Tiempo narrativo. Segunda parte

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 10-07-2023

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Aquí tenemos dos ejemplos más para ahondar en el tema del tiempo, un elemento fundamental dentro del entramado narrativo y que no debe ser elegido al azar porque está directamente relacionado con el punto de vista y la estructura de nuestra historia.

Ejemplo 1

La necesidad era tan grande que al abrir la puerta ni siquiera me sorprendieron los cinco grados bajo cero que aquella noche se habían instalado en el callejón trasero del pub. Mi cuerpo había estado meneándose a ritmo frenético de “ska”, lo que más molaba en esa temporada. Los últimos botes que di no le sentaron demasiado bien a mi vejiga. Estaba a punto de rebosar su capacidad de aguante, cuando me envió un serio aviso humedeciendo mi entrepierna. No era cuestión de perder el tiempo en la cola que, a todas horas, se formaba frente a los servicios, y donde siempre te encontrabas al mismo grupo de tías pijas cuchicheando sobre los últimos ligues o sobre el último grito en moda.
Me instalé detrás de aquellos grandes cubos de basura que acumulaban, sobre todo, cientos de botellas vacías de cerveza y licores de toda clase y color. Con las bragas bajo mis rodillas, aquel chorro amarillo y humeante salía como una cascada desbordada. ¡Qué liberación!, pensé suspirando hondamente. Pero de pronto, un extraño ruido me sobresaltó. Alguien caminaba con paso lento y torpe hacia mí. En el silencio del oscuro callejón podía, incluso, oír su respiración. Un escalofrío largo y seco recorrió todo mi cuerpo, y los cinco bajo cero me parecieron, ahora, veinte bajo cero. En cuestión de décimas de segundo, el sobresalto dio paso al miedo y éste al terror, cuando por el estrecho hueco que se abría entre los cubos de basura, atisbé, plantados como rocas, dos enormes pies embutidos en dos gruesas y grandes botas.
Todo mi cuerpo se había quedado inmóvil. Sentía mi culo helado, y el chorro amenazaba con convertirse en una preciosa estalactita. Recordé los titulares de los periódicos de aquella mañana: ‘Brutal asesinato en la ciudad”. “Joven hallada muerta en medio de un gran charco de sangre”. De nuevo un largo y seco escalofrío. “La policía sospecha de un individuo que utiliza grandes botas de alta montaña, a tenor de las huellas halladas en el lugar de los hechos”. Miré de nuevo por entre el estrecho hueco. Eran botas de alta montaña las que tenía frente a mí. “Aquí está, me dije, es él…”. Aterrorizada, pasaron por mi mente aquellas sabias palabras de mi vieja: “Nunca andes sola en lugares oscuros. Las chicas decentes no se bajan nunca las bragas en la calle”. Deseé haberme quedado en la cola de los servicios, junto a aquellas tías pijas que ya no me lo parecían tanto, discutiendo sobre si el largo de falda debía llevarse a dos o a cinco palmos por encima de la rodilla. Seguía helada, como un iceberg, y mis ojos que parecían no obedecer las órdenes que mi cerebro les enviaba, dejaron de estar fijos en aquellas botas y comenzaron a subir, por cuenta propia, primero a las piernas, después a los muslos. Y junto con aquellos muslos, se toparon con el frío, brillante y afilado metal. “La joven tenía el cuello sesgado de lado a lado”, informaban los periódicos. “Sus intestinos se hallaban esparcidos a su alrededor”. Instintivamente me llevé la mano a mi blanco, hermoso y apreciado cuello de cisne. Ya lo veía abierto, rojo, chorreando sin parar. Quería gritar, pero pensé que las palabras escaparían antes de llegar a mi boca, por la larga abertura. En el mismo instante en que mi vejiga acabó de vaciarse, y cuando ya me despedía de este mundo, aquel tío, embutido en grandes botas de alta montaña, abrió su boca:
— ¿Tienes fuego, nena? — soltó entre risitas, mientras echaba el ojo a mi culo helado. Lo miré de arriba a abajo y recordé que el matadero municipal, donde se trabajaba a turnos día y noche, se encontraba situado en aquel mismo callejón. Me coloqué las bragas en su sitio y ante su atónita mirada, mandé a tomar viento fresco al desgraciado matarife que, entre degüello y degüello de tiernos y jóvenes terneros, sólo quería fumarse un cigarrillo.

Alivio truncado (cuento creado en nuestros talleres de escritura)

Este primer texto es un ejemplo clarísimo de cómo detener el tiempo en una narración. Ese minuto de “alivio” del personaje se le hace eterno. Debido a ese torrente de pensamientos que pasa por su cabeza, ese minuto transcurre con tanta lentitud que parece que el tiempo se ha detenido. La conexión entre el tiempo objetivo y el subjetivo en este caso se opera mediante la técnica del recuerdo.

Aquí nos encontramos marcas temporales propiamente dichas. Por eso el tiempo objetivo que viene marcado por la acción se puede calcular en ese minuto que hemos mencionado anteriormente. En cambio, el tiempo subjetivo, que es el principal en este texto, es el que sabemos con seguridad que dura mucho porque lo percibimos a través de la sensación de parada de tiempo.

Ejemplo 2

Regresaron en silencio. El médico concentrado en los periódicos. El coronel con su manera de andar habitual que parecía la de un hombre que desanda el camino para buscar una moneda perdida. Era una tarde lúcida. Los almendros de la plaza soltaban sus últimas hojas podridas. Empezaba a anochecer cuando llegaron a la puerta del consultorio.
—Qué hay de noticias —preguntó el coronel.
El médico le dio varios periódicos.
—No se sabe —dijo-—-. Es difícil leer entre líneas lo que permite publicar la censura.
El coronel leyó los titulares destacados. Noticias internacionales. Arriba, a cuatro columnas, una crónica sobre la nacionalización del canal de Suez. La primera página estaba casi completamente ocupada por las invitaciones a un entierro.
—No hay esperanzas de elecciones —dijo el coronel.
—No sea ingenuo, coronel —dijo el médico—.
Ya nosotros estamos muy grandes para esperar al Mesías.
El coronel trató de devolverle los periódicos pero el médico se opuso.
—Lléveselo para su casa —dijo—. Los lee esta noche y me los devuelve mañana.
Un poco después de las siete, sonaron en la torre las campanadas de la censura cinematográfica. El Padre Ángel utilizaba ese medio para divulgar la calificación moral de la película de acuerdo con la lista clasificada que recibía todos los meses por correo. La esposa del coronel contó doce campanadas.
—Mala para todos —dijo—. Hace como un año que las películas son malas para todos.
Bajó la tolda del mosquitero y murmuró: «El mundo está corrompido.» Pero el coronel no hizo ningún comentario. Antes de acostarse amarró el gallo a la pata de la cama. Cerró la casa y fumigó insecticida en el dormitorio. Luego puso la lámpara en el suelo, colgó la hamaca y se acostó a leer los periódicos.
Los leyó por orden cronológico y desde la primera página hasta la última, incluso los avisos. A las once sonó el clarín del toque de queda. El coronel concluyó la lectura media hora más tarde, abrió la puerta del patio hacia la noche impenetrable, y orinó contra el horcón, acosado por los zancudos. Su esposa estaba despierta cuando él regresó al cuarto.
—No dicen nada de los veteranos —preguntó.
—Nada —dijo el coronel. Apagó la lámpara antes de meterse en la hamaca—. Al principio por lo menos publicaban la lista de los nuevos pensionados. Pero hace como cinco años que no dicen nada.
Llovió después de la medianoche.

El coronel no tiene quien le escriba (Grabriel García Márquez)

Este texto es completamente diferente al anterior. El tiempo objetivo es patente. A través de dos tipos de marcas temporales: ciclos naturales (“Los almendros de la plaza soltaban sus últimas hojas podridas”) y el tiempo del reloj (“un poco después de las siete…”, “a las once…”), el narrador, en este caso omnisciente, remarca la espera del personaje principal.

Como hemos dicho al inicio, el tiempo en cualquier texto no es algo arbitrario. En este fragmento la estructura es lineal y el narrador omnisciente, lo que exige que el tiempo sea objetivo. No tendría sentido, por ejemplo, una visión objetiva del tiempo en un monólogo interior. Ni sería compatible una estructura totalmente lineal con la visión subjetiva. Es decir, si tu narrador es omnisciente y la estructura es lineal, el tiempo será más objetivo. Pero esto no quiere decir que en algún momento y en boca de algún personaje no aparezca el tiempo subjetivo.

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