Narrador interno: protagonista

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 05-03-2023

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Ejemplo 1

“Entré en la comisaría todavía con las rodillas de gelatina. Tropecé con el paragüero, con el cenicero y con el policía de guardia. Acostumbrado como estaba a las entradas en escena un tanto desairadas, me catalogó rápidamente:
—Señora, ¿ha perdido usted las gafas o la han atracado? Se lo pregunto porque, en el primer caso, debe ir a “objetos perdidos” y, en el segundo, al despachito de enfrente.
Me costó articular la respuesta:
 —Me han atracado, y vengo a poner la correspondiente denuncia.
Sus facciones se suavizaron. Yo era más víctima que una persona que sólo hubiese perdido las gafas. Me acompañó a un cuartito, donde un funcionario, con aspecto aburrido, ordenaba papeles.
—Comisario Martínez, aquí la señora para denunciar un atraco. —Martínez me señaló, con un ademán, un silloncito frente a su mesa y me animó a comenzar:
—Tranquila, señora, cuente las cosas lo más ordenadamente posible y no se apresure. Yo tomaré nota.
Suspiré profundamente y arranqué:
—Pues verá usted, iba yo a la compra como todas las mañanas. Al lado del supermercado hay un callejón casi desierto, que suelo tomar para acortar distancia. Allí, tras un gran cubo de basura, estaba el atracador. Era un chico joven, delgado, muy moreno y con pelo muy largo.
—¿Color de ojos? —preguntó Martínez.
—Negros, creo. Bueno, a lo mejor azules. O verdes.
—Déjelo, señora. ¿Altura aproximada?
—Era muy alto —dije yo— y, al ser tan delgado, parecía más largo todavía. ¿O era bajito…?
—Ha dicho joven. ¿De qué edad diría usted?
—Unos dieciocho a veinte años, o… treinta. Más de cincuenta no, desde luego.
—¿Puede describir su cara con más detalle?
Respiré un poco más calmada, y me concentré en una especie de retrato-robot: ojos oscuros, pómulos salientes, pelo largo y liso, nariz afilada, boca ancha y de labios finos… No estaba muy segura. Empecé a desdecirme.”
“Un atraco”, Tere Maset (alumna del Taller de Escritura

Estamos ante un narrador en primera persona que cuenta su propia historia y por lo tanto es personaje de ella. Esta mujer a la que han atracado y va a comisaría a interponer una denuncia nos muestra la situación que vivió de forma directa. Es ella misma la que narra lo que le sucede, la responsable de su relato y nos indica, sobre todo, lo que hizo y lo que vio, su narración por tanto es externa y objetiva; si además emitiera sus pensamientos y sentimientos la narración sería interna y subjetiva.

Desde el momento en que el narrador forma parte de la trama ya se da una aproximación mayor a la historia: aproximación de la historia al narrador que la ofrece como algo personal y aproximación al lector que se transforma en un tú, en un interlocutor. Por lo tanto, la primera persona se utiliza con un fin muy claro: uno, aproximar la historia y dos, implicar al lector en sus dudas e incertidumbres.

El ejemplo siguiente es del mismo tipo, pero contado mediante una técnica propia de este tipo de narrador: mónologo interior.

Ejemplo 2

“A una servidora la encontraban, antes del suceso, claro, a partir de las ocho y media en la calle Hermógenes Sainz, ya saben, la que corta la de la Cruz, sí, esa de la bodeguilla Tío Frasco, donde puedes comprar peleón barato de Albacete, que al relente de noches de enero te hielas entera por dentro con estas prendas de caladitos que usa una, todo porque la cosa tiene mucho morbo y las sesops están llenas de artilugios raros, que me sorprendo de las calenturas de algunas y eso que estoy curada de espanto o al menos eso creía, aunque la circunstancia presente no me la imaginaba yo ni en pesadilla y si pudiera llegar al teléfono, pero sólo araño con la uña la ruedecilla y contenta que respiro, qué desgracia, y todo por le morbo, que cualquier tarea tiene su cruz, pero yo no suponía que fuese tan peligroso el morbo, ya está la calle bien joribiada con tanto navajero y mono y la autoridad competente incordiando, para qué voy a contar nada, verbigracia: antesdeayer, no más, le había avisado yo al hombre de Charito que no provocara a la Roxana, que fue ayudante de carnicero en sus manos de varón y cuando le pinchó salpicó hasta el fluorescente de neón y las locazas chillaban y la Charito llorando a lágrima viva, que no le duran los hombres, pobre mujer, y dos criaturas y de Albadalejo, Extremadura, ya me dije para mí, si las barbas de tu vecina, que vaya mala racha, no sé a dónde vamos a parar, con la inseguridad cívica, y ahora el mal del Sida, que es llover sobre mojado y dicen que la culpa es del morbo, pero lo que pasa es que hay mucha informalidad y el Gobierno se lo calla, porque ansí, a puñados conozco yo de personal que pega el canelo, pero luego por lo vicioso es peor que la mugre del Chino y bien puestos que están, en el Gobierno si me la apuras, que al fulano éste se le veía prestancia y buena colonia que desprendía y largaba con educación, pero yo tate, éste pide fantasías…”.
“El morbo”, Gerardo Elorriaga

Aquí la protagonista nos narra una experiencia traumática que tuvo mientras ejercía su trabajo. Como vemos, el personaje protagonista se entrega a vaivenes de la mente y desórdenes del pensamiento, vaivenes que aparecen sin presentación alguna por parte del narrador, de forma que la conciencia del protagonista se muestra en pleno funcionamiento: desordenada, superponiendo unas ideas sobre otras, mezclando estilos —directo con indirecto—, tiempos — recuerdos del pasado con momentos del presente—… esto cuadra bastante bien con la definición del inventor de esta técnica, Èdouard Dujardin: “…en cuanto a su materia, es una expresión del pensamiento más íntimo, más próximo al inconsciente; en cuanto a su espíritu, es un discurso anterior a cualquier organización lógica y reproduce ese pensamiento en su estado naciente o con aspecto de recién llegado; en cuanto a su forma, se realiza en frases directas reducidas a un mínimo de sintaxis.”

Hay que mencionar aquí que existe también el monólogo tradicional; se diferencia del anterior en que expresa sus pensamientos y sentimientos de forma lógica y ordenada. Lo importante, en cualquiera de los dos casos, es que ambas técnicas tienen por objetivo mostrar lo que el personaje piensa y siente en un diálogo consigo mismo.

Antes de finalizar, queremos resaltar un dato importante a tener en cuenta a la hora de optar por el narrador protagonista para contar una historia: hay que adecuar muy bien lo que dice el personaje a su forma de ser y comportarse. En el primer ejemplo vemos cómo la forma de hablar de la mujer se adecúa a su forma de ser, edad… Más claro todavía está en el segundo ejemplo donde la protagonista utiliza un lenguaje vulgar, lleno de palabras incorrectas debido a su falta de formación y su estatus social. El lector ve que hay coherencia entre la forma de contar del personaje y su modo de actuar, lo que aporta más verosimilitud a la historia.

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