Algo más que un agente literario

Categoría (General, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 14-03-2013

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La función del agente literario es proponer a los editores las obras escritas por sus representados, conseguir que las publiquen y asesorarles en la negociación del contrato. Ése ha sido su principal cometido, sin perjuicio de que pueda también hacer alguna recomendación al escritor para corregir el texto con el fin de potenciar su valor de mercado y hacerlo más atractivo.

Hasta ahora, el agente literario no cobraba por su trabajo al seleccionar los manuscritos recibidos, ni por corregirlos. Su remuneración se iniciaba en el momento en que el libro aparecía en las librerías, y consistía en un porcentaje sobre los derechos que el autor recibía por cada ejemplar vendido, un porcentaje a pactar entre las dos partes y que suele variar entre el 10 y 20%. Es decir, por cada euro que el escritor percibe, el agente se embolsa 0,15 euros, un importe poco oneroso para retribuir trabajo tan ingrato como es leer multitud de originales, seleccionar los más interesantes, ayudar a reconvertirlos y, sobre todo, encontrar un editor que asuma el riesgo, tarea ingrata de la que los escritores huyen, como el gato escaldado del agua fría.

Freelancer

Es una figura bastante común en el ámbito literario de algunos países, sobre todo, en los anglo-sajones, bajo el apelativo de editores freelance (en Francia, por ejemplo, no existe o es muy poco frecuente). Un freelancer es un trabajador autónomo que ofrece sus servicios profesionales a terceros para realizar tareas concretas que son retribuidas en función del resultado ─una cantidad fija, rara vez  una comisión─, no del tiempo empleado, mediante un contrato que sólo obliga durante el tiempo que dura la realización del encargo. Se utiliza en campos muy variados, generalmente en aquéllos relaciones con Internet y las nuevas tecnologías (libros, música, periodismo, producción de videos, programas informáticos, diseño y un largo etcétera).

En España, el nombrecito no ha calado todavía, cosa extraña con esa vocación tan arraigada que tienen nuestros medios de extranjerizar vocablos nuevos. Así pues seguiremos utilizando el término “agente literario” o mejor todavía “asesor literario”, ya que el primero parece limitarse a la simple tarea de intermediar entre el editor y el autor.

El “asesor literario” tendría que cubrir otros campos, ofrecer servicios complementarios que hoy demanda y no encuentra el escritor diletante, perdido en un universo desconocido, creyendo todavía que una pléyade de editores lo están esperando para subirlo a las alturas, sin que él tenga que poner un “duro”.

A través de lo que opinan los visitantes de esta web, deduzco que existe un nicho de mercado para aquellos “mercenarios” que sean capaces de proponer a esos escritores una solución global a cuatro tipos de necesidades, que voy a enumerar en un orden que no necesariamente ha de ser el cronológico:

  • La elaboración de un boceto, su ámbito económico y geográfico, un objetivo de ventas, siquiera aproximado, así como el dinero que el autor está dispuesto a invertir en el proyecto, todo ello, recogido desde el primer momento en un documento que comprometa a las dos partes.
  • El consejo literario en todas sus facetas, antes, durante y después del proceso creativo, con carácter subsidiario, de forma que el escritor conserve siempre su condición de propietario.
  • Un plan comercial para el lanzamiento del libro, las características del producto (maquetado, título, tipo de letra, de papel, diseño de la cubierta, sinopsis y demás atributos para la versión electrónica), los canales de distribución de cada formato (papel y digital) y las acciones a emprender para contactar con las editoriales que quizá han de iniciarse antes de concluir la redacción.
  • La definición de una campaña de promoción y difusión del libro capaz de llegar al público objetivo seleccionado en la primera fase, quizá la tarea más compleja, la más difícil, la que requiere más esfuerzo y una amplia dosis de imaginación en la que todos los recursos harán falta.

Y he empleado adrede la palabra “mercenarios” ─no en su sentido despectivo─ para designar a este tipo de asesores o “freelancers”, con el fin de que los autores que se dedican a este noble arte de escribir sepan de una vez por todas que, para publicar, hay que pagar, que la sociedad no tiene ninguna obligación para con ellos, sentimiento que algunas veces trasciende de los lamentos amargos que algunos manifiestan porque nadie les hace caso. Tendrían que recordar que, en España, todos los años aparecen 80.000 títulos nuevos, los intermediarios no dan abasto y los profesionales que se dedican a esto tienen que vivir, no pueden subsistir con sólo comisiones, porque se arriesgan a leer un montón de manuscritos y no encontrar ninguno digno.

Hábitos de lectura en España

Categoría (El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 14-02-2013

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Se acaba de publicar el informe “Hábitos de lectura y compra de libros en España 2012”, realizado para la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con la colaboración de la Dirección General de Política e Industrias Culturales y del Libro del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, mediante una encuesta telefónica realizada a 6.380 individuos de más de 14 años y que llevan más de diez residiendo en el territorio. Un 92% de la población afirma leer con una frecuencia al menos trimestral y un 88,6% lee con frecuencia al menos semanal, en alguno de los soportes (libros, revistas, periódicos, cómics, webs, blogs, foros, etc.).

Leer de libros. En lo que a nosotros nos interesa, la encuesta señala que un 61,4% de la población española lee libros al menos una vez al trimestre, lo que indica que el 38,6% no lee nunca un libro. En Francia, ese porcentaje es del 30%, pero un 27% declara leer sólo entre 1 y 4 libros al año, con lo cual estaríamos hablando de resultados muy parecidos.

Comprar libros. Un 40,3% de los entrevistados declara haber comprado algún libro no de texto en el último año con una media de 9,1 libros comprados. Casi el 80% de la compra de libros se hace en establecimientos tradicionales (librerías, cadenas de librerías, grandes almacenes e hipermercados, por este orden), mientras que sólo el 4,1% se adquiere a través de Internet.

La biblioteca en casa. El número medio de libros (sin contar los de texto) que hay en cada hogar es de 201, con un descenso del 5,1% con respecto a 2010:

  • En un 9,2% de los hogares tienen menos de 10 libros, de los cuales un 4% no tiene ninguno.
  • En un 9,9% tienen de 11 a 20 libros.
  • En un 44,3% tienen de 21 a 100 libros.
  • En un 14,5% tienen de 101 a 200 libros.
  • En un 22,1% se superan los 200 libros.

Leer en soporte digital. El 58% de los españoles lee en soporte digital (en un ordenador, un teléfono móvil, una agenda electrónica o un e-Reader) con una frecuencia al menos trimestral, lo que supone un incremento del 21,3% con respecto a 2010. El cuadro siguiente refleja la proporción de lectores en formato digital con respecto al total:

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El 11,7% de los lectores afirma leer libros en soporte digital, lo que representa el 18,6% sobre el total. Ese porcentaje sube hasta el 47,9% en la lectura de periódicos, lo que justifica la alarma de la prensa tradicional que, al mismo tiempo, contempla una importante reducción de sus ingresos por publicidad.

Dispositivos de lectura. El porcentaje de personas que poseen un dispositivo de lectura electrónico ha crecido desde el 1,7% en 2010, al 3,9% en 2011 y al 9,7% del 2012. El cuadro siguiente refleja la evolución de los modelos más vendidos en el periodo 2011-2012:

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Llama la atención el incremento que experimentan los soportes que no están pensados únicamente para la lectura, como las tabletas y los smartphones, así como el descenso de los e-readers, salvo el Kindle de Amazon que ha crecido un 55%.

Descargas de libros digitales. Entre los ciudadanos que leen libros digitales, el mayor porcentaje de lectores se los descarga de internet gratuitamente (64,4%) o los consiguen de familiares y amigos (37,8%). Sólo un 32% se los descarga pagando, frente a un 36,9% del año precedente. Aun así, dentro de este último segmento de “paganos”, sólo pagan 4,5 de cada 10 libros que leen, ya que el resto se los descargan gratis. 

Empezar a escribir

Categoría (General, Taller literario) por Manu de Ordoñana el 04-01-2013

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Tras cumplir los requisitos previos, elegido el argumento y diseñado los perfiles de los protagonistas principales, llega el momento de la verdad: hay que empezar a escribir la novela que te hará famoso. A pesar de tus buenas intenciones, de la recompensa que recibirás cuando la publiques y tengas el libro en tus manos, el camino que te espera es arduo y pleno de dificultades. Seguro que vas a encontrar numerosas razones para justificar tu pereza y dejar para mañana lo que tendrías que hacer hoy.

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Si llegado ese punto y, día tras día, pospones el instante fatal que te abrirá la puerta a la gloria, tienes que utilizar algún truco para salir del atasco. Uno es iniciar la redacción, no por el primer capítulo, sino por algún episodio intermedio que te sea más cómodo, menos trabajoso, lo que te resulte más sencillo: un diálogo, la descripción de un paisaje, una escena de amor… cada uno tiene sus debilidades. Yo lo hice así en mi primera novela, empecé con el tercer capítulo. Cuando lo terminé, lo corregí varias veces hasta que quedó a mi gusto. Eso me dio ánimo para proseguir y me metí con el primero. Read the rest of this entry »

El Mataburros. Contra más…

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 06-12-2012

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Se oye a menudo frases como “contra más dinero tengo, más generoso me siento”, en las que la preposición “contra” se utiliza de forma inadecuada ─que tiene el significado de oposición” ─ en lugar del adjetivo “cuanto” ─sin tilde─ que, antepuesto a los adverbios “más” o “menos”, indica incremento o decremento progresivo de dos magnitudes (cantidad de dinero y generosidad). Así es correcto decir  “cuanto menos fumes, más años vivirás” y no lo es “contra menos fumes…”.

contra-mas-rico, contra-mas-guapo

También es aceptable la variante coloquial “mientras más franqueza haya entre nosotros, mejor nos entenderemos” o “mientras menos esperes de los demás, menos te desilusionarás”, aunque algunas construcciones con la conjunción hacen daño al oído como “mientras más sé, menos sé”, una adaptación moderna del adagio “sólo sé que nada sé” atribuido a Sócrates.

En una estructura de este tipo, el adjetivo “cuanto” debe concordar en género y número con el sustantivo núcleo de la comparación (según el Diccionario Panhispánico de Dudas): “Cuantas más personas conozco, más quiero a mi perro”. Pero si lo que sigue a “más” es un adjetivo, “cuanto” permanece invariable. Así es correcto decir “Cuanto más vieja, más pelleja” y no “cuanta más vieja, más pelleja”.

La prensa escrita también se hace eco de esta mala práctica que se ha incrustado en el hablar popular. Así el “Diario Vasco” de Donostia-San Sebastián publica el 24 de noviembre de 2012 un artículo que le remite la agencia EFE titulado “Más llama a los catalanes a ser constructores de la libertad” en el que el presidente de la Generalitat, Artur Más, insta al electorado a votar a favor de la autodeterminación con la siguiente advertencia: «Contra más difamaciones y más juego sucio hagan los adversarios, se encontrarán con más democracia en las urnas.

Lo mismo hace “La Vanguardia” en su edición del 24 de septiembre de 2012, al incorporar un artículo de Vidal titulado “Se pasó de un padre muy autoritario a todo lo contrario”, en el que Noemí Suriol y Claudia Bruna explican a través del “coaching” ─un anglicismo que ciertos ámbitos tecnológicos y deportivos han adoptado en lugar de “entrenamiento”, “preparación”─ las claves de una buena educación: “Los niños si no tienen un movimiento natural respetado es por el contexto que creamos los adultos que hace que no se arrastren, no gateen, pero contra más rico y natural sea su movimiento, más seguros de sí mismos se sentirán”.

Contra más

El escritor ha de saber gestionar su negocio

Categoría (General, Marketing para vender libros, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 05-10-2012

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En un artículo anterior titulado “Autoeditar es la solución”, aludíamos al fenómeno que acaece en la actualidad: cada vez aparecen más escritores aficionados, no para ganar dinero, sino para divertirse y quizá para satisfacer su ego. Es cierto que todos ellos tienen como objetivo publicar su libro, aunque muy pocos lo logran, si siguen el camino tradicional que ha funcionado hasta ahora: buscar un editor que asuma el riesgo.

Hoy ya no vale eso de enviar el texto de tu novela a un puñado de editoriales: ninguno te va a contestar, tu libro irá probablemente al cesto de los papeles. Tampoco pretendas encontrar un agente literario, todos están ocupados con los que ya son célebres.

Si has llegado a este momento y quieres publicar de verdad, no tienes más remedio que pensar en la autoedición… y también en algo más: todo lo que viene a continuación. Tienes que hacerte empresario y gestionar tu propio negocio. Me refiero a eso del marketing: si tú no eres capaz de promocionarte, nadie lo va a hacer por ti, ni el editor, ni el agente literario, ni nadie. Y si no, mira el tiempo que han dedicado ─y dedican─ a eso escritores tan importantes como Vargas Llosa y Pérez Reverte, por citar los primeros que me vienen a la mente.

De todos modos, puedes hacer una prueba y proponer tu novela a alguna editorial que conozcas o que esté especializada en temas relacionados con el que tú expones… te puede sonar la flauta. Aun así, a continuación, surge la pregunta: ¿Acaso porque un editor se haya atrevido a publicar tu novela, vas a vender más ejemplares? Sabrás que estará a la venta en numerosos establecimientos, porque él tiene acceso a ellos por sus acuerdos de distribución, pero nada más. Si la portada es atractiva o te has esforzado en la sinopsis, quizá venderás unos cuantos ejemplares, pero rara vez se convertirá en un best-seller. El estar presente es condición necesaria pero no suficiente.

Esta fórmula tiene la ventaja de que no arriesgas un céntimo, pero no que vas a vender ciento. Estoy queriendo transmitir la idea de que, cualquiera que sea la fórmula que hayas elegido para publicar tu libro, el trabajo viene luego, darte a conocer, adquirir notoriedad para que la gente lo compre. Es tarea ardua y compleja, hay que dedicar mucho tiempo a algo que no comprendemos, eso del marketing no va con la mentalidad de los escritores que ─unos más y otros menos─ se creen pequeños intelectuales.

Acabo de terminar mi segunda novela. Pues bien, voy a hacer un intento con un par de editoriales de mi entorno. Estoy casi seguro de que no tendré respuesta, así que ya me estoy preparado para autoeditar.

He encargado el diseño de la portada y contraportada, aquí no me importa gastar un dinero, porque creo que es importante, uno de los factores del éxito. He trabajado a fondo en la sinopsis para presentar una reseña concisa, amena y sugerente. Pensemos en lo que hace un lector que entra a una librería sin tener idea de lo que quiere comprar:

Deambulará por el pasillo mirando… buscando no sabe qué. De pronto ve la portada de un libro que le ha llamado la atención. Lo tomará en sus manos y lo contemplará con entusiasmo. Luego examinará la contraportada y leerá la sinopsis. Si le place, lo abrirá y se fijará en el tipo de letra; si es muy compacta, lo cerrará y lo devolverá a la estantería (cuidado con ese detalle, ha de ser fácil de leer, no cuesta nada). Pasado ese trámite, quizá ose leer la primera página; intenta que el primer párrafo sorprenda, despierte curiosidad… ya lo tienes convencido. Será entonces cuando mire el precio: no te puedes pasar, una novela de trescientas páginas no debe de costar más de quince euros, mejor en torno a diez. Hay alguna probabilidad de que lo compre.

Sin entrar a juzgar el contenido, estas cuatro cosas (portada, sinopsis, maquetación y primera página) han de pasar el examen con nota. Luego vendrá el trabajo más duro, pero al menos, sabes que el camino que has tomado es el correcto, aunque la meta esté en un alto y tengas que hacer un esfuerzo para coronarlo.

¿A quién beneficia la ley Sinde-Wert?

Categoría (Derechos de autor, General) por Manu de Ordoñana el 04-07-2012

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El pasado uno de marzo entró en vigor la ley que pretende evitar la descarga ilegal de contenidos protegidos por derechos de autor en Internet, una ley que desarrolló el gabinete de la anterior ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde y que el actual, José Ignacio Wert no tardó en aprobar, sin incorporar modificación alguna, el 30 de diciembre de 2011, tan sólo una semana después de que Rajoy anunciara la composición de su gobierno. ¿A qué tanta prisa?

Este Real Decreto 1889/2011, regula el funcionamiento de la Comisión de Propiedad Intelectual, órgano colegiado de ámbito nacional, cuyas funciones son la mediación, el arbitraje y la salvaguarda de derechos en el ámbito de la propiedad intelectual, para lo cual su actuación se divide en dos ámbitos:

  • Sección Primera. Mediación y Arbitraje.
  • Sección Segunda. Represión de las violaciones de la propiedad intelectual.

La primera pretende convencer por la vía del diálogo, la segunda por el palo y tentetieso. Su composición es la siguiente:

  • La persona titular de la Secretaría de Estado de Cultura o persona en la que ésta delegue, que ejercerá la presidencia de la Sección.
  • Cuatro vocales de los Ministerios de Educación, Cultura y Deporte, Industria, Energía y Turismo, Presidencia, y Economía y Competitividad.
  • Un funcionario del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, con nivel de subdirector general o asimilado, actuará como secretario de la comisión, con voz pero sin voto.

El proceso comienza con una denuncia del autor que solicita que se retire un contenido suyo protegido por derechos de autor. En ese momento, la Comisión tendrá en cuenta si la web denunciada tiene ánimo de lucro o si ha causado un daño profesional. Se estima que el proceso puede durar cerca de 20 días y, en este periodo, el Juzgado Central de lo Contencioso Administrativo tendrá que pronunciarse hasta en dos ocasiones si los dueños de la web no acuerdan la retirada de contenidos.

Una vez que la solicitud es aceptada a trámite, se pide al juez una petición de autorización para identificar al responsable, a quien se contactará seguidamente para informarle. La web tiene un plazo de 48 horas desde que recibe la notificación para retirar contenidos o presentar alegaciones. Después, se establece un plazo de deliberación, tras el cual, si la Comisión cree que hay vulneración, solicita de nuevo la intervención judicial, quien en última instancia decide sobre la interrupción o retirada.

Por último, la ejecución de esta decisión judicial puede ser voluntaria o forzosa, en cuyo caso se solicitará (al igual que a la hora de identificar) la colaboración del prestador de servicios de internet (empresas de telecomunicaciones).

Desde su nacimiento, la Comisión ha recibido 326 solicitudes de retirada de contenidos, de los cuales ha archivado 243 y admitido a trámite 83, la mayoría de reciente apertura, aunque las primeras resoluciones se esperan a corto plazo. En la actualidad hay ocho expedientes abiertos: dos afectan a páginas de descarga de libros, dos a sitios de cine, tres son de música y del octavo no se conocen datos.

Todo el procedimiento que se ha montado en defensa de los derechos de autor no deja de estar protegido por un cierto ocultismo, con leyes diferentes escondidas en otras de rango superior ─como la Ley Sinde 2/2011 de 4 de marzo, de Economía Sostenible─ para confundir al usuario, hasta el punto de que la Orden ECD/378/2012, de 28 de febrero establece la obligación de comunicarse con la dicha Sección Segunda sólo por medios electrónicos, con el noble propósito de beneficiar a los poderosos ─la industria y las entidades de gestión─ frente al maltrecho usuario sin recursos que, sin mala intención y, desde luego, sin ánimo de lucro, se atreve a incorporar un enlace en su blog a una página de descarga de las que se consideran piratas.

Mientras tanto, el ministro Wert se atreve a decir que la industria editorial debe basar su desarrollo en el mundo digital y tener clara su modernización e internacionalización. ¡Qué tío más listo!

 

Editores de bolsillo

Categoría (El mundo del libro, General, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 10-04-2012

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En estos últimos años, han proliferado las editoriales que se  anuncian para ayudar al escritor diletante a publicar el libro que acaba de escribir. Y como siempre ocurre cuando se crea un mercado nuevo, hay empresas responsables que quieren perdurar y hacen bien su trabajo, junto a otras que sólo persiguen el dinero fácil y rápido, sin ningún afán de permanecer (ver en este enlace la opinión de un autor que se siente engañado).

Yo no soy partidario de utilizar este tipo de servicio, ya que no hace falta mucha ciencia para hacerlo todo tú solo, pero comprendo que hay autores que prefieren dedicar su esfuerzo a la noble tarea de escribir y contratar la publicación a un especialista. Y, claro, aquí no me estoy refiriendo al escritor consagrado que ya tiene su editor, sino a ti, escritor debutante, que acabas de ingresar en el gremio.

Lo primero que tienes que asumir es que ninguna editorial te va a publicar el libro sin una contraprestación económica. Tienes que pensar en la autoedición y eso hay que pagarlo. Y aquí es donde aparece esa retahíla de pequeños editores que conocen bien tu mentalidad, saben que estás dispuesto a soltar un dinero por tocar con tus manos el fruto de tu esfuerzo. Es ahí donde tienes que tener cuidado, porque muchos prometen demasiado y te puedes llevar un chasco.

Si introduces la palabra “autoedición de libros” en cualquier buscador de prestigio, encontrarás miles de resultados. ¿Qué criterio has de seguir para seleccionar uno fiable? No hay respuesta a esa pregunta. Lo recomendable es analizar lo que te ofrece cada uno y juntar los dedos. Quizá si te apoyas en alguna palabra clave suplementaria, consigas reducir la lista del buscador, pero siempre aparecerá un buen puñado de páginas.

Más o menos, todos te ofrecen lo mismo, sólo varían las cantidades y el precio, así que tú eres el que tienes que decidir en base a los objetivos que te has planteado. Sólo una recomendación: desconfía de los editores que te garantizan la venta de un cierto número de ejemplares, porque eso es imposible. Opta por aquél que te proponga unas condiciones claras y fáciles de entender y, desde luego, léete el contrato, incluso la letra pequeña y no gastes mucho dinero. ¡Mucho cuidado con las exclusivas ad aeternum!

El otro día, salseando en la red, me topé con una pequeña editorial que reúne esas características. Se llama nuevosescritores, pertenece al grupo Éride y tiene su sede en Madrid. Si entras en su página web, verás que la edición básica (tiene otra avanzada que igual te viene mejor) de un libro de 200 páginas cuesta tan sólo 160 € e incluye los siguientes cometidos:

1.- Corrección básica. Sólo la ortografía con un programa de software. Debes enviar el texto corregido.

2.- Maquetación básica. Sólo la supervisión. El original debe ser definitivo. Mejor en Pdf para evitar sorpresas.

3.- Tramitación del ISBN.

4.- Depósito legal. Envío de 4-5 ejemplares a la Biblioteca Nacional por cuenta del editor.

5.- Portada. La composición es por cuenta del editor. Tú sólo has de elegir una plantilla del catálogo que ofrece el editor y enviar una imagen para la portada y tu fotografía para la contraportada.

6.- La redacción de la sinopsis de la obra es por tu cuenta, lo mismo que la biografía.

7.- Formato. En torno a 14×21 cms, en función del número de páginas. Si quieres el libro con solapas, hay que pedir presupuesto.

Con ese material, la editorial se encarga de publicar el libro y tú recibes tres ejemplares, pero tienes la posibilidad de comprar más a un precio preferencial. Si, por ejemplo, pides 50 libros, te cobran 200 €, con lo cual te sale cada uno a 6,79 euros. Sé modesto y empieza por colocar tú solo esos 53 ejemplares de la primera tirada. Luego, si quieres avanzar, la propia editorial te asesora sobre posibles canales de distribución e incluso pone a tu disposición una tienda online en la que hay registrados casi 300 títulos.

Ya ves que nuevosescritores no realiza gestión alguna para promocionar o distribuir el libro, sólo mejorarlo y publicarlo. Las ventas serán fruto de tu trabajo del autor y de tu capacidad de movimiento. Eso es lo que me gusta de su propuesta, no te engañan ni te prometen nada, para que no te hagas ilusiones. El único punto que plantea alguna duda es la exclusiva. En el contrato que tienes que firmar, otorgas al editor una licencia en exclusiva por un año de duración, con lo cual te comprometes, durante ese tiempo, a no publicar tu novela en otra editorial, ni subirla a ningún portal digital tipo Amazon o Google Books. Mientras tanto, el editor pude hacer lo que quiera con ella. Es sólo un año, tú verás si te conviene.

Si los ángeles fueran epicenos…

Categoría (Cultura y democracia, General) por Manu de Ordoñana el 16-03-2012

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Durante los últimos años, algunas instituciones españolas como universidades, comunidades autónomas, sindicatos y ayuntamientos han elaborado recomendaciones para eliminar el lenguaje sexista en sus publicaciones y evitar frases como éstas: “El trabajador debe exigir sus derechos” o “el alumno deberá asistir puntualmente a clase” en las que se admite que el masculino es extensivo a las mujeres. Aquí, En Euskalherría, no olvidamos cómo el lendakari Ibarretxe utilizaba siempre los dos géneros en sus intervenciones públicas para referirse a los “vascos…”, añadiendo siempre a continuación “…y las vascas”.

Pues bien, al parecer, la Real Academia Española ha decidido llamar la atención a dichas instituciones por editar guías para el uso de lenguaje no sexista, por contravenir normas dictadas al respecto por la propia RAE, infringir reglas gramaticales y hollar léxicos firmemente asentados en el lenguaje popular. En su opinión, no hay discriminación en las expresiones construidas con el masculino para abarcar los dos sexos y sólo admiten el desdoblamiento en casos muy específicos como “No tiene hermanos ni hermanas” sin explicar en qué consiste esa especificidad. Está claro que la RAE admite que lo masculino está por encima de lo femenino y no hay necesidad de cambiar nada. A lo largo de sus tres siglos de historia, la Academia ha acogido en su seno a tan sólo siete mujeres.

El informe, redactado por Ignacio Bosque y suscrito por todos los académicos numerarios y correspondientes que asistieron al pleno de la Real Academia Española celebrado en Madrid el jueves, 1 de marzo de 2012, ha levantado una enorme polvareda entre los lingüistas por un lado ─que ven cercenadas sus competencias─ y los ciudadanos por el otro, partidarios de que su intervención no procede para determinar si los usos verbales son sexistas o no.

El autor afirma que existen numerosos recursos lingüísticos que permiten deshacer los casos de ambigüedad o de posible falta de precisión en la referencia a grupos de personas y propugna utilizar ciertas expresiones que obvien el problema:

  • “Quien lo vea” en lugar de “el que lo vea”.
  • “Acceder a las plazas de Profesorado no Asociado” en lugar de “acceder a plazas de Profesores no Asociados”.
  • “La población española irá a las urnas el próximo domingo” en lugar de “Los españoles irán a las urnas el próximo domingo”.
  • “Consulta médica” en lugar de “consulta del médico”.
  • Juan y María viven en compañía” en lugar de “Juan y María viven juntos”.

La mayoría de la gente admite la necesidad de promover cambios sociales para evitar la subordinación de la mujer, pero no creo yo que un cambio en las prácticas lingüísticas sirva para implantar una sociedad más igualitaria. Da la impresión de que todo este debate sólo va a servir para marear la perdiz (por cierto, un epiceno con formato femenino), un defecto muy propio del carácter hispano. Si los ángeles fueran epicenos, dejaríamos de discutir acerca de su sexo. Quizá entonces encontraríamos tiempo para abordar cuestiones de más enjundia.

Y si de verdad hubiera que hacer algo, yo me pregunto si no sería más prudente abordar la cuestión en su origen. ¿Es en realidad necesaria la distinción de los dos géneros? ¿No sería mejor instituir el epiceno? ¿No sería más fácil utilizar la misma palabra y la misma terminación para designar tanto al macho como a la hembra? Esta fórmula ya existe en algunas lenguas, como en la nuestra, el euskera, y todavía la sangre no ha llegado al río.

Para terminar, algunas reflexiones dentro del género eutrapélico:

  • Dios creó a la mujer. Si Dios es todo Él masculino: ¿cómo se le ocurrió hacer algo diferente a su propia esencia?
  • Los árboles son masculinos y las frutas femeninas. Y sin embargo, ¿por qué la higuera es femenino y el higo, masculino?
  • El monte es masculino y tiene un sentido, solemne, majestuoso. Montaña es femenino y tiene otro, escabroso, misterioso.

A saber…

El Mataburros. Disgresión

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 06-03-2012

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Según el diccionario de la Lengua Española, digresión es el efecto de romper el hilo del discurso y de hablar en él de cosas que no tengan conexión o íntimo enlace con aquello de que se está tratando: “Hablaba de las leyes, pero se fue por las ramas e hizo una larguísima digresión sobre la política actual”. Son sinónimos: Excurso, inciso, paréntesis, divagación, disquisición, elucubración, escarceo, evagación, desvío.

Es un término poco utilizado en castellano, casi reservado a la élite intelectual que, aun así, lo escribe algunas veces de forma errónea. Así no es raro encontrar en su lugar la palabra “disgresión” que no existe en la lengua castellana. Si haces una búsqueda en Google, encontrarás 94.200 resultados para el primero y 475.000 para el segundo.

Digresión procede del latín digressio, -onis, de digredi, apartarse. Es posible que el error provenga del cruce con el prefijo “dis” que introduce la idea de separación y se emplea para formar el verbo “disgregar”, del cual el vulgo cree que deriva el sustantivo “disgresión”, lo que explicaría la inclusión de esa “s” innecesaria.

En un sugestivo artículo aparecido en “El País” el 11 de julio de 1976, J. E. Zúñiga bajo el título “La novela como disgresión”, el periodista equivoca la ortografía, pero tan sólo en la cabecera, ya que en el texto escribe correctamente digresión:

“La escritura es el arte de la digresión, afirma Severo Sarduy en ese decálogo del orientalismo y el erotismo consumístico que es Cobra. Aun dando por bueno este axioma, no por ello dejaremos de pensar que una literatura basada en la acumulación digresiva forzosamente parará en barroquismo, por inteligente que sea, y perderá la austeridad que exige la consecución de la línea argumenta”.

Lo mismo ocurre en el mundo de la  ciencia. Red Científica es una organización dedicada a la comunicación y divulgación en lengua castellana de trabajos de investigación, proyectos de innovación, reflexiones y ensayos en clave de ciencia, tecnología y pensamiento. Edita una revista digital en la que publica artículos sobre numerosas áreas del conocimiento científico. En uno de ellos, su autor, Lamberto García del Cid, yerra al titularlo “El Universo. Versiones y disgresiones”, a pesar de que luego su contenido demuestra la sabiduría de quien lo ha escrito.

“Cuando conozcamos qué es el universo, de qué se compone, cómo se originó, sabremos por qué estamos aquí. Si es que todavía nos sigue interesando conocerlo. Pero el enigma se las trae porque, aunque resulte asombroso, todo apunta a que no hay universo, sino multiverso”.

Aliquando dormitat Homerus…

El procomún

Categoría (Derechos de autor, General) por Manu de Ordoñana el 19-01-2012

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El término “procomún” ha vuelto a adquirir notoriedad con la controversia que se ha montado sobre los derechos de autor que defienden unos y la gratuidad de contenidos en Internet que reclaman otros. El concepto está íntimamente ligado al de dominio público, que es la forma jurídica que pueden adquirir algunos de los elementos pertenecientes al procomún.

El diccionario de la Real Academia Española dice que procomún proviene de pro, provecho, y común y le da el significado de “utilidad pública”, con lo cual estamos suponiendo que se refiere a cualquier bien que pertenece a la comunidad para disfrute de todos, como el aire, el agua, el monte… Más o menos, es lo mismo que dice Wikipedia: “Se denomina bien comunal o procomún a un determinado ordenamiento institucional en el cual la propiedad está atribuida a un conjunto de personas en razón del lugar donde habitan y que tienen un régimen colectivo de enajenación y explotación, de forma que ninguna persona individual tenga el control exclusivo para su uso”.

La palabra procomún existe en castellano desde hace siglos: ya figuraba en la gramática de Nebrija de 1492. En el País Vasco, existen numerosos ejemplos de recursos compartidos cuyo beneficio, posesión o derechos de explotación pertenecían a la comunidad:

  • Las tierras comunales eran muy numerosas y servían a muchos pobres para no pasar hambre, siendo la castaña el principal elemento de subsistencia durante siglos.
  • El “auzolan”, el “trabajo vecinal”, por el cual los vecinos se ayudaban a la hora de labrar la tierra, para arreglar un caserío o creaban caleros comunales en los barrios, ha estado fuertemente arraigado en la idiosincrasia vasca hasta fechas muy recientes.
  • Los pastizales comunes han abundado en toda la geografía vascongada. Eran territorios en los que podían pastar los ganados de las zonas vecinas a cambio de un impuesto simbólico, como el “tributo de las tres vacas” que todavía hoy se mantiene entre los valles del Roncal y Baretous.

Pues ahora, la norteamericana Elinor Ostrom, premio Nobel de Economía 2009, ha recuperado el término procomún para otro tipo de bienes: el conocimiento científico, el software y las obras culturales. Su doctrina cuestiona la propiedad intelectual y predica que películas, festivales, elepés, discos, CD’s, obras de arte, libros, bibliotecas y un sinfín de cosas más son de todos y no son de nadie.

Si un ciudadano es capaz de dar existencia a una obra nueva es porque antes ha recibido una educación esmerada que la sociedad le ha proporcionado de forma gratuita, ha tenido que leer un montón de libros, participar en seminarios, visitar exposiciones y compartir conocimiento. Su invento no es todo suyo, tan sólo una parte. El artista se ha beneficiado de una infraestructura cultural que le ha permitido alumbrar su parto. Por eso ─dice Ostrom─, es absurdo que la sociedad le reconozca la propiedad de la obra que ha creado (propiedad que se va a preservar para sus herederos hasta setenta años después de su muerte). Su obligación es revertirla a la sociedad, devolverla para uso gratuito del público. Es lo que sus defensores denominan “retorno social”.

El mundo del libro no escapa a esta polémica. Leía el otro día que Lucia Echeverria anunciaba oficialmente que no iba a volver a publicar libros en una temporada muy larga. Al parecer, estaba indignada porque se habían descargado más copias ilegales de su novela “El contenido del silencio” que las que se habían comprado legalmente. También se quejaba de lo poco que gana con cada libro vendido en papel por el canal tradicional.

Y eso es porque la propiedad intelectual protege a la industria editorial por encima de los intereses del autor. ¿No habrá llegado el momento de cambiar el paradigma y replantear el modelo empresarial? Si te paseas por la web, descubrirás que los cibernautas están en contra del viejo modelo de industria cultural que ha funcionado hasta la fecha. No todos defienden la gratuidad total de contenidos, pero sí que están a favor de crear espacios abiertos donde compartir ideas y generar proyectos nuevos. ¿No hay aquí una oportunidad para el escritor diletante?

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