La carrera digital

Categoría (El libro digital, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 20-05-2011

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He leído no sé dónde que la tirada media de los libros que se publican se ha reducido en los últimos años. Eso ha hecho que —a pesar de que los equipos de fabricación se han adaptado a la nueva dimensión— el coste de producir un libro sigue creciendo. Dentro de pocos años, el precio que un lector tendrá que pagar en una librería por el último título de su autor preferido será excesivo y no tendrá ningún aliciente para comprarlo.

Dicen que, en EE.UU., el 35% de los libros ya está disponible en formato digital y es casi seguro que ese porcentaje irá en aumento con el paso del tiempo y la llegada de nuevas generaciones habituadas a llevar un tablet bajo el brazo. Según una encuesta realizada a finales de 2010 sobre el  consumo digital en seis países (EE.UU., Reino Unido, China, Japón, Italia y la India), el tiempo que pasa hoy la gente leyendo en pantalla es casi igual al tiempo dedicado a leer en papel. Las ventajas son evidentes:

  • El e-book es más barato, con tendencia a la gratuidad o casi.
  • No precisa papel. Los ecologistas estarán contentos.
  • Puedes llevar cientos de libros en tu e-reader y leer el actual en el autobús, cuando vas a trabajar.
  • También están disponibles en la red. Algunas plataformas ya ofrecen el préstamo digital, como si fuera una biblioteca pública.
  • No ocupan espacio físico en la casa. La biblioteca del salón de tu casa sobra.

Por el contrario, a los que como yo estamos casi amortizados, nos sigue gustando el libro en papel, tocarlo, manosearlo, disfrutar del tacto de unas pastas suaves, recrear la vista contemplando una portada con encanto. He leído un par de novelas con un e-reader de última generación y, aunque reconozco que la tecnología ha mejorado un montón, yo todavía no me acostumbro. Ya veo que soy un carcamal…

Eso no evita tener que admitir el cambio que nos viene. Las librerías pequeñas se reconvertirán a no sé qué otra actividad o tendrán que cerrar. Las editoriales habrán de reorganizar su negocio y promocionar los libros que publiquen a través de redes sociales, blogs y otros caminos a descubrir. Aun así, si el lector deja de estar motivado, el libro en papel se limitará a los bestsellers y a ciertas publicaciones especializadas.

¿Y qué pasará con el escritor?

¿Quién cubrirá la misión del editor?

Categoría (El mundo del libro, General, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 09-05-2011

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Estaba yo el otro día fisgando en la librería Manterola ─ese pequeño templo del libro vasco antiguo en Donostia que tan animosamente regentan las hermanas Arbelaiz─ cuando descubrí uno que me llamó la atención: “Tradiciones vasco-cántabras”, escrito por Juan Venancio de Araquistain (1828-1906), publicado por primera vez en Tolosa ─donde el autor ejercía como registrador─ en 1886. La edición actual era del año 2000 y costaba diez euros: lo compré de inmediato. Lo leí despacio, sin prisa, disfrutando de una verdadera joya literaria que poca gente ha leído, a pesar de que entre las ocho historias que cuenta, dos son leyendas populares en la cuenca del Deba: “La hilandera” y “La emparedada de Irrarazabal”.

Según dicen las estadísticas, el 90% de los libros que se publican no sobreviven más de un año, se mantienen en las librerías durante unos seis meses y luego desaparecen. Solo el 10% tiene una vida más larga. La desgracia es que dentro de ese 90% de libros olvidados hay sin duda obras meritorias, incluso verdaderas obras de arte perdidas para siempre. ¿Tiene derecho la Humanidad a desperdiciar semejante caudal de conocimiento?

Alguien tiene que cumplir esa función de exhumar piezas extraviadas capaces de suscitar el interés de esos lectores curiosos que todavía se dejan orientar. Los criterios no son iguales a lo largo del tiempo, el pensamiento varía a lo largo de la vida y algunos escritores son capaces de percibir esos cambios antes de que el ciudadano tome conciencia… de adelantarse a su tiempo.

No es infrecuente que literatos que, en vida, fueron despreciados, alcanzaran la fama después de la muerte. Alguien destapó su obra y la resucitó, alguien llegó, la leyó y dijo: “Esto es una maravilla, esto tiene que gustar al público de hoy, de este momento preciso, aunque pasara desapercibido en su tiempo”. Y se lanza a la aventura de publicar algo escrito hace un montón de años por un autor anónimo y… tiene éxito en el mercado.

La pregunta es quién es ese alguien que es capaz de arriesgar sus dineros con tan poco bagaje. Hasta hace muy poco tiempo, ésa ha sido la tarea del editor, del editor profesional que amaba su trabajo, que disfrutaba con la lectura de textos desconocidos, que se exaltaba cuando descubría uno insigne, que alentaba a los nuevos creadores y les ayudaba a culminar su obra.

Por desgracia, esta figura ha desaparecido… o está en trance de desaparecer. El editor de hoy en día no lee, no tiene tiempo, no disfruta con la lectura, solo se ocupa de los autores consagrados, a lo seguro, a lo que sabe que le va a reportar beneficio. Vivimos muy de prisa, solo pensamos en lo inmediato… poco podemos hacer para recuperar los viejos hábitos. Por eso, yo defiendo el papel que puede jugar una nueva generación de agentes o asesores literarios, menos preocupados por hacer rentable una inversión y más orientados a promocionar nuevos valores. Pero no me hacen caso…

Juan Bas en versión digital

Categoría (El libro digital, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 05-05-2011

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El libro electrónico no termina de triunfar en España. A pesar de las grandes expectativas que manejaba el sector hace un año,  los españoles sólo han comprado 260.000 dispositivos de lectura o “e-readers” a lo largo de 2010, con lo cual el peso del libro digital tan sólo ha representado el 1% de la facturación total de contenidos digitales, frente al 6% de los videojuegos y el 8% del cine o el vídeo.

Aun así, algunos escritores ya empiezan a publicar su obra en versión digital. Uno de ellos es Juan Bas, que forma parte de la Asociación de Escritores de Euskadi AEE/EIE. De la mano de Editorial Alberdania, ha digitalizado nueve de los libros que ha escrito y que se pueden descargar al precio de 4,90 € cada uno. Son los siguientes:

  • Páginas ocultas de la historia (escrito con Fernando Marías, 1999) (edición revisada para formato digital en 2010).
  • La taberna de los 3 monos y otros cuentos alrededor del póquer (2000).
  • El oro de los carlistas (2001).
  • Alacranes en su tinta (2002) (edición revisada para formato digital en 2010).
  • Tratado sobre la resaca (2003) (edición revisada para formato digital en 2010).
  • La cuenta atrás (2004).
  • Voracidad (2006).
  • La resaca del amor (2009).
  • En mi furor interno y otros jocosos surrealismos semánticos (2011).

Asesor literario. Un oficio con futuro

Categoría (El mundo del libro, General, Marketing para vender libros, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 21-04-2011

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He recibido algún comentario de gente amiga que corrobora esa sensación que yo manifestaba en el primer párrafo de mi anterior artículo sobre los muchos escritores anónimos que tienen vocación de escribir, que han sido capaces de culminar una o varias novelas y que no saben lo que tienen que hacer para su difusión. No siempre la autoedición es la mejor solución…

 

Echo de menos una figura que, si bien existe para autores consagrados, no abunda para el escritor debutante. Me refiero al intermediario… a lo que en la jerga del sector se conoce como “agente literario”. Pero no el agente literario tradicional, muy próximo al editor y con tradición de comisionista… que solo cobra si consigue publicar y el libro tiene éxito.

Es una figura que se acerca más a un moderno asesor literario ─con conocimiento profundo de las nuevas tecnologías y de las posibilidades que ofrece Internet─ que podría tener las siguientes funciones:

  • Corregir errores de estilo.
  • Eliminar faltas ortográficas.
  • Suprimir párrafos e incluso capítulos baladíes que no aportan valor.
  • Hacer que los personajes sean coherentes a lo largo de la historia… y creíbles.
  • Definir el formato del libros, tipo de papel, portada y contraportada… y el precio de venta al público.
  • Aconsejar al autor si conviene presentar la obra a algún concurso literario.
  • Proponer las alternativas que existen para llegar al lector, en función de la calidad de la obra, de los objetivos que se propone el autor y del dinero que está dispuesto a invertir.
  • Apoyar luego la difusión del libro con campañas promocionales acordes a la estrategia adoptada.

Su remuneración no tendría que estar necesariamente ligada a los resultados; quizá podría ser mixta: una parte fija y otra variable. Lo que sí habría que pedirle es honradez ─como a todo el mundo─ y no abusar de la buena fe de ese escritor novel que ignora todo lo que se mueve alrededor del mundo editorial y que, además, no está ni preparado ni interesado en “perder el tiempo” en esas cosas del marketing. Estoy seguro que un profesional con ese perfil tendría el éxito asegurado, pero… ¿dónde encontrarlo?

Estos enlaces nos ofrecen listas de agentes literarios. Nos pueden servir, aunque yo creo que todos ellos son de la vieja guardia:

Escritores.org / agentes literarios

Agencias literarias

Asociacion de escritores noveles / agentes literarios

Ediciona / agencias literarias

Asociacion de agencias literarias

¿Es posible la cultura sin intermediarios?

Categoría (El mundo del libro, General, Marketing para vender libros) por Manu de Ordoñana el 14-03-2011

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Al amparo del debate que se ha producido en el mundo de la cultura con la aprobación de la llamada Ley Sinde, no está de más que nos hagamos una pregunta: ¿Es posible la cultura sin intermediarios? ¿Es posible la literatura sin editores, sin librerías?

La respuesta no es la misma para todos los sectores. Es difícil entender el cine sin la Warner o la Fox. Los grandes éxitos cinematográficos no desaparecerán nunca, pero probablemente sí ese montón de películas de calidad dudosa que a menudo te tragas en la tele, impuestas a las cadenas televisivas por distribuidoras de medio pelo. Por el contrario, emergerá el cine independiente hecho con un presupuesto modesto que cuenta historias complejas desde formatos diferentes. Los creadores que perciban el cambio tendrán una oportunidad para triunfar; los que no, serán los eternos descontentos que demandan protección con leyes conservadoras para mantener el statu quo. En ese sentido, saldremos ganando.

Alguien podrá alegar que precisamente ese tipo de cine es el que busca la mayoría de la gente, de igual forma que los mayores niveles de audiencia en televisión corresponden a esos programas basura que infestan nuestras pantallas. Es entonces cuando uno se pregunta cuál es el rol de la cultura. Os sugiero que hagáis un recorrido por diferentes países europeos y comparéis el nivel cultural (o educativo, si lo preferís) medio del ciudadano con la calidad de los contenidos que la televisión ofrece. A que no os lleváis ninguna sorpresa…

Algo parecido sucederá en el ámbito discográfico. No creo que desaparezcan los grandes sellos, pero sí los de tamaño medio, para dejar paso a plataformas digitales en las que los artistas venderán directamente sus producciones, aunque nunca podrán prescindir del promotor. Éste juega un papel importante en la difusión de un disco y tiene reconocido su derecho a una remuneración.

En la literatura, es probable que ocurra algo similar. No es cierto que los editores garanticen la calidad de los libros que publican. Diría que incluso al revés. Las editoriales han perdido aquella misión sacrosanta que aplicaron en sus inicios de buscar escritores desconocidos, con talento, para lanzarlos a la fama. Hoy se limitan a publicar lo que saben que se va a vender, es decir lo que hacen los autores consagrados. Ése es el espacio que les corresponde y dejémosles que lo ocupen a su legitimo entender. Muchas tendrán que cerrar…

Surgirá con fuerza el libro digital y allí ya no es tan necesaria la presencia de intermediarios y distribuidores. Cada autor tendrá que encontrar la forma de colocar su libro en la red y adquirir notoriedad para que el gran público lo descargue a su tablet. En ese campo, la figura del agente literario se hará indispensable para promocionar a escritores noveles, orientarles en el enfoque de la obra y hacer la publicidad adecuada. Es un oficio con futuro para nuevos profesionales honestos y adaptados a los nuevos tiempos.

La ley Sinde ya es vigente

Categoría (El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 07-03-2011

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El viernes pasado, de 4 de marzo, el Boletín Oficial del Estado publicó la Ley 2/2011 de Economía Sostenible. Al día siguiente entró pues en vigor la denominada Ley Sinde, que autoriza a un juez a ordenar el cierre de páginas web que permitan la descarga de contenidos protegidos por derechos de autor.

Ahora habrá que esperar a que el Ministerio de Cultura desarrolle el Reglamento y establezca la normativa para constituir la Comisión de Propiedad Intelectual, órgano que se encargará de examinar las denuncias y solicitar la orden judicial correspondiente, si encuentra fundamento a la demanda.

Mientras tanto, la Audiencia Provincial de Barcelona ─informa «El País» del 5 de marzo de 2011─ ha condenado al titular de la web elrincondejesus.com a indemnizar a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) con 2041 €, por “facilitar la descarga directa de obras musicales de su repertorio” como compensación de los ingresos que ha dejado de percibir por tal licencia.

Lo curioso de la sentencia es que la citada página web se limita tan sólo a ofrecer enlaces a otros servidores para que el internauta pueda realizar allí sus descargas. Concluye el juez que la web que pone al servicio del público la posibilidad de bajar una obra protegida viola la ley de Propiedad Intelectual, al margen de si ha sido él u otro quien las haya colgado en la Red.

Esta interpretación va en sentido contrario a sentencias anteriores de otros juzgados que han considerado legales los enlaces a redes p2p, como eMule. Si el Tribunal Supremo la confirma y sienta jurisprudencia, cualquiera de nosotros podemos delinquir, si enviamos a un amigo un enlace para que escuche el Aurtxo Txikia cantado por Ainhoa Arteta y el Orfeón Donostiarra. La verdad es que, en este país, cada día resulta más difícil no ser un delincuente…

¡Qué país Miquelarena!

La cultura es un poco de todos

Categoría (Derechos de autor, El libro y la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 04-03-2011

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Un asiduo de este blog me ha enviado un correo para expresar su desacuerdo con el contenido del artículo “Derechos de autor” publicado el 11 de febrero de 2011. Opina que mi argumento de que “el creador no es propietario completo de su obra, ya que se ha inspirado en la creación de otros artistas que le precedieron y se ha aprovechado del conocimiento que subyace en el entorno en que se mueve, al que consideran de dominio público”, le resulta débil, lo considera un sofisma. Opina que los artistas incorporan a su obra parte de su yo, lo más profundo de su talento, a través de un ejercicio de reflexión profundo y lleno de dificultad, que eso sólo ya justifica el derecho a la propiedad moral e intelectual de lo ha creado y a ser retribuido merecidamente. Considera que admitir la piratería contribuiría a frenar la creatividad de los artistas y provocaría el advenimiento de una sociedad vulgar y falta de originalidad.

El lector tiene parte de razón… pero no toda. A mí también los argumentos que alegan esos colectivos para defender la descarga gratuita de contenidos me parecen insuficientes. Yo no dudo del derecho que tiene un autor a proteger su obra. Lo que digo es que ese derecho no le autoriza a cometer desmanes con ella o permitir que lo hagan los intermediarios en su nombre. El artista ha recibido un legado intelectual de sus antepasados que le ha servido para la creación de su obra. En ese sentido, no es propietario exclusivo de ella, sólo una parte. La otra es de dominio público. Por eso, entiendo que la cultura es un poco de todos. Por cierto, no sólo la cultura… algunos otros recursos, también.

Veamos un ejemplo: En 2009, terminé de escribir mi primera novela, una novela histórica que titulé “Árbol de sinople”. Es cierto que tardé tres años en escribirla y que me dejé en ella la piel. Sin duda, fue un esfuerzo importante merecedor de una gratificación. Pero ¿eso me concede el derecho a su completa propiedad?

La novela está basada en un hecho real sucedido en la provincia de Gipuzkoa a finales del siglo XVI. La historia la cuenta con lujo de detalles José Antonio Azpiazu en un magnífico libro titulado “Historia de un rapto”, del que yo obtuve abundante información. Lo mismo ocurrió con numerosos documentos encontrados en varios archivos que hacen referencia al caso, con los apoyos que me prestaron ciertas personas haciéndome recorrer los escenarios, hablándome con voz experta de los personajes, de las costumbres de la época y un sinfín de pequeños detalles que me sirvieron para dar a luz el engendro. ¿Qué decir de las dos “profas” que educaron mi saber literario, que corrigieron el texto y aportaron sugerencias de notable contenido? No; yo no considero que la obra me pertenece al 100%.

El azar y la creación artística

Categoría (El mundo del libro, Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana el 25-02-2011

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Si alguien es capaz de demostrar la autoría original de una combinación de elementos, ya sean escritos, sonoros o visuales, adquiere la propiedad de tal hallazgo y puede inscribirla en el Registro de Propiedad Intelectual. A partir de ahí, nadie la puede utilizar sin su consentimiento. En ese sentido, la ley protege el monopolio del artista y limita la libertad de expresión, ya que excluye a los demás del uso de esa producción, lo que supone una buena porción de palabras, melodías o imágenes que reduce la capacidad creativa del que viene detrás.

Llegado a este punto, conviene hacer la siguiente pregunta: ¿Es lógico que se considere propiedad intelectual un conjunto de elementos que pueden originarse al azar, sin necesidad de intervención humana?

Ya Borges (Otras inquisiciones. Nota sobre Bernard Shaw) ponía el dedo en la llaga, en 1951, cuando escribía lo siguiente: “A principios del siglo XIX, John Stuart Mill temió que se agotara algún día el número de combinaciones musicales y no hubiera lugar en el porvenir para indefinidos Webers y Mozart. A finales del siglo XIX, Kurd Lasswitz jugó con la abrumadora fantasía de una biblioteca universal, que registrara todas las variaciones de los 25 símbolos ortográficos, o sea, cuanto es dable expresar, en todas las lenguas”.

Claro que su respuesta a tal disquisición metafísica fue totalmente racionalista: “Quienes practican ese juego ─advierte Borges─, olvidan que un libro es más que una estructura verbal o que una serie de estructuras verbales: es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria… la literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual ─ésta, por ejemplo─ como la leerán el año 2000, yo sabría cómo será la literatura del año 2000”.

Artistas sin glamour

Categoría (El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 18-02-2011

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Con motivo de celebrarse en Madrid la Feria Arco 2011, El País del sábado 12 de febrero dedicó buena parte del suplemento Babelia a analizar la situación del Arte en España. Un artículo titulado “Artistas contras las cuerdas”, escrito por Daniel G. Andújar, artista visual, merece un comentario.

Según un estudio realizado en 2006, los ingresos anuales obtenidos por el 53,7% de los profesionales de las Artes Visuales no llegaba a los 6.000 € y el 42,4% apenas superaba los 3.000 €, cuando el umbral de la pobreza en España está en 6.287,7 € al año. Con la nueva coyuntura económica, la situación ha empeorado y el colectivo de artistas es cada vez más pobre.

Durante los años de bonanza, se crearon infraestructuras espectaculares, se celebraron grandes eventos culturales, se abrieron decenas de museos, muchas veces sin un objetivo muy claro, como no fuere la mera propaganda política. Ahora, en tiempos de crisis, la cultura se ha convertido en un bien prescindible, bajo el lema de que hay que sanear las cuentas públicas.

Cuando una institución cultural sufre una contracción de su presupuesto, son los artistas los que más padecen, atrapados en un engranaje que los arrastra a un estado tan precario que muchos de ellos se ven obligados a abandonar su profesión y dedicarse a otras actividades para sobrevivir, mermando así la creación artística y el nacimiento de nuevas figuras destinadas a heredar el conocimiento existente y preservar la tradición del territorio.

Así el vivero cultural se está quedando sin cosecha y los frutos retroceden. Si esto continúa durante mucho tiempo, el futuro nos deparará instituciones culturales estériles y una sociedad desnutrida con poca sensibilidad hacia el arte que terminará por producir individuos estultos, orientados hacia la obtención de bienes materiales, fáciles de conducir.

Mientras tanto, gobiernos, entidades financieras, corporaciones y particulares gastan enormes cantidades de dinero en comprar obras de arte ─durante los últimos quince años, el número de coleccionistas adinerados se ha multiplicado por veinte─. El valor de las creaciones de los artistas consagrados no para de crecer, mientras que los pequeños se mueren de hambre. ¿Para cuándo el primer Museo de los Pobres?

Derechos de autor

Categoría (El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 11-02-2011

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El derecho a la protección de una obra original es un concepto moderno que emana de las teorías de la Ilustración, plenamente aceptado por la sociedad en que vivimos. Son objeto de protección las creaciones artísticas, científicas y literarias, quedando incluidas en este último epígrafe los libros, cuentos, poesías, ensayos, artículos, obras teatrales, folletos, historietas gráficas, tebeos o cómics.  Es un derecho que nace en el mismo momento en que el autor da a conocer su obra y no requiere registro ni depósito de copia, aunque siempre es recomendable disponer de alguna prueba que demuestre la autoría.

Hay que recalcar la noción de obra original, para diferenciarla de lo que es una copia total o parcial de otra ya existente, sin aportación sustancial de contenido. La producción de algo nuevo enriquece la conciencia del individuo y coadyuva al progreso de la Humanidad. En ese sentido, nada hay para objetar a los llamados “derechos de autor” que, en el entorno anglo-sajón, se conoce como “copyright”.

Viene esto a cuento por el debate que se ha abierto sobre la legislación que los gobiernos pretenden implantar para proteger tales derechos. Algunos colectivos rechazan este monopolio, alegando que el creador no es propietario completo de su obra, ya que se ha inspirado en la creación de otros artistas que le precedieron y se ha aprovechado del conocimiento que subyace en el entorno en que se mueve, al que consideran de dominio público.

En España, hoy todavía existe el derecho a hacer copias privadas de una obra sin permiso del autor, siempre que no exista ánimo de lucro. Pero la nueva ley deroga este derecho y protege al propietario de forma contundente, con lo cual las grandes empresas culturales tienen la puerta abierta para imponer su ley, en detrimento del consumidor que se verá obligado a pagar el precio que aquéllas impongan.

En el ámbito literario, lo que más me sorprende en esta guerra es la postura que han adoptado los escritores. Todos se han posicionado en favor de las editoriales y de las distribuidoras, sin darse cuenta de que a ellos ni les va ni les viene. Claro, no me refiero aquí a los famosos, a los consagrados ─si la piratería desaparece, ellos salen beneficiados─, sino a los del montón, a la mayoría de escritores que a duras penas sobrevive de su profesión. Los derechos que percibe un autor cuando una editorial publica su libro son el diez por ciento de su precio en el punto de venta, es decir, en torno a un euro o poco más, por cada ejemplar vendido. ¿Es eso justo?

A partir de ahí, cada uno sacará sus conclusiones. Pero yo me pregunto: ¿No sería el momento de prescindir de los canales tradicionales y utilizar otros procedimientos para vender el libro que has escrito? La tecnología ha evolucionado e Internet está ahí, a la espera de emprendedores dispuestos a descubrir nuevos caminos. Sólo haría falta el apoyo de portales especializados que nos dieran el soporte informático y se encargasen del cobro, a cambio de un pequeño porcentaje. Todo bastante simple.

Quedaría por solucionar el problema de la publicidad… ¿pero acaso no te encuentras ahora con el mismo problema? Pocas editoriales hacen campañas de promoción de escritores noveles o poco conocidos. Si consigues publicar, tu novela estará quizá una semana en un lugar preferente de la librería, pero al final terminará arrinconada en un sótano que nadie visita.

Para los escritores debutantes, Internet no es una amenaza… y la nueva ley de Propiedad Intelectual tampoco. Constituyen más bien una oportunidad. Dejemos que las librerías vendan los bestsellers a 20-25 € y creemos nosotros plataformas que permitan la descarga de nuestra obra a un precio entre 1,00 y 1,50 €, incluyendo foros donde los lectores aporten sus impresiones y discutan sus preferencias. ¿Creen ustedes que alguien va a discutir ese precio para bajarse a su tablet un título sugestivo o un argumento con encanto que ha encontrado en la web? Algunos quizá sí… la mayoría no.

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