momento de la vida de un personaje lleno de incógnitas que se irán aclarando en el desarrollo de la obra.
Ejemplo 2:
Lo mismo sucede con esta encantadora escena de El Coronel no tiene quien le escriba, escrita por Gabriel García Márquez:
“El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata.”
Nos pone delante de los ojos a alguien con un rango alto en el ejército pero que está viviendo casi de forma miserable. No sabemos nada de su pasado ni por qué se encuentra en esas condiciones, pero vemos la penosa situación en la que vive y entendemos su sufrimiento, nadie nos los explica. Este narrador selecciona muy bien los hechos y los detalles para que el lector pueda seguir la historia y entenderla sin acudir al pasado para aclarar o para aportar datos a la historia. Esta forma de narrar permite desarrollar la psicología de la conducta mediante la señalización de los gestos, actitudes y palabras de los personajes y, a su vez, acumular pruebas e indicios de lo que sucede con un afán de imparcialidad y credibilidad. Así que es muy apreciado por los autores de novela policíaca, por ejemplo.
En definitiva, este tipo de narrador observador utiliza la tercera persona, pero se limita a narrar lo que hacen los personajes y cuenta solo lo que de ellos se podría percibir con los sentidos; como si una cámara desinteresada captara la acción. Podemos seguir a los personajes a donde vayan, observar sus gestos y sus reacciones… pero será el lector quien interprete las emociones de los personajes y no el narrador. A diferencia del narrador omnisciente, éste es objetivo. Solo a partir de esa percepción sensorial podrá tener conocimiento de los actos de los personajes y nunca podrá penetrar en su mente. Esta fórmula narrativa se produjo para evitar el peligro de la manipulación propia del narrador omnisciente del siglo XIX.