Se impone una reflexión en la esfera del libro

Categoría (El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 13-06-2013

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Mientras la Feria de Madrid se acerca a su final, la industria editorial se debate en torno a su futuro incierto. Más de 800 editoriales existen todavía en España ─en Francia, el Syndicat National de l’édition tiene 580 asociados y facturan 4.130 millones de euros, un 38% más que en España─, un número excesivo que confirma la poca afición que el homo hispanicus siente por buscar alianzas para crecer en dimensión, una de las formas más simples de mejorar la competitividad y ganar cuota de mercado.

Cinco años consecutivos de crisis por la caída de las ventas han obligado a meditar sobre las causas para llegar a una conclusión que, no por ser evidente, deja de ser trascendente. Tal y como ha reconocido César Antonio Molina, escritor y exministro de Cultura: “Hubo un equívoco al pensar que lo importante era que hubiera compradores de libros, aunque los libros no se leyeran. Un error garrafal. Lo que hay que hacer es crear lectores y una vez que se creen, ellos comprarán libros”.

promocion infantil del libro

Hasta ahora, la clave para subsistir era el éxito milagroso de algún autor oculto que, de la noche a la mañana, se hace famoso y alumbra un superventas capaz de llenar las arcas del editor que lo ha descubierto. La mayoría de los sellos espera salvar el ejercicio con la aparición de algún fenómeno de este tipo, una ilusión que pronto se desvanece, primero porque los escritores afamados sólo negocian con los grandes grupos editoriales, y segundo porque el público es cada vez más crítico con ese tipo de productos. Os recomiendo que leáis el tercer epígrafe del artículo de Manuel Rodríguez Rivero, bajo el título “Patochada”, aparecido el 1 de junio de 2013 en el diario “El País”, en el que vierte su opinión acerba sobre “Infierno”, la última novela de Dan Brown.

Se trataría de fomentar la lectura, inculcar a los jóvenes el hábito de leer ─tanto da que sea en papel o en digital─, la curiosidad por descubrir valores nuevos, escritores con talento aunque no tengan pedigrí, apadrinados por editores con vocación, agentes o prescriptores literarios y la prensa en general, en un intento de salvar esta parcela de la cultura que tanto coadyuva a la educación ciudadana, el cimiento en que se basa la sociedad democrática que la mayoría anhela. Quizá no nos damos cuenta, pero una buena parte de la comunidad se siente vinculada al mundo del libro, lo defiende, y está dispuesta a luchar para que sobreviva, a pesar de ser un sector que apenas tiene apoyo económico público.

No es cuestión de fomentar la superproducción de libros ─recordad que en 2012 se registraron 94.079 títulos─, cuando entre unos pocos se reparten la tarta, apoyados por campañas publicitarias millonarias,  para ocupar los lugares preeminentes en los puntos de venta. Eso impide la presencia de obras meritorias que muchos lectores buscan y no encuentran, o cuando menos ocultan su visibilidad. Al final, la diversidad cultural se difumina, el público se acostumbra a leer entretenimiento y se olvida de que el libro es una herramienta que ayuda a pensar, a comprender el género humano, a combatir fanatismos disfrazados de populismo… a ser libre.

Se le puede echar la culpa a la crisis, a la falta de poder adquisitivo, a la caída del consumo. Cierto, claro que sí, eso influye… pero no es todo. Intuyo que al poder político el  mundo del libro le importa un rábano… total, sólo representa el 0,7% del PIB español. Es más, yo diría que hasta le viene bien… quizá sea más fácil gobernar sobre un pueblo inculto que sobre un colectivo pensante.

Así que si el sector privado no toma la iniciativa, es probable que dentro de unos años, la industria editorial haya sufrido una contracción importante, arrastrada por caída de las ventas, un descenso de la población lectora y una deriva de lo analógico a lo digital. O haya sido absorbida por cadenas multinacionales, sólo preocupadas de mejorar su cuenta de resultados. Se impone una reflexión profunda para evitar la catástrofe y tomar medidas de largo alcance. La lectura juega un papel primordial en la formación de la persona y su integración en la sociedad. Su declive acarrearía un perjuicio incalculable… y sería responsabilidad de todos.

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