Realismo mágico. Primera parte

Categoría (General, Taller literario) por Ana Merino y Ane Mayoz el 06-01-2022

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Creo que si uno sabe mirar las cosas de la vida diaria pueden volverse extraordinarias. La realidad diaria es mágica pero la gente ha perdido su ingenuidad y ya no le hace caso. Encuentro correlaciones increíbles en todas partes (Gabriel García Márquez).

Cada vez que escuchamos el término realismo mágico, lo relacionamos con el movimiento literario que surgió en Latinoamérica. Y nos vienen a la mente obras provenientes de autores hispanoamericanos donde ocurren cosas extrañas, fuera de lo común, pero que se insertan en un mundo cotidiano y conocido por todos.

Empecemos teniendo en cuenta de dónde procede ese término. Fue acuñado por el crítico alemán Franz Roh en 1925 y hacía referencia a una escuela de pintura, hasta que también empezó a usarse para definir una nueva narrativa.

En los años treinta Borges, había hablado de realismo fantástico —una tendencia literaria que Julio Garmendia (1898-1977) había iniciado en 1927— y posteriormente, Arturo Uslar Pietri utilizó el vocablo de realismo mágico para referirse a la narrativa hispanoamericana. Esta había tenido una etapa predominantemente realista a principio de siglo. A partir de la década de los cuarenta, tuvo lugar una renovación en la prosa de la misma manera que antes se había producido en la poesía. Dicha renovación estuvo caracterizada por la atención a la peculiaridad americana desde una estética que unificaba el realismo y lo fantástico como forma única de expresar las características del mundo americano.

Alejo Carpentier prefería el vocablo lo real maravilloso; afirmaba que el realismo puro es incapaz de recoger la asombrosa realidad del mundo americano. Lo utiliza para introducir su novela El reino de este mundo, que algunos la consideran iniciadora de esta corriente literaria.

Por tanto, el realismo mágico es un intento de renovación literaria muy unido a las renovaciones estéticas de las vanguardias europeas, aunque se caracteriza por su propósito de reflejar la realidad americana. La mayoría de sus autores tienen un gran contacto con el mundo europeo, tanto con las vanguardias poéticas, como con la novela europea más renovadora.

En cierta medida, la irrupción de la imaginación y de lo fantástico en la prosa hispanoamericana tiene que ver también con la presencia del mundo onírico en la literatura europea de vanguardia y con lo que se ha denominado fantástico moderno cuyo máximo representante sería Franz Kafka, y sus principales herederos en Hispanoamérica Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. Aunque Borges ha sido relacionado con el realismo mágico, su negación absoluta del realismo como género o como una posibilidad literaria lo pone contra este movimiento.

En el realismo mágico encontramos precisamente lo real presentado como maravilloso, o bien lo maravilloso presentado como real. Los sucesos más fantásticos no se muestran como algo que asombra tanto a personajes como a lectores —lo que sucedería en el cuento fantástico tradicional—, sino como parte de la realidad cotidiana.

Asimismo, también lo real, lo cotidiano, el paseo por la calle, la reunión de amigos o simplemente ponerse un jersey pueden tornarse como hechos fantásticos y maravillosos en esta narrativa. Ambas vertientes, la unión de realidad y fantasía, se mezclan en las novelas que en torno a los años cuarenta comienzan a escribirse en América y se caracterizan por la innovación estilística y el deseo de desentrañar la peculiaridad americana desde la síntesis de la realidad y la fantasía. También por la aparición de nuevos temas: el mundo urbano, la reflexión sobre problemas humanos y existenciales, el psicoanálisis y los sueños…, pero no abandona los temas propios de la novela realista anterior, como la naturaleza, el mundo indígena, los problemas políticos…

Ya durante el descubrimiento de América, ésta había sido vista por los españoles desde una perspectiva de ficción. Ante la inconmensurable naturaleza americana y la increíble diferencia con el mundo de los conquistadores, estos no pudieron hacer otra cosa que echar mano de su acervo de conocimiento literario, dado que no tenían una realidad con la que compararla, relacionaron el mundo americano con el descrito en los libros de caballerías, obra de ficción medieval en la que lo maravilloso, lo fantástico y lo claramente increíble se daban cita con total naturalidad.

La ficción se hacía realidad en el mundo americano para los conquistadores y estos ponían nombre a la geografía, a los habitantes y situaciones americanas con el nombre del mundo imaginario de los novelistas europeos. El realismo mágico del siglo XX es en cierta medida el regreso a aquel momento, solo que ahora se devuelve a los europeos el mundo americano en forma de realidad desde lo fantástico. Los autores americanos mezclan lo mágico y lo cotidiano y dan cuenta de la peculiaridad americana desde una ficción depurada estilísticamente, manejada con técnicas renovadoras. El mismo lenguaje es también enriquecido con los términos de uso americano.

Sin embargo, esta renovación narrativa emprendida en los años cuarenta no tendrá su consolidación hasta los años sesenta cuando una nueva generación de escritores dé lugar al llamado boom hispanoamericano. Se trata de autores como Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, que con el éxito editorial alcanzado en Europa hacen volver la vista a los narradores de décadas anteriores que ya habían iniciado ese cambio.

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