El futuro de las librerías (1)

Categoría (El libro digital, El mundo del libro, General, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 03-11-2011

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Predecir el futuro es un ejercicio arriesgado. ¿Podrá el libro digital imponerse al libro impreso, como auguran los entendidos y avala la evolución de ventas en cada uno de los sectores? La respuesta es ambigua ─al menos a corto plazo─, los dos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Lo que sí parece evidente es que, durante mucho tiempo, los dos formatos tendrán que convivir, repartirse el mercado y adaptarse a las peticiones del cliente. El resultado final dependerá de cómo cada uno se adecúe a las exigencias de la demanda.

Claro que muchas veces las estadísticas son engañosas: las ventas de libros en papel empezaron a decrecer bastante antes de que irrumpiera el libro electrónico:

  • Primero, porque la educación que recibe la juventud no está orientada a las humanidades, se limita a fomentar el conocimiento teórico y producir profesionales bien preparados para atender las necesidades del mercado de trabajo (lo cual es loable, es el papel que la sociedad moderna asigna a la universidad).
  • Segundo, porque la plebe es incapaz de librarse de esos programas basura que, de manera casi generalizada, nos depara la televisión, reduciendo el tiempo de lectura de los ciudadan@s y recortando sus facultades para disfrutar de un relato con cierto contenido intelectual.
  • Tercero, porque el precio que había que pagar por un libro ha sido, hasta hace poco, tan elevado que, en numerosas ocasiones, retraía al público de tan noble propósito, como es comprar un libro.

Fijaos que estoy hablando en pretérito y no en presente: me da la impresión de que las librerías han bajado los precios. No sé si esto es una apreciación objetiva o más bien una dilección. Si es verdad, vamos por el buen camino, los libreros se han dado cuenta del peligro que les acecha y han optado por escuchar la voz del comprador.

Esta actitud debería de ir acompañada de un nuevo ordenamiento en toda la industria editorial ─editores, promotores, distribuidores y puntos de venta─, para achatar la pirámide y hacer que el libro llegue directamente desde el escritor al lector ─desde el productor al consumidor, ¿os suena?─, eliminando la cadena intermedia que no aporta valor, de manera que el precio final sea proporcionado. En esta transformación, se me ocurre que la figura del “agente literario” debe jugar un rol determinante y convertirse en el protagonista único interpuesto entre el autor y la librería.

Los escritores ─no me refiero aquí a los consagrados, sino a los diletantes, los de “a granel”, con mérito suficiente para crear una obra digna capaz de despertar el interés de un público exigente que huye del “best seller”─ tendrán que acostumbrarse a cofinanciar la publicación de su obra ─esto le obligará a limitar su extensión a no más de 300 páginas, mejor 200─ y dejar el resto en mano del agente, que será el que contacte con las librerías, el que administre la parte comercial, sin renunciar por supuesto al formato digital con el que, como hemos dicho al principio, tendrá que convivir durante unos cuantos años.

Aun así, el futuro de las librerías es incierto. La metamorfosis tendría que ser más profunda, la concepción actual del negocio no parece razonable, habría que plantear otro modelo de organización más apropiado, abierto a las nuevas tecnologías, más en consonancia con el tiempo en que vivimos.                

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