Si los ángeles fueran epicenos…
Categoría (Cultura y democracia, General) por Manu de Ordoñana el 16-03-2012
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Durante los últimos años, algunas instituciones españolas como universidades, comunidades autónomas, sindicatos y ayuntamientos han elaborado recomendaciones para eliminar el lenguaje sexista en sus publicaciones y evitar frases como éstas: “El trabajador debe exigir sus derechos” o “el alumno deberá asistir puntualmente a clase” en las que se admite que el masculino es extensivo a las mujeres. Aquí, En Euskalherría, no olvidamos cómo el lendakari Ibarretxe utilizaba siempre los dos géneros en sus intervenciones públicas para referirse a los “vascos…”, añadiendo siempre a continuación “…y las vascas”.
Pues bien, al parecer, la Real Academia Española ha decidido llamar la atención a dichas instituciones por editar guías para el uso de lenguaje no sexista, por contravenir normas dictadas al respecto por la propia RAE, infringir reglas gramaticales y hollar léxicos firmemente asentados en el lenguaje popular. En su opinión, no hay discriminación en las expresiones construidas con el masculino para abarcar los dos sexos y sólo admiten el desdoblamiento en casos muy específicos como “No tiene hermanos ni hermanas” sin explicar en qué consiste esa especificidad. Está claro que la RAE admite que lo masculino está por encima de lo femenino y no hay necesidad de cambiar nada. A lo largo de sus tres siglos de historia, la Academia ha acogido en su seno a tan sólo siete mujeres.
El informe, redactado por Ignacio Bosque y suscrito por todos los académicos numerarios y correspondientes que asistieron al pleno de la Real Academia Española celebrado en Madrid el jueves, 1 de marzo de 2012, ha levantado una enorme polvareda entre los lingüistas por un lado ─que ven cercenadas sus competencias─ y los ciudadanos por el otro, partidarios de que su intervención no procede para determinar si los usos verbales son sexistas o no.
El autor afirma que existen numerosos recursos lingüísticos que permiten deshacer los casos de ambigüedad o de posible falta de precisión en la referencia a grupos de personas y propugna utilizar ciertas expresiones que obvien el problema:
- “Quien lo vea” en lugar de “el que lo vea”.
- “Acceder a las plazas de Profesorado no Asociado” en lugar de “acceder a plazas de Profesores no Asociados”.
- “La población española irá a las urnas el próximo domingo” en lugar de “Los españoles irán a las urnas el próximo domingo”.
- “Consulta médica” en lugar de “consulta del médico”.
- Juan y María viven en compañía” en lugar de “Juan y María viven juntos”.
La mayoría de la gente admite la necesidad de promover cambios sociales para evitar la subordinación de la mujer, pero no creo yo que un cambio en las prácticas lingüísticas sirva para implantar una sociedad más igualitaria. Da la impresión de que todo este debate sólo va a servir para marear la perdiz (por cierto, un epiceno con formato femenino), un defecto muy propio del carácter hispano. Si los ángeles fueran epicenos, dejaríamos de discutir acerca de su sexo. Quizá entonces encontraríamos tiempo para abordar cuestiones de más enjundia.
Y si de verdad hubiera que hacer algo, yo me pregunto si no sería más prudente abordar la cuestión en su origen. ¿Es en realidad necesaria la distinción de los dos géneros? ¿No sería mejor instituir el epiceno? ¿No sería más fácil utilizar la misma palabra y la misma terminación para designar tanto al macho como a la hembra? Esta fórmula ya existe en algunas lenguas, como en la nuestra, el euskera, y todavía la sangre no ha llegado al río.
Para terminar, algunas reflexiones dentro del género eutrapélico:
- Dios creó a la mujer. Si Dios es todo Él masculino: ¿cómo se le ocurrió hacer algo diferente a su propia esencia?
- Los árboles son masculinos y las frutas femeninas. Y sin embargo, ¿por qué la higuera es femenino y el higo, masculino?
- El monte es masculino y tiene un sentido, solemne, majestuoso. Montaña es femenino y tiene otro, escabroso, misterioso.
A saber…
Y yo me pregunto si el uso del masculino tendrá algo que ver con el hecho de que el neutro en latín sea muy parecido al masculino en latín.
Sería estupendo que el uso del lenguaje modificara las conductas pero me temo que todo se queda en un lavado de cara políticamente correcto y gramaticalmente estúpido.
Afortunadamente la moda pasará, igual que ha pasado la tonta costumbre de llamar «de color» a los negros, como si los demás fuéramos transparentes.
[…] Si los ángeles fueran epicenos. […]
En total acuerdo con la Srta. Antonia. En medio de una sociedad que se está cayendo a pedazos y del advenimiento de un mundo en que el crimen y la droga destruyen tradiciones, economías e identidades, se lleva a la gente a discusiones bizantinas y se crean palabrejas «políticamente correctas», como «homofobia» para definer a los que no se sienten atraídos por la homosexualidad, y piensan todavía que es algo contrario a lo natural, aunque no sea en base a la religion. Los hombres que saben serlo, aunque sean capaces de defender a una mujer con sus propias vidas, sean galantes y excelentes padres y maridos, son «machistas» si creen que la mujer no debe poder llegar a la casa a medianoche y no debe decirle siquiera al marido dónde estuvo. Y en efecto, los negros ya no son negros, son «afroamericanos» o «subsaharianos». Los niños tontos ya no lo son, tienen «dificultades de aprendizaje». Las prostitutas son «trabajadoras por cuenta propia», los extranjeros ilegales ya no son ilegales, son «indocumentados» ¡Como si cambiando los nombres se cambiara la realidad!
Las mujeres ya no quieren parir, olvidando la felicidad y el respeto que merece la maternidad…
Señores (y eso incluye con mis respetos, a las señoras que aún llaman a las cosas por su nombre), ¿hasta dónde llegará la hipocresía? El concepto familia se está hacienda pedazos, y no olvidemos que la sociedad no es más que la familia multiplicada por millones.
Estimado Manu:
Gracias por traer a colación de nuevo este «dilema» que quieren hacernos creer que es sólo un problema lingüístico.
Envidio en ese aspecto (y en otros muchos) la solución del euskera.
No creo que la batalla por reflejar la realidad mediante el lenguaje (¿existe acaso otra manera?) sea baladí.
Pensamos con palabras y, como decía Wittgestein, «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», tal y como queda perfectamente claro en el comentario anterior donde una visión «androcéntrica» (no es inventar palabras porque todas las palabras son inventadas, incluso «macho») contamina la forma de ver y entender el mundo.
Cambiando el lenguaje transformamos nuestra forma de ver y de nombrar el mundo. Pero, está claro que hay quien no quiere perder sus privilegios en esta sociedad.
De esa visión patriarcal de la sociedad salen comentarios como que «las mujeres se han olvidado de parir», y de ahí al fascismo el paso es mínimo.
Igual que con su reflexión, cuando Ignacio Bosque creyó necesario hacer un estudio sobre las guías de lenguaje inclusivo, me permití contestarle con otro texto cuyo enlace le adjunto.
https://insulanegra.blogspot.com.es/2012/03/fija-ensucia-y-da-un-ligero-resplandor.html
Gracias, saludos.