La autobiografía. Cuarta parte
Lo que en la narrativa clásica se dividiría en planteamiento, nudo y desenlace, en un escrito sobre nosotros, autobiográfico, puede representarse con las etapas de la vida: infancia, juventud y madurez.
Lo que en la narrativa clásica se dividiría en planteamiento, nudo y desenlace, en un escrito sobre nosotros, autobiográfico, puede representarse con las etapas de la vida: infancia, juventud y madurez.
¿Cuál es el punto de partida para escribir una autobiografía? Existen tres opciones: por el principio, por un hecho determinante o por el momento presente.
En la autobiografía, el autor se identifica con el narrador del discurso, mientras que en la novela autobiográfica entra la ficción.
No es lo mismo contar la vida por medio de la autobiografía que expresar algo de sí mismo (más o menos real o sincero) a través del diario íntimo, de las memorias…
En una autobiografía, el autor reflexiona ante todo sobre su vida interior; en cambio, cuando escribe memorias, se sitúa en el mundo de los acontecimientos externos y busca dejar constancia de los recuerdos más significativos.
Plasmar en un cuaderno o en un blog las vivencias del mundo emocional, las dolencias o las frustraciones es una buena herramienta que ayuda a gestionar dichos trastornos.
Es aconsejable escribir un diario pensando en que nadie va a leerlo. De este modo, será más fácil que salga a la luz lo íntimo, lo más personal y así alcanzar la base de todo diario: el diálogo del escritor con su otro “yo”.
Los primeros diarios aparecieron en el siglo XVIII como una necesidad de la naciente burguesía de encontrar un lugar en la sociedad
La elección de las palabras adecuadas es fundamental para elaborar una atmósfera determinada. El vocabulario es básico para la creación de ambientes en un trelato.
Para adentrar al lector en la historia de un libro, el escritor ha de saber describir minuciosamente la atmósfera que rodea al personaje, aludiendo a los sentidos con un estilo que se adapte a las circunstancias.