El escritor ha de saber gestionar su negocio
Categoría (General, Marketing para vender libros, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 05-10-2012
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En un artículo anterior titulado “Autoeditar es la solución”, aludíamos al fenómeno que acaece en la actualidad: cada vez aparecen más escritores aficionados, no para ganar dinero, sino para divertirse y quizá para satisfacer su ego. Es cierto que todos ellos tienen como objetivo publicar su libro, aunque muy pocos lo logran, si siguen el camino tradicional que ha funcionado hasta ahora: buscar un editor que asuma el riesgo.
Hoy ya no vale eso de enviar el texto de tu novela a un puñado de editoriales: ninguno te va a contestar, tu libro irá probablemente al cesto de los papeles. Tampoco pretendas encontrar un agente literario, todos están ocupados con los que ya son célebres.
Si has llegado a este momento y quieres publicar de verdad, no tienes más remedio que pensar en la autoedición… y también en algo más: todo lo que viene a continuación. Tienes que hacerte empresario y gestionar tu propio negocio. Me refiero a eso del marketing: si tú no eres capaz de promocionarte, nadie lo va a hacer por ti, ni el editor, ni el agente literario, ni nadie. Y si no, mira el tiempo que han dedicado ─y dedican─ a eso escritores tan importantes como Vargas Llosa y Pérez Reverte, por citar los primeros que me vienen a la mente.
De todos modos, puedes hacer una prueba y proponer tu novela a alguna editorial que conozcas o que esté especializada en temas relacionados con el que tú expones… te puede sonar la flauta. Aun así, a continuación, surge la pregunta: ¿Acaso porque un editor se haya atrevido a publicar tu novela, vas a vender más ejemplares? Sabrás que estará a la venta en numerosos establecimientos, porque él tiene acceso a ellos por sus acuerdos de distribución, pero nada más. Si la portada es atractiva o te has esforzado en la sinopsis, quizá venderás unos cuantos ejemplares, pero rara vez se convertirá en un best-seller. El estar presente es condición necesaria pero no suficiente.
Esta fórmula tiene la ventaja de que no arriesgas un céntimo, pero no que vas a vender ciento. Estoy queriendo transmitir la idea de que, cualquiera que sea la fórmula que hayas elegido para publicar tu libro, el trabajo viene luego, darte a conocer, adquirir notoriedad para que la gente lo compre. Es tarea ardua y compleja, hay que dedicar mucho tiempo a algo que no comprendemos, eso del marketing no va con la mentalidad de los escritores que ─unos más y otros menos─ se creen pequeños intelectuales.
Acabo de terminar mi segunda novela. Pues bien, voy a hacer un intento con un par de editoriales de mi entorno. Estoy casi seguro de que no tendré respuesta, así que ya me estoy preparado para autoeditar.
He encargado el diseño de la portada y contraportada, aquí no me importa gastar un dinero, porque creo que es importante, uno de los factores del éxito. He trabajado a fondo en la sinopsis para presentar una reseña concisa, amena y sugerente. Pensemos en lo que hace un lector que entra a una librería sin tener idea de lo que quiere comprar:
Deambulará por el pasillo mirando… buscando no sabe qué. De pronto ve la portada de un libro que le ha llamado la atención. Lo tomará en sus manos y lo contemplará con entusiasmo. Luego examinará la contraportada y leerá la sinopsis. Si le place, lo abrirá y se fijará en el tipo de letra; si es muy compacta, lo cerrará y lo devolverá a la estantería (cuidado con ese detalle, ha de ser fácil de leer, no cuesta nada). Pasado ese trámite, quizá ose leer la primera página; intenta que el primer párrafo sorprenda, despierte curiosidad… ya lo tienes convencido. Será entonces cuando mire el precio: no te puedes pasar, una novela de trescientas páginas no debe de costar más de quince euros, mejor en torno a diez. Hay alguna probabilidad de que lo compre.
Sin entrar a juzgar el contenido, estas cuatro cosas (portada, sinopsis, maquetación y primera página) han de pasar el examen con nota. Luego vendrá el trabajo más duro, pero al menos, sabes que el camino que has tomado es el correcto, aunque la meta esté en un alto y tengas que hacer un esfuerzo para coronarlo.