Escritores comprometidos

Categoría (El mundo del libro, Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana el 28-05-2012

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Tres autores ─Iban Zaldua (Donostia, 1966), Txani Rodríguez (Llodio, 1977) y Carlos Yushimito (Lima, 1977)─ se reunieron la semana pasada para opinar sobre el papel del escritor en el mundo actual, dentro de los actos programados dentro de Literaktum 2012: ciudad de las palabras, un festival literario que se está celebrando estos días en Donostia-San Sebastián. Éstas son algunas de sus conclusiones:

  • En el siglo XIX, la literatura cumplía un papel crucial a la hora de debatir los grandes temas que preocupaban a la sociedad occidental, en un momento en el cual primero la industrialización había producido una importante transformación en la forma de vivir, y luego la irrupción del capitalismo, una explotación del hombre que, si bien no era inferior a la que había existido hasta la fecha, se ponía en evidencia con la aparición de los medios de comunicación. En ese sentido, el escritor había pasado a ser un personaje público capaz de intervenir en esa discusión, el libro era la pieza fundamental para destapar la opresión y denunciar la injusticia.
  • Ese rol desaparece a partir de 1960, con la implantación de la enseñanza obligatoria y la alfabetización de las masas. La llegada de unas generaciones ya alfabetizadas, educadas en una nueva cultura audio-visual ─la radio, el cine, la televisión y ahora Internet─ ha restado centralidad al libro escrito. Hoy el papel de la literatura ha perdido peso, ya no goza del influjo que tenía hace unas décadas.
  • Quizá, como herencia de esa antigua centralidad, ciertos grupos sociales reclaman a los escritores ─o más genéricamente, a los intelectuales─ que intervengan más decididamente en el debate social que se está produciendo en la actualidad, que acusen el incremento de la desigualdad, la codicia, el afán de riqueza, el dinero como valor supremo.

¿Deben los escritores ser social y políticamente comprometidos? Sobre este aspecto, los tres participantes compartían el mismo criterio: «El hecho de saber crear ficciones no nos convierte necesariamente en buenos opinólogos». La tentación de emplear la ficción como vehículo para transmitir un mensaje político es legítima, pero también peligrosa. “Yo prefiero pensarme a la sombra de personajes silenciosos o completamente ajenos al debate público, como Juan Rulfo o Felisberto Hernández», apostilla el escritor peruano.

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Nadie cuestiona que la opinión de un escritor vale tanto como la de cualquier otro ciudadano. Pero si alguien que, en principio, posee un cierto nivel cultural, se ha documentado sobre un hecho en particular y emite una opinión a través de uno de sus personajes, es lógico concederle cierta credibilidad, lo mismo que se la damos a los profesionales de la información, que han demostrado imparcialidad a lo largo de su carrera periodística. Y si no, el propio lector será el que lo sancione.

Pero hay algo que es inevitable. Tú, si te pones a escribir, quieres que alguien te lea, quieres transmitirle tu verdad particular y te esfuerzas en aportar todos los argumentos posibles para influir en él llevarle tu mensaje, que, al final, siempre tiene un componente político o social. Todos los escritores lo hacen, de una forma o de otra, con mayor o menor intensidad. La labor pedagógica está dentro de la conciencia humana.

Lo que sí deberíamos pedir a todo escritor es que sea objetivo, al menos, dar opción a la polémica, que el lector discurra y adopte una postura, tras analizar las distintas alternativas y exponer las razones que las sostienen. Si tu intención es, por ejemplo, denunciar los abusos del franquismo, no te vendría mal incorporar en la trama un personaje que precisamente defienda esa ideología. Déjale hablar, dale una oportunidad, a lo mejor nos convence. La novela ganará en sinceridad.

Últimamente están llegando a mis manos relatos unidireccionales, cuya única intención es transmitir un juicio inmutable, fácil de entender, dentro de un relato simplón, asequible a ese público poco exigente que ve televisión, y con una clara intencionalidad política. Eso sí que me parece peligroso… incluso hasta reciben galardones.

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