Borges. El oficio de escribir

Categoría (Consejos para escritores, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 15-11-2022

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Jorge Luis Borges (1899-1986) era un cerebrito que fue maltratado en la escuela por ser empollón; sus compañeros se ensañaban con aquel sabelotodo con gafas que desdeñaba los deportes. Cuando se convirtió en adulto, aplicó su potente inteligencia a su gran obsesión: escribir. Ensayista, cuentista, poeta, desplegó siempre un prodigio de erudición y fantasía. Su obra representa el triunfo de un arte que deslumbra por su perfección formal. Las palabras, para él, no eran “solo un medio de comunicación, sino símbolos mágicos y música”.

En un agudo artículo publicado el pasado 21 de octubre en La Vanguardia de Barcelona, Xavier Vilaltella Ortiz nos cuenta lo que dijo acerca de su oficio:

1.- El escritor debe volverse anacrónico, es decir, contra el tiempo. A diferencia, infiero, del periodista o del cronista de la historia.

2.- La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido.

3.- Escribir es un modo de soñar, y uno tiene que tratar de soñar sinceramente. Uno sabe que todo es falso, (pero,) sin embargo, es cierto para uno. Es decir, cuando yo escribo estoy soñando, sé que estoy soñando, pero trato de soñar sinceramente.

4.- No tengo ningún mensaje. Cuando escribo, escribo porque tengo que hacerlo. No creo que un escritor deba meterse demasiado con su propia obra. Debe dejar que la obra se escriba.

5.- Con el transcurso del tiempo, uno siente que sus ideas, buenas o malas, deben ser expresadas sencillamente, porque si uno tiene una idea debe procurar que esa idea, o ese sentimiento, o ese estado de ánimo, sea inteligible.

6.- Yo escribo con mucha torpeza, con mucha dificultad. Generalmente las frases que parecen muy sencillas y muy espontáneas, me han sido dadas después de muchos borradores, después de muchas tachaduras.

7.- De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.

8.- Cuando yo era joven siempre estaba buscando nuevas metáforas. Luego comprendí que las metáforas realmente eficaces eran siempre las mismas. Es decir, comparar el tiempo con un río, la muerte al sueño, la vida al sueño. Esas son las grandes metáforas de la literatura, porque corresponden a algo esencial. Si usted inventa metáforas, suelen resultar sorprendentes durante una fracción de segundo, pero no despiertan una emoción profunda.

9.- He tratado de conocer todo lo posible; (pero, desde luego,) ya que el mundo es un hecho infinito, lo que un individuo puede conocer es una partícula. Yo pienso que a veces la literatura es como una biblioteca infinita, y de esa biblioteca cada individuo solo puede leer unas páginas. Quizá en esas páginas esté lo esencial.

10.- Dos personas me han hecho la misma pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte?, ¿para qué sirve el sabor del café?, ¿para qué sirve el universo?, ¿para qué sirvo yo?, ¿para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?

11.- En general, un escritor, creo yo, no comienza con una idea abstracta. Comienza con una imagen que ─circunstancia─ viene a él.

12.- La poesía es un hábito eterno que no necesita inspirarse en la realidad externa. Es por eso que no hago una tragedia de mi ceguera. La acepto, convivo con ella, y hasta disfruto de sus pocas, pero inimaginables dádivas.

13.- No creo que las ideas sean importantes. Un escritor debería ser juzgado por el placer que da. Y por las emociones que provoca.

14.- Yo recuerdo más lo que he leído que lo que me ha pasado. Pero claro que una de las cosas más importantes que pueden pasarle a un hombre es haber leído tal o cual página que lo ha conmovido, una experiencia no menos intensa que otras.

15.- Me gustaría ser otro escritor que no fuera Jorge Luis Borges. A mí no me gusta lo que escribo; si yo fuera más prudente, leería más y no cometería la imprudencia de escribir.

16.- Espero ser juzgado por lo que he escrito y no por lo que he dicho o me han hecho decir. Yo soy sincero en este momento, pero quizá dentro de media hora ya esté en desacuerdo con lo que he dicho.

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