La misión del escritor. Concienciar o entretener
Categoría (General, Marketing para vender libros, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 14-12-2012
Tags : banalización-literatura, discurso-enrevesado, ejercicio-intelectual, El libro y la lectura, escritor diletante, miel-sobre-hojuelas, misión-del-escritor, morir-de-pie, opinión-uniforme, ser escritor, vivir-de-rodillas
A los analistas que observan la evolución social de la cultura les llama la atención la banalización de la literatura, la falta de contenido cultural que, en general, poseen los libros de éxito. Perciben que el entretenimiento es el único motivo que persiguen los escritores modernos; su objetivo es dar respuesta a las exigencias del lector con el sólo propósito de vender el máximo número de ejemplares, para lo cual han de recurrir a escenarios exóticos, personajes al límite, mundos irreales llenos de violencia y pasiones desordenadas. Al parecer, eso es lo que vende.
Esta finalidad mercantilista no es en sí reprobable, los artistas tienen que vivir, han de susbsistir con su trabajo, los mecenas ya no existen o están en otras guerras, aunque, dicho sea de paso, no son muchos los escritores españoles que viven de la literatura. Pero ¿significa eso que han de renunciar a despertar la conciencia de la plebe, a descubrir la injusticia, a censurar los excesos de la clase dominante? ¿Quién será entonces el responsable de poner al descubierto los pesares que aquejan a nuestro planeta, si los medios de comunicación están al servicio del poder institucional y han enterrado su papel de defender la democracia?
La literatura ha perdido ese cometido que la comunidad le asignaba antaño de educar al pueblo, de presentarle dilemas para hacerle pensar, de propiciar el debate social y político mediante la aportación de ideas y argumentos diferentes a los que utiliza la prensa. Y lo ha perdido porque el lector así lo ha querido: no busca en el libro la exposición de un conflicto, sino un texto ligero y bien escrito que le ayude a pasar un rato, con eso se conforma; y si además le llega a estremecer, miel sobre hojuelas. Es el tributo que esta generación ha pagado por la llegada de Internet y la cultura audio-visual.
Algunos autores no se sienten legitimados a plantear la opinión que tienen sobre los problemas que afectan a la sociedad contemporánea, dicen que no están preparados para el ejercicio intelectual, entienden que ése no es su rol. Su único objetivo es proporcionar placer literario, escribir historias emocionantes en prosa elegante sobre asuntos abstractos carentes de ideología, con el sólo propósito de entretener a un público cada vez más reacio a adentrarse en el complejo mundo de la reflexión profunda.
Otros, en cambio, piensan que el escritor tiene la obligación de verter sus ideas sobre las cuestiones en las que es competente, interpretar su fondo y apuntar soluciones, o al menos, provocar la duda para que cada uno de nosotros adopte la que considere oportuna o más idónea a su manera de ser. Su tarea consistiría en pintar la vida, contar sucesos que aporten alguna enseñanza, exponer formas diferentes de pensar, sentimientos escondidos que nos ayuden a interpretar la condición humana.
Entre ambos extremos, hay un campo inmenso de posiciones intermedias. El propósito de entretener tiene que seguir siendo un recurso, el recurso necesario para conseguir la atención del cliente; sin él, no hay mensaje. Pero eso debería de ser el medio, no el fin. El objetivo último de un libro sería crear interrogantes y señalar las rutas que existen para hallar satisfacción. Es el soporte ideal para ayudar a la gente a pensar, para hacerle entender que hay muchas formas de interpretar la vida, sobre todo, si el autor tiene la habilidad de escribir bien y ser ameno. Para difundir una idea, el discurso enrevesado no es el camino.
El escritor tiene que dar testimonio de los conflictos de la época, denunciar los abusos y desvelar las causas que los han producido; olvidar las tragedias acaecidas, por muy dolorosas que hayan sido, es correr el riesgo de que se repitan. Y también sugerir remedios, aun a sabiendas de que pueden ser erróneos, porque, al final, es el criterio de un simple mortal que quizá ha tenido la oportunidad de dedicar algún tiempo a profundizar en el tema. Se trata de evitar la opinión uniforme, de crear una sociedad heterogénea, abierta a todas las creencias.
La misión es enseñar, la dificultad está en hacerlo de forma entretenida, para que el mensaje sea fácil de captar. Como decía Mariasun Landa, al comentar la película “En la casa” en el diario Noticias de Gipuzkoa: “Al ser humano no le basta con sobrevivir, quiere más. Y para aplacar esa insatisfacción, ese deseo de abrirse a otras realidades, de vivir otras vidas, de sentir con otros corazones, nacieron las ficciones. En la ficción queremos encontrar algo que nos divierta, nos entretenga, pero, también, a menudo, a la ficción le pedimos algo más: que nos forme, o nos deforme o nos transforme. Nos emocione, al menos”.
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Fantástico tu comentario y estoy totalmente de acuerdo, incluso la Literatura para niños y jóvenes está basada en lo absurdo, palabras obscenas, títulos horrendos por ejeplo: «la vaca que hace caca» De Roy Berocay. Hay muchos más que deforman las mentes inéditas de los más pequeños. Gracias por compartir este artículo
En mi opinión, el escritor, como buen lector que seguramente es, debe transmitir un mensaje que ayude al desarrollo de ese estar en-sí, que impulse el crecimiento de esa interioridad del ser humano, esencia de su existencia, para que pueda buscar un equilibrio con el medio en el cual le va a tocar existir. Se trata de brindarle algo nuevo, algo que le haga reflexionar, que despierte su razón, algo que, aunque pequeño, venga envuelto en ese paquete grande, en esa historia que le brindamos para su entretenimiento.
Muy bueno…. Felicidades…. Cuanto me esta ayudando a reorientar mi misión como escritor ahora que comienzo esta loable carrera….
Soy profesor universitario de primer semestre y en mi curso de expresión oral y escrita el primer libro y las preguntas para hablar sobre él, las proponen los estudiantes. Luego yo propongo el siguiente y así he logrado que cambie el odio que traen los jóvenes de su experiencia en el colegio donde los obligan a leer «clásicos» con los que hacen trabajos de cortar y pegar y así aprueban sus cursos.
Partir del gusto del estudiante, al menos otorga una oportunidad para ir más allá.