Antonio Moreno publica «Granada 1936: La leyenda de una muerte»

Categoría (Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana el 27-03-2011

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Antonio Moreno acaba de publicar “Granada 1936: La Leyenda de una muerte”, obra de teatro que el autor escribió en 1981 y que ha reescrito en 2010, mientras esperaba a que le llamaran para operarse del corazón. El libro ha sido publicado por la editorial Pasión por los libros y se puede comprar directamente al autor dentro de su página web (https://lascosasdemoreno.blogspot.com/) así como en el blog específico de la obra: https://granada1936.blogspot.com//, al precio de 12 €, gastos de envío incluidos a cualquier país. Todavía no tenemos la relación de librerías donde se pondrá a la venta.

Sinopsis. En 1936, la situación política de España es compleja y dramática. Eso aterra a nuestro Poeta (Federico García Lorca) que decide trasladarse de Madrid a Granada, donde, tras los acontecimientos del 18 de Julio, es detenido y fusilado.

Composición. La obra está escrita en cuatro actos, el primero transcurre en Madrid y el resto se desarrolla en Granada; el segundo refugiado en casa de unos amigos, el tercero en el Gobierno Civil y el cuarto tiene dos cuadros, el primero se desarrolla en La Colonia de Viznar y el cuadro final en el barranco dónde será fusilado.

El Mataburros. El haya es una madera

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 25-03-2011

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La mañana del domingo es para mí uno de los momentos más agradables de la semana. A primera hora voy a nadar un rato a la piscina. Luego compro dos periódicos (uno de ámbito regional y otro nacional) y vuelvo a casa. Me hago una café y me siento a leer la prensa. En ese menester estaba el pasado domingo, indignado con el crimen de Amaia Azkue, una mujer de 39 años, natural de Orio y vecina de Getaria, casada y con dos hijas, cuyo cadáver apareció flotando en las aguas de un pantano, atada de pies y manos y con signos evidentes de haber recibido una brutal paliza.

Bajo el título “Vecinos de Azpeitia aseguran haber visto al asesino de Amaia”, el periodista escribía lo siguiente en el Noticias de Giupuzkoa del 20 de mayo de 2011: “… agentes de paisano tomaron huellas del cajero de una entidad bancaria de Zarautz, al parecer, con el fin de recabar pruebas que podrían guardar relación con los movimientos del presunto autor del crimen. El caso se haya bajo secreto de sumario”.

No es la primera vez que descubro el uso incorrecto del presente del subjuntivo del verbo haber, en lugar del presente de indicativo del de hallar. Es un error que se comete con harta frecuencia en muchos foros abiertos en Internet y hasta en algún medio escrito de comunicación. Hallar es dar con alguien o algo que se busca, descubrir la verdad de algo o estar en cierto estado. Bajo esta tercera acepción, el cronista debería de haber escrito: “El caso se halla bajo secreto de sumario”.

El caso contrario es menos habitual. Aun así, El Pais se permitió el desliz ─aunque de esto hace ya algún tiempo─ en un artículo aparecido el 11/01/2002 en sus páginas deportivas, en las que anunciaba que Gaddafi quería comprar el 20% del equipo de fútbol “La Juventus” de Turín: “El dirigente lamentó la marcha al Real Madrid del centrocampista francés de origen argelino Zidane. Es una lástima que se halla ido, me apena que se marchase un árabe y un musulmán como yo”. Hoy también se estará lamentando, pero por la situación en que se halla… aunque quizá ya se haya ido, cuando el lector lea estas líneas.

La ley Sinde ya es vigente

Categoría (El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 07-03-2011

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El viernes pasado, de 4 de marzo, el Boletín Oficial del Estado publicó la Ley 2/2011 de Economía Sostenible. Al día siguiente entró pues en vigor la denominada Ley Sinde, que autoriza a un juez a ordenar el cierre de páginas web que permitan la descarga de contenidos protegidos por derechos de autor.

Ahora habrá que esperar a que el Ministerio de Cultura desarrolle el Reglamento y establezca la normativa para constituir la Comisión de Propiedad Intelectual, órgano que se encargará de examinar las denuncias y solicitar la orden judicial correspondiente, si encuentra fundamento a la demanda.

Mientras tanto, la Audiencia Provincial de Barcelona ─informa «El País» del 5 de marzo de 2011─ ha condenado al titular de la web elrincondejesus.com a indemnizar a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) con 2041 €, por “facilitar la descarga directa de obras musicales de su repertorio” como compensación de los ingresos que ha dejado de percibir por tal licencia.

Lo curioso de la sentencia es que la citada página web se limita tan sólo a ofrecer enlaces a otros servidores para que el internauta pueda realizar allí sus descargas. Concluye el juez que la web que pone al servicio del público la posibilidad de bajar una obra protegida viola la ley de Propiedad Intelectual, al margen de si ha sido él u otro quien las haya colgado en la Red.

Esta interpretación va en sentido contrario a sentencias anteriores de otros juzgados que han considerado legales los enlaces a redes p2p, como eMule. Si el Tribunal Supremo la confirma y sienta jurisprudencia, cualquiera de nosotros podemos delinquir, si enviamos a un amigo un enlace para que escuche el Aurtxo Txikia cantado por Ainhoa Arteta y el Orfeón Donostiarra. La verdad es que, en este país, cada día resulta más difícil no ser un delincuente…

¡Qué país Miquelarena!

La cultura es un poco de todos

Categoría (Derechos de autor, El libro y la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana el 04-03-2011

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Un asiduo de este blog me ha enviado un correo para expresar su desacuerdo con el contenido del artículo “Derechos de autor” publicado el 11 de febrero de 2011. Opina que mi argumento de que “el creador no es propietario completo de su obra, ya que se ha inspirado en la creación de otros artistas que le precedieron y se ha aprovechado del conocimiento que subyace en el entorno en que se mueve, al que consideran de dominio público”, le resulta débil, lo considera un sofisma. Opina que los artistas incorporan a su obra parte de su yo, lo más profundo de su talento, a través de un ejercicio de reflexión profundo y lleno de dificultad, que eso sólo ya justifica el derecho a la propiedad moral e intelectual de lo ha creado y a ser retribuido merecidamente. Considera que admitir la piratería contribuiría a frenar la creatividad de los artistas y provocaría el advenimiento de una sociedad vulgar y falta de originalidad.

El lector tiene parte de razón… pero no toda. A mí también los argumentos que alegan esos colectivos para defender la descarga gratuita de contenidos me parecen insuficientes. Yo no dudo del derecho que tiene un autor a proteger su obra. Lo que digo es que ese derecho no le autoriza a cometer desmanes con ella o permitir que lo hagan los intermediarios en su nombre. El artista ha recibido un legado intelectual de sus antepasados que le ha servido para la creación de su obra. En ese sentido, no es propietario exclusivo de ella, sólo una parte. La otra es de dominio público. Por eso, entiendo que la cultura es un poco de todos. Por cierto, no sólo la cultura… algunos otros recursos, también.

Veamos un ejemplo: En 2009, terminé de escribir mi primera novela, una novela histórica que titulé “Árbol de sinople”. Es cierto que tardé tres años en escribirla y que me dejé en ella la piel. Sin duda, fue un esfuerzo importante merecedor de una gratificación. Pero ¿eso me concede el derecho a su completa propiedad?

La novela está basada en un hecho real sucedido en la provincia de Gipuzkoa a finales del siglo XVI. La historia la cuenta con lujo de detalles José Antonio Azpiazu en un magnífico libro titulado “Historia de un rapto”, del que yo obtuve abundante información. Lo mismo ocurrió con numerosos documentos encontrados en varios archivos que hacen referencia al caso, con los apoyos que me prestaron ciertas personas haciéndome recorrer los escenarios, hablándome con voz experta de los personajes, de las costumbres de la época y un sinfín de pequeños detalles que me sirvieron para dar a luz el engendro. ¿Qué decir de las dos “profas” que educaron mi saber literario, que corrigieron el texto y aportaron sugerencias de notable contenido? No; yo no considero que la obra me pertenece al 100%.

El Mataburros. Rescollo

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 01-03-2011

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Hará unos cincuenta años que leí por primera vez “Madame Bovary” de Flaubert. Como tenía olvidado el argumento de la obra, hace unos días, me decidí a releerla, cosa poco habitual en mí: casi siempre que vuelvo a leer un libro del que guardo un grato recuerdo, me llevo una desilusión. El caso es que había ya abordado la segunda parte, cuando al final del capítulo segundo, encontré escrita la siguiente frase: “La señora Lefrançois dormía al calor del rescollo, mientras que el mozo de cuadra, con una linterna en la mano, esperaba al señor y a la señora Bovary para llevarlos a su casa”.

Me llamó la atención el sentido de cosa caliente que el traductor daba a la palabra rescollo. Pensaba yo que un rescollo era un residuo, un vestigio o algo similar, utilizado con frecuencia en la expresión:” Son rescollos del pasado”. Así que acudí de inmediato al diccionario y me llevé una sorpresa al constatar que el vocablo “rescollo” no existe en el DRAE. Sí existe en cambio rescoldo, término que admite tres acepciones:

  • Brasa menuda resguardada por la ceniza.
  • Escozor, recelo o escrúpulo.
  • Residuo que queda de un sentimiento, pasión o afecto.

Eso quiere decir que algunos hemos venido empleando de forma indebida la palabra “rescollo”, en lugar de rescoldo que es la correcta. Quizá la confusión es el resultado de una extraña simbiosis entre rescoldo y escollo para obtener este “rescollo” que ni quema, ni escuece, ni es un peligro para la navegación.

 

 

El azar y la creación artística

Categoría (El mundo del libro, Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana el 25-02-2011

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Si alguien es capaz de demostrar la autoría original de una combinación de elementos, ya sean escritos, sonoros o visuales, adquiere la propiedad de tal hallazgo y puede inscribirla en el Registro de Propiedad Intelectual. A partir de ahí, nadie la puede utilizar sin su consentimiento. En ese sentido, la ley protege el monopolio del artista y limita la libertad de expresión, ya que excluye a los demás del uso de esa producción, lo que supone una buena porción de palabras, melodías o imágenes que reduce la capacidad creativa del que viene detrás.

Llegado a este punto, conviene hacer la siguiente pregunta: ¿Es lógico que se considere propiedad intelectual un conjunto de elementos que pueden originarse al azar, sin necesidad de intervención humana?

Ya Borges (Otras inquisiciones. Nota sobre Bernard Shaw) ponía el dedo en la llaga, en 1951, cuando escribía lo siguiente: “A principios del siglo XIX, John Stuart Mill temió que se agotara algún día el número de combinaciones musicales y no hubiera lugar en el porvenir para indefinidos Webers y Mozart. A finales del siglo XIX, Kurd Lasswitz jugó con la abrumadora fantasía de una biblioteca universal, que registrara todas las variaciones de los 25 símbolos ortográficos, o sea, cuanto es dable expresar, en todas las lenguas”.

Claro que su respuesta a tal disquisición metafísica fue totalmente racionalista: “Quienes practican ese juego ─advierte Borges─, olvidan que un libro es más que una estructura verbal o que una serie de estructuras verbales: es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria… la literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual ─ésta, por ejemplo─ como la leerán el año 2000, yo sabría cómo será la literatura del año 2000”.

El Mataburros. Encajar un gol

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 22-02-2011

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La prensa deportiva es una fuente inagotable de atentados contra el lenguaje. “La Real Sociedad encajó un gol tonto en el descuento y cedió dos puntos a su mayor rival para conseguir el título”. Expresiones como ésta son muy frecuentes en los medios de comunicación y todo el mundo entiende que a la Real Sociedad le metieron un gol tonto, cuando en realidad debería de significar lo contrario, es decir que la Real Sociedad marcó un gol tonto.

El verbo encajar tiene varias acepciones. La primera es meter algo, o parte de ello, dentro de otra cosa (por ejemplo, encajar la llave en la cerradura). Así es correcta la cabecera que utiliza El País del 09.12.2009: “Cristiano Ronaldo encaja un gol”, con la foto en cuyo pie se aclara: “Cristiano Ronaldo ejecuta la falta que supuso el primer gol del Madrid”.

La acepción nº 13 que da el DRAE es: “Recibir, soportar sin gran quebranto golpes, un resultado o tanteo adverso”, como verbo intransitivo. En ese sentido también sería correcta la expresión que aparece en El Mundo Deportivo del 30.01.2011: “El Real Madrid ha encajado en Pamplona su segunda derrota de la presente Liga tras caer por 1-0 ante Osasuna”.

Lo que no encaja por ningún lado es el titular que emplea Marca en su edición del 18/11/2010: “Casillas encaja cuatro goles por vez primera con la selección”. Hubiera sido mejor escribir: “A Casillas le encajaron cuatro goles…” o mejor todavía “Casillas recibió cuatro goles…”, si os gusta más hacer uso de la voz activa o directa.

 

 

 

El Mataburros. Mi señora

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 15-02-2011

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Es frecuente emplear el término “señora” para referirse a la esposa de uno: “presente usted mis respetos a su señora”. Los medios de comunicación lo utilizan habitualmente: “Pero un presidente no puede evacuar consultas de Estado con su señora”, escribe Gabriel Albiac en el ABC del 22/12/2010, refiriéndose a Zapatero. Aunque es un vocablo aceptado por la Real Academia Española, lo encuentro improcedente. Veamos lo que dicen los “supercicutas”:

Señor (a) se aplica a la persona que ocupa un alto rango en la escala social y lo manifiesta en su aspecto físico y en su forma de comportarse. También se antepone como tratamiento al apellido y, en algunos casos, al nombre. Tiene el significado de dueño, propietario y designa al que manda en un sitio o gobierna ciertas cosas. Por antonomasia, escrito con mayúscula, se aplica a Dios, especialmente considerado en la Eucaristía. Como sustantivo femenino, el DRAE ofrece tres acepciones: Mujer que por sí posee un señorío, mujer del señor y mujer o esposa.

Por lo tanto, es correcto decir “mi señora” cuando uno habla de su esposa. Sin embargo, esta interpretación me resulta lesiva, evoca en mi mente el concepto de sumisión… o de propiedad. No me gusta. Repugna la imagen sentimental que uno tiene de la mujer, como ser ideal y pleno de perfección: “Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora”. ¡Qué romántico!

Es curioso que el DRAE admita el término “señora” para designar a la esposa, pero no el de “señor” para designar al marido. Ya lo sabéis, mis queridas lectoras; a partir de ahora, tenéis autoridad para utilizar expresiones como ésta en la tertulia con las amigas: “Mi señor es un bendito: me obedece en todo, nunca protesta”.

 

mi-señora 

El libro como objeto deseado

Categoría (General, Marketing para vender libros) por Manu de Ordoñana el 03-02-2011

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El porcentaje de lectores que leen a través de un soporte digital es todavía pequeño ─en torno al 5%─, pero sigue creciendo de forma regular. Aunque la venta de dispositivos electrónicos se ha disparado en la última campaña de Navidad, el mercado de eBooks no ha seguido la misma línea ascendente, lo que indica que los usuarios se proveen de forma gratuita en la red. Es éste un fenómeno imparable que ninguna ley va a poder controlar, si los precios que ofrecen los portales especializados no bajan de forma sustancial. Haz una prueba: entra en Libranda y mira lo que cuesta descargar “La Caída de los gigantes” de Ken Follet, en una de sus tiendas asociadas.

Sigo creyendo que el libro digital es una excelente oportunidad para que el escritor debutante dé a conocer su obra. Dentro de un par de meses, trataré sobre cómo hacerlo. Ahora, mi intención es todavía referirme al libro en papel, a lo que puedes hacer ─al margen de su contenido─ en su formato externo para atraer la atención del cliente que visita una librería: el libro como objeto deseado.

Tienes que apostar por un formato sobrio y, al mismo tiempo, elegante. Si decides editarlo por tus propios medios, piensa bien en todos los detalles y gástate el dinero en cuidar la impresión. Si, por ahorrar, sacas al mercado un libro con papel barato, tipografía ilegible y aspecto mediocre, el fracaso es más que probable.

Haz algo notable, algo que llame la atención en la mesa de novedades de una librería. Tienes que conquistar al lector a través del impacto visual. Es tu única arma, ya que no eres un autor conocido. Trabaja el diseño para obtener un objeto manejable, con una sinopsis sugestiva y una portada con encanto que peguen al ojo del comprador y que éste, al hojearlo, acaricie un papel de calidad, perciba unos márgenes limpios, se sienta atraído por una letra seductora… en suma, que saque de inmediato la impresión de que es un libro cómodo y fácil de leer.

Frente al libro electrónico, sólo van a competir las publicaciones de calidad. Intenta que la tuya lo sea. A poco que lo consigas, si la obra tiene algún valor literario, serás capaz de crear ilusión en el público y vender tu imagen, siquiera en un entorno cercano, a través de actuaciones de carácter local que iremos viendo en artículos posteriores. Recuerda que tu objetivo es vender trescientos ejemplares para recuperar la inversión. Luego ya nos meteremos con el libro digital. Eso es otra guerra…

El Mataburros. El día después

Categoría (El Mataburros, General) por Manu de Ordoñana el 01-02-2011

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Es una expresión que se empezó a utilizar hace unos cuantos años, cuando apareció en el mercado la píldora del día después, un anticonceptivo en casos de emergencia para evitar embarazos no deseados, como traducción incorrecta del término original en inglés the day after. Lo correcto es decir la píldora del día siguiente.

Pero antes, en 1983, se estrenó en España la película norteamericana The day after (El día después), que describe los horrores que una guerra nuclear provocaría sobre la Tierra.

No termina ahí la epidemia. Todos los lunes, Canal+ emite El día después, un programa deportivo para repasar la jornada deportiva del day before ─a partir de ahora, por favor, utilicen el día antes… nada de víspera o día anterior─, bajo una perspectiva desenfada y divertida.

No sé a quién se le ocurrió traducir the day after por el día después, pero el término ha quedado incrustado en el acervo popular, con lo cual se ha consumado la violación: un adverbio es capaz de calificar a un sustantivo.

 

 

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