El futuro de las librerías (2)
Categoría (El libro digital, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 08-11-2011
Tags : El libro y la lectura, escritores-noveles, estanterias-monumentales, lectores-incautos, libro-digital-complemento-papel, mataburros, morir-de-pie, ordoñana, publicar un libro, reparto-expreso, rincón literario, ser escritor, taller-de-escritura
Decíamos ayer que el futuro de las librerías es incierto, al menos tal y como hoy está estructurado el negocio. Si entras en una librería de tipo medio, te encontrarás siempre con miles de libros expuestos en estanterías monumentales a la espera de que un lector incauto se digne fijarse en alguno, lo extraiga de la hilera y lo hojee. Pero este acto no es definitivo, no se traduce en una compra: la mayoría de las veces lo devuelve a su lugar primigenio con un gesto reprobatorio para justificar su albedrío, si presume que un empleado lo está observando con el rabillo del ojo.
Probablemente, la rotación de existencias en una librería tradicional sea de las más bajas que existen en el ámbito empresarial y eso tiene un coste financiero que no siempre se valora. No digo que todo ese gasto sea por cuenta del librero, quizá se reparta entre toda la cadena: editor, distribuidor y punto de venta. Pero eso no evita que a uno eso le parezca un procedimiento irracional. La única forma que existe para financiar ese sobrecoste es subir el precio para incrementar el margen. Eso es lo que se ha hecho, ése ha sido el error. Al final, el libro no deja de ser un producto de consumo y no un artículo de lujo.
En un escenario de superproducción ─cada vez se editan más títulos y se venden menos libros─, junto a una contracción de la demanda, el librero ha de incidir en su función de valorar, filtrar y aconsejar a sus clientes, algo que muy pocos hacen. Y no sólo eso. Debería de asumir también la labor de enseñarles a descargar un e-book, a comprarlo en Internet y a verlo en cualquiera de los dispositivos de lectura, es decir, incorporar el libro digital a su tienda como un complemento al libro impreso, en un afán de cambiar los hábitos de lectura ─y de aprendizaje: quizá eso sea lo más importante─, lo que probablemente para algunos será una herejía. Por eso, hablamos de una nueva definición.
Una librería que se limite a mantener el modelo actual tiene ese futuro incierto del que hablábamos al principio. Tendría que especializarse, reducir el número de volúmenes expuestos, limitarse a mantener existencias de los más vendidos y, al mismo tiempo, garantizar la disponibilidad de cualquier título en un plazo máximo de 24 horas, para lo cual tendría que contar con el soporte de un distribuidor local con reparto expreso, a la manera en que funcionan las centrales farmacéuticas.
Se trataría de que el librero creara una red social en la que él expusiera sus opiniones sobre las últimas novedades, recomendara los títulos más sugestivos en cada género y tuviera una comunicación interactiva con sus abonados ─lo cual le permitiría conocer sus aficiones─, un núcleo de clientes cautivos que convendrían en utilizar ese canal para adquirir el libro cuyo contenido les ha atraído y de hacer el pedido, cualquiera que fuere el formato, para recogerlo en la tienda si es físico ─con ese plazo de 24 horas, si no lo tiene en stock─, o para descargarlo de la red si es digital, en ambos casos, a través de su sitio en Internet.
¿Sabías que el 36,6% de las librerías tienen web propia (aunque supongo que muy pocas estarán concebidas como redes sociales)? ¿Sabías que el 20% de los que compraron un libro en 2010 consultaron en Internet antes de hacerlo? Pues este porcentaje es todavía pequeño, ya que el ROPO (Research Online Purchase Offline) supone un 60% de las ventas de productos de gran consumo, es decir, un 60% de la gente elige antes el producto en la red y lo compra luego en su establecimiento favorito, frente a un 20% que lo hace directamente online (tienda virtual) y otro 20%, exclusivamente offline (tienda física). ¿Se llegará con el libro a esos porcentajes?
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