Salvo los libertarios ─¿son unos pocos o son más de lo que creemos?─, la mayoría de la gente admite la propiedad intelectual que corresponde al creador de un bien cultural, de la misma forma que reconoce la propiedad industrial o la propiedad de una vivienda. No creo yo que se pueda discutir este privilegio.
El problema surge cuando vamos de compras. El día de Reyes, quise yo regalar un libro a mi hijo, concretamente, “La caída de los Gigantes”, de Kent Follet (Plaza y Janés 2010). Me acerqué la víspera a una librería y pregunté su precio. Me quedé alelado… 24,90 €. Se lo había prometido y no tuve más remedio que comprarlo, con harto disgusto y no menos mengua.
Nadie pone en tela de juicio el derecho que tiene Ken Follet a recibir un canon por la venta de su libro. Lo que sí se puede objetar es la cuantía… o al menos, el margen que obtiene la cadena de intermediación. Es probable que el coste de producción del libro no haya rebasado los 4 €. De ahí a los 20 que paga el librero (le hacen un descuento del 20%), quedan 16 para retribuir al escritor, al editor y al distribuidor. Demasiado…
Por curiosidad, cuando regresé a casa, me metí en Internet y accedí al portal casadellibro.com para ver a qué precio se podía comprar el libro en Internet. En papel, el mismo precio que en la librería + gastos de envío. Y en formato digital, 16,99 €. Más que demasiado, para un proceso de coste CERO…
Y aquí sí me sirve el argumento de que la cultura es un bien público y ha de ser accesible a todos los públicos. No me opongo a aportar mi óbolo para retribuir a un escritor que vive de su profesión. Lo que sí me opongo es a pagar un precio abusivo que, probablemente, beneficia más a los intermediarios que al creador de la obra.
Alguien me puede recordar que vivimos en una economía de mercado y que cada agente tiene la potestad de fijar el precio que le dé la gana al producto que fabrica. De acuerdo… aunque no estoy yo muy seguro de que se respete aquí la libre competencia, principio esencial en que se funda esa doctrina. ¿No estamos quizá ante un oligopolio que te obliga a pasar por el aro? Pues olvídate de Ken Follet y compra otro libro más barato, podrá argüir alguno. Sí, pero mi hijo quiere leer “La caída de los Gigantes”. Pues entonces paga los veinticinco euritos. Vale. ¿No podrías utilizar el mismo argumento cuando vas a comprar un coche y te has de conformar con un utilitario cuando a ti te gustaría conducir un Mercedes? Sí, que sí, que tienes razón, pero…
En la medida en que estemos obligados a pagar 25 euros por un libro en papel ─no encontrarás un bestseller por menos de 22 €─ o 17 por bajarlo a tu tablet en edición digital, estaré más cerca de lo que piensan los libertarios que de lo que hacen los patronos.